STELLA
Llamé tres veces a la puerta mientras arreglaba algunos mechones de mi cabello. A los pocos segundos, ésta se abrió por completo, saliendo de ella un chico moreno sonriente.
- Llegó la cerecita de nuestro postre. - Dio un repaso por mi cuerpo una y otra vez.
- Déjate de estupideces, Scott. - lo empujé hacia fuera. - Lárgate.
Cuando cerré la puerta una mirada hosca apuntó a mí, y podía sentirla como una bala atravesándome.
- ¿Qué haces aquí?
- Vengo por ti, estúpido. ¿Ann está?
Sus ojos verdes se entrecerraron y comenzaron a moverse de un lado a otro.
- No, no está. Pero sabes por qué no quiero verte, ¿no? - Caminó hacia un asiento gris en la sala y allí se sentó con pulcro, observando mi reacción a sus palabras. - Sinceramente no sé a qué vienes...
- Quiero matarte. - Le interrumpí con brusquedad y su gesto de asombro fue mayúsculo. - No sabes cuánto me encantaría hincar mis uñas en ese frágil cuello que tienes, Johnson.
- Suena tentador.
- Si te callaras podrías salvarte el culo.
Él sonrió cruelmente.
- No pareces peligrosa, Stella. - Pasó su mano por su oscuro pelo. - Mejor dime, ¿a qué viniste?
- Me quedaré aquí.
- ¿Tú? - rió. - No, no lo harás.
- ¿Qué pasa, Troy? ¿Tienes miedo de que te mate mientras duermes?
Él rió una vez más, y, acariciando sus palmas, me lanzó un beso burlón.
- No creo que sea ello. Sólo que estás demasiado linda y no podré controlarme.
Reí y luego caminé hasta él.
- Me harías un favor si te vas a la mierda.
Troy rió y yo, sin más, crucé mis brazos.
- Pero, ¿no crees que debería aprovechar el tiempo y mandarte yo misma a allí?- agregué y su risa aumentó.
- Dale. Tu tiempo es oro.
- Te mataré.
Dio media vuelta con una sonrisa.
- Si te dan ganas, búscame en mi habitación.
Abrí mi boca, completamente pasmada. Troy se mofó.
- Me refería a ganas de matarme, Stella. - tosió. - Qué depravada eres.
Se metió en su habitación y dejó su puerta abierta.
- Maldito bastardo.
Al cabo de unos minutos, mirando sin parar aquel televisor que emitía uno de mis programas favoritos de pastelería, Troy gritó:
- Solecito, ¿no estás aburrida?
- No te preocupes, pedacito de mierda, estoy bien.
Sus carcajadas no tardaron en oírse.
- Qué tierna. - Llegó a mi lado, tirándose bruscamente en el sofá. - He decidido perdonarte.
Clavé mi mirada molesta en sus ojos.
- No diré nada porque no te mereces ni siquiera mis insultos.
- No tienes que ser tan dura, Stella. Tus ojos dicen otra cosa.
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Simplemente me gustas.
Novela JuvenilMarie Johnson Smith es una chica que últimamente cree que no es capaz de dar amor, por experiencias anteriores que no fueron del todo buenas. Conocerá a un chico llamado Sam Smith que le hará saber que de nada sirve la vida si no aprendemos a amar...