49. Molécula.

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STELLA

Llamé tres veces a la puerta mientras arreglaba algunos mechones de mi cabello. A los pocos segundos, ésta se abrió por completo, saliendo de ella un chico moreno sonriente.

- Llegó la cerecita de nuestro postre. - Dio un repaso por mi cuerpo una y otra vez.

- Déjate de estupideces, Scott. - lo empujé hacia fuera. - Lárgate.

Cuando cerré la puerta una mirada hosca apuntó a mí, y podía sentirla como una bala atravesándome.

- ¿Qué haces aquí?

- Vengo por ti, estúpido. ¿Ann está?

Sus ojos verdes se entrecerraron y comenzaron a moverse de un lado a otro.

- No, no está. Pero sabes por qué no quiero verte, ¿no? - Caminó hacia un asiento gris en la sala y allí se sentó con pulcro, observando mi reacción a sus palabras. - Sinceramente no sé a qué vienes...

- Quiero matarte. - Le interrumpí con brusquedad y su gesto de asombro fue mayúsculo. - No sabes cuánto me encantaría hincar mis uñas en ese frágil cuello que tienes, Johnson.

- Suena tentador.

- Si te callaras podrías salvarte el culo.

Él sonrió cruelmente.

- No pareces peligrosa, Stella. - Pasó su mano por su oscuro pelo. - Mejor dime, ¿a qué viniste?

- Me quedaré aquí.

- ¿Tú? - rió. - No, no lo harás.

- ¿Qué pasa, Troy? ¿Tienes miedo de que te mate mientras duermes?

Él rió una vez más, y, acariciando sus palmas, me lanzó un beso burlón.

- No creo que sea ello. Sólo que estás demasiado linda y no podré controlarme.

Reí y luego caminé hasta él.

- Me harías un favor si te vas a la mierda.

Troy rió y yo, sin más, crucé mis brazos.

- Pero, ¿no crees que debería aprovechar el tiempo y mandarte yo misma a allí?- agregué y su risa aumentó.

- Dale. Tu tiempo es oro.

- Te mataré.

Dio media vuelta con una sonrisa.

- Si te dan ganas, búscame en mi habitación.

Abrí mi boca, completamente pasmada. Troy se mofó.

- Me refería a ganas de matarme, Stella. - tosió. - Qué depravada eres.

Se metió en su habitación y dejó su puerta abierta.

- Maldito bastardo.

Al cabo de unos minutos, mirando sin parar aquel televisor que emitía uno de mis programas favoritos de pastelería, Troy gritó:

- Solecito, ¿no estás aburrida?

- No te preocupes, pedacito de mierda, estoy bien.

Sus carcajadas no tardaron en oírse.

- Qué tierna. - Llegó a mi lado, tirándose bruscamente en el sofá. - He decidido perdonarte.

Clavé mi mirada molesta en sus ojos.

- No diré nada porque no te mereces ni siquiera mis insultos.

- No tienes que ser tan dura, Stella. Tus ojos dicen otra cosa.

Simplemente me gustas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora