Escuché la alarma que me impulsó a abrir mis ojos. Todo mi alrededor estaba nublado y dando vueltas. No era extraño para mí pues la noche anterior había bebido algunas copas, más las que bebí luego de haber escondido las botellas para no levantar sospechas por parte de Troy o de mis padres. Estiré mi brazo sobre la fría sabana, observando así que a mi lado no estaba Stella.
De inmediato me levanté poniendo los pies en el suelo... O bueno, en Ann, quien conservaba la misma posición desde que se cayó de la cama. Sonreí levemente posando mis ojos en ella. Decidí pasar por encima del gran cuerpo tendido en el suelo sin causar mucho ruido, cuando de pronto, un sonido me exaltó. Era un ronquido muy fuerte, como de un marrano, que provenía del otro lado de la cama.
La cabellera rubia y alborotada de Stella, descartó todas las hipótesis que tenía mientras ella seguía roncando cada vez más fuerte.
— Bebieron anoche, ¿no es así?—La voz de Troy desde el marco de la puerta me hizo girar mi cabeza automáticamente.
Sonreí nerviosamente a la vez que me acomodaba el pelo con mis manos.
—¿Qué? ¡No!— Dije, sentándome en la cama.
Troy rió sutilmente mientras se cruzaba de brazos resaltando sus músculos.
— No le diré nada a nadie, pero... ¿Les quedó algo?— Hizo una seña de beber algo. Reí amargamente, Troy me conocía perfectamente.
— Ann y Stella bebieron como locas, no te imaginas las babosadas que decían— Recordé los brindis de Stella y los "¡Qué viva!" de Ann. —¿Cómo es que lo supiste?— Pregunté viendo cómo se acercaba para sentarse a mi lado sin dejar de cruzar sus brazos. Juntó sus manos y apoyó los codos en sus piernas.
— No lo sé, podría dejarlo en... Encontré una botella vacía en mi cama con una nota de Stella— Dijo, como si fuera lo más normal del mundo.
Enarqué una ceja a la vez que miraba de reojo con sorpresa a mi amiga. Troy sonrió.
— Stella...— No quise continuar— ¿Dónde estuviste anoche?— Cambié de tema nuestra conversación.
Mi hermano estiró sus brazos, tocando sus rodillas, para después erguirse.
— Con unos amigos...— Soltó con nerviosismo. Sus ojos se plantaron en el suelo.
— ¿Amigos?— Pregunté sarcástica, observando cómo su mirada volvía a mí— ¿No será más bien que estuviste con Tina?
Lo fleché.
Su mirada recorrió cada facción de mi rostro. Trató de sonreír pero no lo logró, estaba ahogado en sus palabras.
— ¿Cómo es que no me dijiste que Daemon estaba aquí en Los Ángeles?
Ahora sí, yo era la flechada.
Rodé mis ojos para restarle importancia. Troy se quedó observando a Stella por un segundo largo.
— ¿Tienes novia?— Pregunté de pronto. Iba a responderme algo, pero unos gritos interrumpieron con brusquedad su confesión.
— ¡Maldito dolor de cabeza!— Stella gritó adolorida— ¡Que alguien putas me tire agua, mi cabeza arde!— Agarraba su cabeza con sus blancas manos, moviéndola de un lado a otro con descontrol.
Me levanté de inmediato y me senté a su lado.
— Te traeré una pastilla para la migraña, no desesperes. — Dije amable, levantándome apresuradamente para buscar en mi pequeño cajón la diminuta salvación.
Me dirigí a la cocina por un vaso de agua para Stella. Corrí hacia mi habitación observando que no estaban mis padres. Al entrar, vi a Troy en el piso abrazando a mi amiga. Se veían muy tiernos, pero al notar mi presencia, se separaron de inmediato.
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Simplemente me gustas.
Novela JuvenilMarie Johnson Smith es una chica que últimamente cree que no es capaz de dar amor, por experiencias anteriores que no fueron del todo buenas. Conocerá a un chico llamado Sam Smith que le hará saber que de nada sirve la vida si no aprendemos a amar...