Simplemente me gustas.

53. Confesión.

—Cuando termines de dibujar ese camello con mil jorobas, vienes, ¿sí?

Solté un bufido.

—¿Para qué me necesitas?

Ann hizo una mueca de desesperación.

—Para que te lances de un maldito puente y hagas realidad de una vez por todas tu estado suicida.

Mordí mi labio inferior y luego solté un "bah".

—Quiero hablar contigo. Encontré algo en tu casillero.

Dejé lo que estaba haciendo para mirarla a los ojos.

—Algo realmente extraño.— añadió.

* * *

Tiré la nota al suelo.

—¿Quién la puso allí? — pregunté, con los nervios perceptibles.

—No lo sé — Ann movió sus manos. —. ¿Crees que quieran secuestrarte?

Solté un quejido.

—No exageres. Pero tampoco sabría si deba descartarlo.

—Igual... No piensas ir, ¿o sí?

Negué con mi cabeza, aunque en el fondo quería saber de quién se trataba.

Ella se acercó a mí, con cautela.

— Ni lo pienses siquiera, ¿me oíste?— dijo, señalándome con su índice.

Sonreí.

—Es imposible vivir con la duda. — me quejé.

De un momento a otro, su rostro se desvaneció en la sombra.

—Iremos juntas, ¿vale? — propuse.

Mi prima bostezó, y luego negó con su cabeza.

— Es una idea realmente loca, Marie, ¿qué te sucede?

Chasqueé mi lengua.

—Ni siquiera sabes quién pueda ser. — añadió.

Junté mis labios y luego los torcí.

—Pero tu linda prima estará, con un radio, dispuesta a salvarte el culo, por si se trata de algún psicópata.

Sonreí y luego la abracé.

—Me pondré ropa oscura. Ya vuelvo.— dijo y salió corriendo en puntitas.

Agarré la nota de nuevo y la leí, al menos unas tres veces más, con el fin de grabar en mi mente cada una de las palabras escritas con bolígrafo azul, en aquella hoja de cuaderno.

Te asombrará lo que escucharás esta noche, a las doce, en el Bodger park.

Te conviene, Marie.

Respiré profundo y cerré mis ojos.

Iría en el auto de papá.

Y Troy nos llevaría.

* * *

El auto se aparcó unos metros antes de la zona verde de Bodger. Abrí la puerta y puse un pié en la calle.