6. La declaración.

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Entramos a mi habitación y Ann puso un poco de música. Cogió la caja de los esmaltes y los ubicó en la cama. Se sentó allí y me hizo una seña para que me sentara a su lado.

Desde tal punto cercano pude observar cuánto se parecía a la madre de mi padre; mi abuela Teresa.

—Ahora sí, nos maquillaremos las uñas mientras hablamos de cosas... — decía mientras sacaba un esmalte rosa claro. —. Empiezas tú, Marie.

Gruñí cuando tuve que exceder mi fuerza para abrir uno de los esmaltes.

—Primero... ¿Por qué estás aquí, Ann? — pregunté, cruzando mis brazos.

—No me aguantan más en casa. — hizo una mueca.

—Vale, eso lo entiendo perfectamente.

Juntas reímos, pero yo detuve mi risa cuando noté de pronto que yo era la única que reía.

—Esa mirada... — Se acercó a mi rostro achinando los ojos. —. Ese brillo inexplicable... — apretó mis cachetes.

Se alejó y sonrió.

—¡Cuéntamelo todo, prima, estás enamorada!

Arrugue mi entrecejo.

—¿Qué? —parpadeé un par de veces. —. ¿Por eso no te quieren en casa, eh?

Rió un poco pero luego su expresión cambió bruscamente.

—Vamos, Marie, tus ojos verdes gritan en nombre de un chico.

Sonreí. Quizá dolía recordar el pasado cada vez que se presentaba la ocasión. Aquel chico innombrable inundaba mis pensamientos siempre, pero algo extraño sucedía entonces. Los ojos miel que antes recordaba con precisión me eran profundos como un mar.

Me eran azules.

—Sam. — dijo.

Abrí mis ojos y comprendí que los ojos que mi mente recordaba eran los de Sam.

—¿Cómo es que...?

—Shhhh — posó un dedo en mis labios. —. Cuéntale todo a tu prima.

Estaba realmente confusa. Rápidamente acobijé pequeñas ideas que se iluminaron en mi red de conclusiones.

—Troy te lo ha contado, ¿verdad?

Ann asintió impresionada.

—Por eso lo amo más que a ti — limó sus uñas. —. Ya dime.

Rodé mis ojos y luego lamí mis labios. Las conversaciones con mi prima de alguna forma tomaban cariz de interrogatorio.

—Eres mi prima, así que puedo confiar en ti, ¿no es cierto?

Ella asintió emocionada; su jugarreta estaba resultando.

—Creo que mi soltería morirá pronto. — confesé.

— ¡¿Qué?! — gritó sorprendida. —. Por fin...

—El chico del que Troy te comentó es muy guapo — miré hacia la ventana. —. Me atrae.

Ann contuvo su grito.

—Pero, hey, es sólo un amigo. — aclaré.

—¡Amigos con derecho, esto me gusta! — manifestó.

Mis pupilas explotaron.

—Calla. He dicho que sólo amigos — mordí el interior de mi mejilla. —. Compañeros.

Simplemente me gustas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora