Treinta y nueve

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— ¿De quien es esta ropa eh?, pregunte con la ceja alzada.

— De mi hermanastra, es así como tu— resoplo, y yo me alivie— ¿por qué? ¿Acaso estabas celosa?

— ¿Celosa yo? Ja, ya quisieras— bufe, pero la verdad era que tal vez si tenía un poco de celos—. Camina, le ordene y me dirigí al auto.

—  Ya voy mamá, rodé los ojos.

Estábamos a una hora de la playa, y yo ya quería subirme a los juegos.

— ¿Ya llegamos?, le pregunte.

— No. En un rato.

— ¿Ya?— pregunte 10 segundos después.

— No, aún no— rodó los ojos.

Espere dos minutos: — ¿Que tal ahora?

— ¡No!, grito desesperado y reí.

— ¡ya quiero llegar!

— Hubiera traído a Melody— masculló—. Falta media hora.

— Pues déjame aquí, y trae a Melody— rodé los ojos— total, no me importa.

El asiento mojado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora