Cuarenta y dos

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Días después...

Con Isaac tirando papelitos a mi espalda, y la profesora riñendome por haber faltado a clases, estaba que explotaba.

— ¿Alaska me estas escuchando?, preguntó la vieja con desdén.

Asenti, ella rodó los ojos. Y luego suavizo su mirada.

— No deberías andar mucho con el Alaska. Por favor.
Rodé los ojos, el e Ián eran los únicos que tenia, no los dejaría tan fácil.

—No lo haré, usted no lo conoce.

— Oh, cariño— suspiro—. Lo conozco mas que cualquier persona. Pueden irse.

Se levanto dejando la duda vagar en mi mente.

Voltee y le sonreí a Isaac.

El asiento mojado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora