Cincuenta y siete

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Alaska:

Veinte minutos después llegó Isaac con una sonrisa y dos cafés. Entramos a la librería sin hablar, y yo me dispuse a organizar todo, mientras el acomodaba la gran mesa en la que el se sentirá a hablar y a firmar libros.

Puse treinta cinco asientos, y en cada uno puse un sobre con una frase impresa en un separador de libros, basado en el libro del señor Collins.

Tome una cuerda que tenía varios listones azules-color de la tapa del libro- y los puse al rededor de las sillas formando un cuadro.
Tome la cafetera de Isaac, y la puse encima de la mesa con unos vasos. De seguro Isaac se molestaría, por qué es su preciada cafetera pero no me importaba.

—¡Esa es mi cafetera!, ven, es un chico caprichoso.

—Isaac.

—¡Mía!—, hizo un puchero. Se veía realmente tierno—. Mía, cómo tú, me abrazo y se acerco a mis labios robándome un beso, y yéndose sin más.

Ruborizada seguí con mi trabajo hasta que se terminaron las dos horas.

Varias personas se fueron sentado llenando los puestos, y temí que no alcanzaran. Veinte minutos después llegó el Señor Collins, era bastante parecido a Ian. Alto, piel blanca rojiza, pelo negro y ojos miel. Se veía de unos sesenta años, pero se notaba que se cuidaba. 

Carraspeo y saludo a Isaac de la mano. Luego se acercó a mi y beso mi mejilla sentándose.

La firma y la charla estaban terminando. Isaac y yo tuvimos que poner unos veinte asientos mala, pero no hubo ningún problema.

Todos salieron con sus libros firmados en las manos. El señor sonrió a mi:—¿Crees que me parezco a alguien?—, lo mire dudosa—. Vi cómo me examinabas, ¿conoces a Ian no?

Me debí haber visto como una loca:—Si señor.

—Oh ¿donde está ese revoltoso?, unos hoyuelos como les de Ian se le marcaron en la mejilla, pero a diferencia estos estaban más profundas y con arrugas alrededor.

— Oh, el trabaja en el café de la esquina.

Su cara se puso seria: — ¿Ian?, asentí.

El negó y suspiró:— Bueno, me debo ir antes de que se vaya. Fue un gusto que me dejaran

Estrecho la mano con Isaac y beso de nuevo mi mejilla, para salir. Isaac tomo de mi cintura y recostó mi cabeza en su hombro.

— Aún estoy molesto por la cafetera, murmuró gruñón.

— Si hago esto ¿seguirás molesto?, me volteee y alce un poco mi cabeza dándole un beso.

— Puede que unos más me contenten.

Ian:

Mi turno estaba por terminar y agradecía tanto eso, no quería ver a mi abuelo. No era por qué nos hubiéramos peleado o algo, si no por que se que le molestaría verme trabajando aquí.

La campana de la puerta sonó indicado que alguien había entrado, voltee y sonreí amablemente hasta que vi como mi abuelo se sentaba en una mesa.

Mire hacia los lados, estaba solo. Carraspee y me acerque a él.

— Hola—, murmuré sin verlo a los ojos—. ¿que desea ordenar?, sonreí.

— Que mí nieto no me mienta.

Después de lo sucedido con mamá, papá había cambiado mucho, ya no trabajaba, se la pasaba la mayor parte del tiempo drogado o borracho, y eso a mi abuelo lo molestaba. Lo molestaba mucho.

— Perdón, susurre.

— No tienes que pedir perdón Ian, entiendo que creas que él cambiará, entiendo si quieres tener a una parte de tu mamá contigo. Pero el no es bueno para ti. Y espero hayas considerado mi propuesta de irnos a Los Ángeles.

Los Ángeles, quería irme con el, pero no quería irme a Los Ángeles.

— Estoy en último año bueno, no quiero dejar todo—, mire mis zapatos—. Quiero irme contigo, de verdad ya no lo soporto. Pero no quiero irme de aquí.

El tomo una bocanada de aire:— Conste que tú lo dijiste. En unas dos semanas te irás a vivir conmigo aquí.

El asiento mojado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora