Sesenta y cuatro

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—Dios...—susurré

Ian estaba jugando en su celular, y de vez en cuando se reía.

Estaba parada en la puerta hace 5 minutos y no me había visto ni en el segundo que abrí la puerta.

— ¿Ian?, me le acerqué con cuidado

¿Cómo podía llorar durante una hora y ahora estar bien?
— ¡Ian!, le grite harta.

Sus ojos por primera vez me vieron, y un intento de sonrisa curvo en sus labios.

— Ali—,susurró.—Antes de que me mates necesito decirte que necesitaba espacio ¿vale?
Solo eso.

Respire profundo:— Me podías haber dicho sabes, ¡he estado preocupada por ti!

— Perdón, perdón–,susurró.

Rodé los ojos—Da igual, ¿qué juegas?

— Un juego en línea, me distrae para no pensar en Mi—su voz tembló— en ella.

Asentí, el tiro su celular y me vio de nuevo.

— No se por qué me duele tanto, ¿sabes? Es decir, siempre vi que lo vio más el, que trataba de estar más con el, pero me engañaba diciendo que era solo amigos.

Mi boca se abrió, pero la volví a cerrar.

— Supongo que Isaac tiene ese algo que le atrae a todas— sus cejas se alzaron— hasta a ti— quería decir algo pero me interrumpió— tranquila, no es para que respondas, sé que no soy el mejor chico, pero... lo trato ¿sabes? Aunque nadie lo note al parecer— sentía las indirectas— en fin, voy a salir nos vemos después Ali.

Se paró, tomó su chaqueta del suelo y salió. Así sin más, dejándome sin aire.

¿En qué carajos me había metido?

El asiento mojado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora