Cuando Esmeralda se alejó un poco de Miguel, esperando adivinar su reacción y vio que sonreía se sintió en paz por completo.
No sabía qué decir o si más no, si tenía que decir algo, así que lo único que hizo fue dirigirse hacia el coche para volver a casa.
El trayecto hasta a casa pasó en un completo silencio. Como si fuesen dos completos desconocidos que habían coincidido en el espacio reducido del coche, pero que no se atrevían a hablar.
Después de aquel momento, estaba claro que algo había pasado a pertenecer a la evidencia. Era innegable que se querían. Solo había que dar buena cuenta de todas aquellas miradas que compartían, las cuales, eran capaces de expresar lo que ni mil palabras podrían.Mientras estaban parados en una retención en la carretera, Esmerlada aprovechó para mirarle de reojo, y se dio cuenta de que se había quedado dormido. En aquel momento, le observó enternecida y no supo qué le pasaba cuando le acarició la mejilla.
—No te vayas, por favor, no sabes lo feliz que me haces—dijo en un susurro mientras que se dio cuenta de que Miguel no le escuchaba, pero una parte de ella, deseaba que no escuchase lo mucho que había pasado a significar para ella.El sonido de un cláxon le interrumpió de su ensoñación, volvió a circular mientras que en su cabeza no paraban de sucederse un infinito de pensamientos.
***
Días más tarde...
Al lado de Miguel, Esmeralda no sabía el tiempo que había pasado. Para su mala suerte, ya solo quedaba un día para que la semana llegara a su fin, pero a ninguno de los dos les parecía importar.
—Había pensado en ir a un concierto—propuso Esmeralda la noche del viernes.
—Sorpréndeme con tus gustos musicales—le dijo con una sonrisa.
Al llegar la noche, se dirigieron hacia la sala de conciertos en la que tendría lugar el concierto.
—¿Quiénes son?Preguntó Miguel cuando escuchó español llamado «Efecto pasillo», nunca lo había escuchado.
—¡No me digas que no conoces la canción "Pan y Mantequilla"!—exclamó con sorpresa Esmeralda, aquella, era una de sus canciones favoritas, le gustaba cantar esa canción cuando se sentía alegre, sobretodo en verano era una de las canciones que más escuchaba.
Inconscientemente empezó a tararear la canción mientras que hacía un esfuerzo para no perderse camino a aquel recinto.—Tienes una voz muy bonita—afirmó él.
—Ya me lo habías dicho...—murmuró Esmeralda, era increíble la capacidad que tenía Miguel para hacerle sonrojarse con apenas unas palabras.
—¿Y qué más da? Ahora te lo puedo decirte mirándote a los ojos, tal y como quería.
Era imposible no caer rendida hacia tanto cariño, pensó Esmeralda, nunca le habían tratado de aquella manera, y sentía que con cada palabra de él, le quería un poco más.
***
La noche del concierto habría podido resultar perfecta. ¿Por qué? Por el desenlace de la noche, por encontrarse con alguien que nunca deberían haber visto en aquella sala.
Esmeralda estaba esperando a que regresara Miguel con la bebida, cuando vio a alguien. Su hermano, ¿qué hacía allí? Pensó horrorizada.
Miguel llegó con las bebidas y se encontró con Esmeralda sospechosamente pálida.—¿Estás bien, cariño?—le había dicho y Esmeralda aún se estaba recuperando de la impresión y no se había dado cuenta de aquel apodo.
—Todo está bien—mintió y se sintió mal, pero se dijo a sí misma que no se permitiría estropear aquella noche. Ni pensarlo.
Pero se dio cuenta de que Javier ya les había visto. Al principio, Javier creyó ver a su hermana, aquella idiota además de cobarde que se había ido de casa por no poder encarar los problemas, vamos, una niñata según él, una niña inmadura y estúpida. Cómo odiaba a su hermana.
No le habría importado absoluto, él estaba junto con una chica, ¿Carla se llamaba? No lo recordaba, pero tampoco le importaba no acordarse de su nombre. Para él, sólo una chica kleenex como las llamaba, alguien para usar y tirar, chicas hermosas por fuera, pero aquello era lo único importante, si estaban huecas por dentro, era lo de menos.
Pero entonces creyó ver un espejismo cuando se dio cuenta de que su hermana no iba acompañada por amigas, sino por... ¿un chico? Y... ¿quién era?
Sorprendido, se dijo que no tenía que importarle, pero entonces recordó fugazmente quién era.
—¡Joder! El tío de Internet—musitó para sus adentros al recordarle. ¿Era él? Sí, estaba seguro de que se trataba del mismo.Sin pensarlo, dejó a Clara o Carla o como cojones se llamase y en dos zancadas se fue hacia donde estaba la feliz parejita.
—Vaya, no me lo habías presentado...—empezó a decir y Esmeralda empalideció.
—Es sólo un amigo...—dijo aunque se notaba de sobras que no era así—pero... ¿quién te importa quien sea? ¡Es mi vida!
—Oh, es que creí que como soy tu hermano tenía algún derecho de saber con quién estaba mi apreciada hermanita—a su lado, Miguel se estaba conteniendo por no escupirle todo aquello que había deseado decirle desde hacía bastantes días. Se tuvo que controlar para no decirle quién pensaba que era alguien que detestaba tanto a una persona tan increíble.
—¿Y cómo se llama el afortunado?—preguntó con un deje de burla. Esmeralda estaba a punto de contestar, pero se anticipó Miguel.
—Soy Miguel, y sé quién eres, y no, no es un placer conocer a alguien como tú—no pudo aguantar más aquella mirada de autosuficiencia, tan solo de recordar todo aquello que escuchó que le habían dicho a Esmeralda...
—No entiendo cómo puedes quererla. —Esmeralda sintió una punzada en el pecho, las lágrimas estaban a punto de salir, pero tenía que ser fuerte.
—Porque es una chica maravillosa, porque se ha convertido en alguien muy importante para mí, y me importa bien poco todas las distancias que haya entre nosotros, eso no impide que la ame, y sé que es la persona adecuada y no necesito de la aprobación de nadie, más que de ella.—Le dio la mano y Esmeralda al escuchar la convicción y la fuerza de sus palabras sintió una gran admiración por Miguel.
—Imbécil—dijo el otro, en voz baja.
—Vámonos, Miguel—propuso Esmeralda, mientras que ambos se lanzaban miradas cargadas de odio.
Y antes de poder hacer nada, Javier, apretó los puños y le pegó...
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Número equivocado
RomanceSu historia comenzó con un simple mensaje: "Querida Amelia [...]", enviado al destinatario equivocado. Cuando Esmeralda lee el mensaje de Miguel, una persona desconocida para ella, entenderá cómo a veces, las personas que menos conocemos, pueden pas...