Cuando Miguel estaba en la universidad, a Esmeralda le gustaba salir a pasear, a ir hacia un parque bastante cercano de donde se encontraban, llevaba consigo sus apuntes y allí, en el silencio que le amparaba resguardada por los árboles, tomaba asiento en un banco y estudiaba unos minutos más.
Otros días, después de ir a pasear, iba hacia la casa de la madre de Miguel, y ella, le recibía encantada de tener más compañía, ya que su padre, estaba trabajando hasta que llegaba la noche.
Especialmente Daniela, era una mujer muy agradable y le gustaba ver cómo aquella chica que al principio le había parecido un poco tímida, era una chica simpática con quien podía pasar rato hablando como si fueran amigas, una relación un poco atípica a la que acostumbraban a tener muchas veces con las suegras, pero en su caso, se podía decir, que Esmeralda había tenido suerte. Y en ciertos aspectos, lograba reconocer a aquella mujer que no pasaba la barrera de los cincuenta, a una mujer cariñosa, afectuosa, altruista... alguien que se preocupaba por los demás y entregaba lo mejor de sí misma. Y entonces, Esmeralda supo a la perfección, de dónde Miguel había heredado aquella bondad que él llevaba consigo mismo desde que se había conocido. Y supo que había tenido mucha suerte de tener a aquella agradable mujer como madre, sin embargo, como la familia no es posible ser escogida, Esmeralda no había tenido la misma fortuna.—No me gusta entrometerme entre vosotros, ya lo sabes cariño—le dijo una mañana Daniela—pero antes de que llegaras, mi hijo nunca me había hablado de ti. Es decir, que fue un poco imprevisto que de la noche a la mañana apareciera contigo. Sobretodo, teniendo en cuenta de que es un muchacho bastante abierto en cuanto a sus sentimientos, y creí que me contaría cuando alguien le gustara, pero supongo que pensar en ti, era como un tesoro que se había guardado para sí mismo—sonrió con alegría—nunca le había visto tan enamorado, pero me gustaría saber cómo pudiste tomar la decisión de abandonarlo prácticamente todo por amor.
—Es fácil dejarlo todo, cuando nada te retiene en ningún lugar—dijo Esmeralda mientras que le ayudaba a lavar los platos, aunque Daniela no se lo hubiese pedido.
—¿Quieres decir que nada te retenía en España?, ¿eso es? —Daniela se mostró un poco confusa—¿No tenías familia?
—Sí, claro, tenía a mis padres—dejaba otro plato encima del fregadero y volvía a repetir una vez más la acción, hablaba distraídamente—pero mi relación con ellos no era muy estrecha; así que cuando Miguel vino a buscarme, si así se le puede decir, entendí lo mucho que me quería, bueno, lo mucho que ambos nos queremos, y supe que porqué no intentarlo. Si más no, la vida es eso, ¿no? Viajar a veces sin ningún lugar al que ir, sin miedo a equivocarse, sólo guardando ilusión, porque las tristezas ya vienen solas.
Daniela le observaba con una ligera sonrisa, y entendía a la perfección porqué su hijo se había enamorado de aquella chica.
...
Cuando aquella tarde Miguel llegó a casa, como siempre, se encontró a Esmeralda estudiando.
—¿Cómo ha ido tu día?—le preguntó sin despegar la mirada del libro. Aunque ya no estuviesen conversando a través de Whatsapp aún continuaban entablando conversación con las mismas preguntas, como si nada hubiese cambiado.Aún seguían siendo cómplices el uno del otro, no solamente estaban saliendo, sino que eran amigos, tenían una confianza especial entre ellos y nadie, absolutamente nadie, podía interponerse entre ellos.
Así que cuando Ailén vio un día a una chica de cabellos azules esperando a la entrada de la universidad Ailén ya empezó a maquinar qué podía hacer para destruir aquella ñoña relación que ellos tenían.
Efectivamente, vio que cuando unos minutos más tarde, Miguel salía de la universidad, abrazó a aquella chica, le sonreía con tanto cariño que ni siquiera lo podía imaginar.Vio cómo pasaban por su lado, lo que Ailén no imaginaba era que Miguel estaba hablando con Esmeralda de Ailén, le decía en aquel momento que aquella era la chica que había intentado terminar con ellos, mientras que Esmeralda sonreía, en una de aquellas sonrisas que emanaban venganza.
Sólo se interponían unos pasos entre ambas chicas y Esmeralda se interpuso en su camino.—Hola. —Dijo secamente, una sonrisa un tanto cínica acompañaba su expresión—eres Ailén, ¿verdad? Bonito nombre—murmuró sarcásticamente
—¿Tú quien eres?—respondió la aludida intentándose hacer la inocente.
—¿Yo? Creí que me reconocerías. Pues déjame decirte que soy la chica a quien le escribiste en el móvil de Miguel—le dio la mano a Miguel y le miró con una sonrisa—sólo venía a decirte que gracias a personas como tú, las relaciones se ven obligadas a superar algunas pruebas, que a veces, lejos de destruirles, les unen todavía más. Así que si nos disculpas, nosotros tenemos que seguir nuestro camino, y para que veas que no te guardo rencor te diré, que sin tan solo eres capaz de de cambiar un poco la forma en la que te comportas, quizás algún día encuentres a alguien que también te vaya a querer, y cuando lo encuentres, estoy segura de que no querrás que unas terceras personas se vean implicadas, ¿no es así, querida?
Ailén no respondía nada. Simplemente miraba hacia el suelo sintiéndose ligeramente humillada. El tono en el que Esmeralda había pronunciado su discurso a propósito había sido alto y claro, así que todo aquel que pasara por allí pudo presenciar a la perfección la escena entre las dos amigas.
Y para que aprendiese la lección, Esmeralda besó a Miguel delante de Ailén que les miraba con desprecio. Esmeralda sonreía con orgullo mientras pensaba en que ya era momento que de una vez por todas, Ailén dejase de entrometerse en sus vidas.
Miguel sonreía a Esmeralda, le encantaba el valor que a veces demostraba su novia. Aquella seguridad que le invadía cada vez más seguido... ya no era la misma de antes. Ahora, era una persona totalmente renovada.N.A: De momento, he pensado en hacer como unos 10 capítulos más y dejarlo aquí, porque tampoco quiero extenderme mucho, ¿qué les parecería?
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Número equivocado
RomanceSu historia comenzó con un simple mensaje: "Querida Amelia [...]", enviado al destinatario equivocado. Cuando Esmeralda lee el mensaje de Miguel, una persona desconocida para ella, entenderá cómo a veces, las personas que menos conocemos, pueden pas...