Capitulo segundo

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Mia estaba frustrada, no había parado de pintar pensando en aquellos ojos azules. Recordaba cuan hermosos eran y su sangre se agitaba. De envidia probablemente, porque ella siempre había querido tener una piel como la suya, ojos como los de él, hermosos, llenos de color y de vida, porque ella era todo lo contrario.

Se miró al espejo y desprecio el color de su pelo, sus ojos raros y su piel pálida, parecía una muerta, sin vida, sin brillo, sin nada que destacar.

Se preguntó porque ella había tenido que ser así, porque no había podido heredar los rasgos ondulados de su madre, el color caoba de su cabello o sus ojos esmeralda, y había tenido que tener el cabello blanco como una anciana y de ojos rojos como la sangre, no le gustaba ser albina, mucho menos cuando necesitaba la protección constante de lentes de sol y ropa que cubriese su cuerpo porque si pasaba mucho tiempo contra los rayos ultravioleta se debilitaba, había conocido muchos albinos y había llegado a la conclusión que ella era el problema, los demás hacían su vida normal mientras ella se recluía como si fuese una excusa y sabía que lo era.

Sin embargo con los años había tenido una vida complaciente, se compró una casa con mucho esfuerzo, y aunque tenía las ventanas recubiertas no le molestaba aquella pequeña oscuridad, tenía un jardín hermoso, un estudio de arte espectacular y triunfaba como artista, una artista anónima se repitió con molestia y tristeza.

Aunque no era fama lo que quería, se conformaba cuando alguien compraba sus obras porque las apreciaba. Y en ese mismo momento estaba pintando unos ojos azules, pero les faltaba algo se dijo, como si algo estuviese escondido en ellos, comenzó a pintar su rostro y pensó en aquellos jeques de aquellos países que siempre había considerado exóticos, él podría ser un príncipe, imagino, por su presencia se lo imaginaria como un príncipe  y así tenía intención de seguir pintándole, sin parar por toda la noche.

Faltaban unas horas para la fiesta de Catherine, lo recordó cuando el zumbido de una alarma la arrastro hacia la realidad y el presente. No quería asistir, pero le agradaba Cat, simplemente no sabía cómo tratar con ella, era tan expresiva, tan cariñosa y abierta, ¡tan hermosa! .Le recordaba todo lo que no era ella, y se casaba con su hermano, su amado hermano. Lo quería tanto, pero no podía parar de darle un trato brusco, se sentía tan nerviosa cuando él le demostraba tan abiertamente sus sentimientos y ella no podía corresponderle de la misma forma.

Para la gente era normal abrazar, demostrar cariño en una sonrisa, pero ella había sido privada de esa enseñanza por lo que era ajena a todo ese mundo lleno de cariño.

Aun no podía olvidar cuando lo conoció, Dimitri la había abrazado y besado en la frente, y aunque su corazón estaba tan feliz le dio un empujón y un certero puñetazo, para su sorpresa el había sonreído feliz y la había abrazado más fuerte, era un masoquista pensó en aquel momento y no le volvió a apartar de la impresión.

A pesar de tener 30 años se comportaba como un niño pequeño y por eso estaba tan feliz de que pudiese encontrar a una mujer que sentara cabeza con él, se lo merecía, se había encargado a temprana edad del negocio empresarial y había abandonado sus propios sueños por el bien de la familia, él era asombroso.

Se animo a si misma, serían solo un par de horas, se presentaría temprano, estaría con su madre, y aunque pasara un tornado le diría a Cat lo que tenía que decirle, le diría lo feliz que estaba por ella y por su hermano, la abrazaría y le daría la bienvenida a la familia.

Comenzó a practicar desde ese mismo momento porque quería que todo fuese perfecto, muy pocas personas la conocían y esta sería la fiesta de cumpleaños de su futura cuñada, nada podía salir mal, se había esforzado en preparar todo y ella misma tenía que arreglarse para la ocasión.

SOLO MIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora