Capitulo decimoquinto

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La llegada a Fuaad fue mucho más ajetreada de lo que esperaban todos los que descendían del avión.

Mia se obligó a sonreír y no demostrar el pánico que sentía cada vez que un flash iluminaba su cara.
Fueron recibidos por la guardia real, demasiados reporteros y todos los habitantes en el aeropuerto que se inclinaban respetuosamente a medida que su rey cruzaba la pista para resguardarse. Estaba atestado de gente.

Mia observó todo con ojo crítico. Los soldados armados hasta los dientes, los civiles con un respeto absoluto. Miedo, el aire estaba cargado de él.

Cuando subió a la limusina junto al Sheyj Kabir se sintió aliviada, le costaba más de lo que pensaba mantenerse indiferente ante Dave. Nunca lo miro directamente, sino que ocupó el viejo truco del reflejo, dándose cuenta de que Dave nunca apartó sus ojos de ella.

-No estés nerviosa, se lo que estás pensando- Le dijo el patriarca con mirada amable

-¿Si?- Aventuró indecisa

-El país está pasando por cambios que no a todos agrada, algunos prefieren lo retrógrado y permanecer en las viejas costumbres-

-¿Y donde lo posicionamos a usted mi Sheyj?-

-En ese grupo- Sonrió complacido -La diferencia es que yo soy leal a Fuaad. Aún cuando me apegue a nuestras viejas costumbres, siempre voy a querer lo mejor para mi pueblo, y lo mejor es el Ast Dave-

-Pero no todos piensan así- Concluyó Mia un poco preocupada.

-Exactamente, por eso quiero pedirte que te lleves bien con mi hija, es taciturna, pero de gran corazón y me preocupa que este siendo influenciada por malas lenguas-

Mia no pudo evitar ablandarse. Ver el amor de un padre por sus hijos era algo a lo que no podía permanecer impasible.

-Si es su hija, no dudo de sus cualidades-

-Eres una joven muy dulce, cuando estés en el palacio no te olvides de que yo te he concedido mi confianza y sobre todo mi respeto, no te sientas una extraña porque eres nuestra preciada invitada-

La palmo suavemente en las manos, y ese gesto puso un nudo en su garganta.
Respeto, algo que siempre anhelaba de los demás y que se esmeraba por conseguir, se lo otorgaban tan fácilmente que no podía evitar sentirse bendecida de conocer a aquel hombre.

-Me hace enormemente feliz- Le sonrió Mia en respuesta, pero esa felicidad duro hasta que llegaron al recinto del palacio.

La sola entrada denotaba pomposidad y dinero. Enormes muros de granito rojizo rodeaban el palacio, como una fortaleza impenetrable. Pasaron por la única entrada, una inmensa reja de metal con hermosos diseños intrincados. El nerviosismo estaba haciendo un agujero  en su interior hasta que entraron en el recinto.

Fue cuando la limusina se aventuró en aquella selva que todos sus malos pensamientos se difuminaron. Plantas de todo tipo y de todos los tamaños posibles rodeaban el palacio, las flores de colores que nunca antes había visto crecían salvajemente y con una armonía perfecta que sólo la naturaleza podía brindar.

Sus ojos de artista no pararon en deleitarse de aquel Edén. Aquel hermoso lugar disipó de su mente cualquier preocupación que la rondaba, ni siquiera pensó que todo aquello pertenecía a Dave. Para ella era un regalo a sus sentidos y se moría de ganas por tener cualquier herramienta que le permitiera estampar tanta belleza. Sería un reto, y ella amaba los retos.

En su mente hacia planes futuros sobre las decisiones sobre los colores a mezclar, como poder realzar las texturas que sus ojos distinguían y sobretodo ¿Cuando lo haría? No podía estar tantos días sin pintar. ¿Qué haría si no pintaba?

SOLO MIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora