Capítulo trigésimo segundo

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Estaba escondido cuando vio entrar a los paramédicos a la habitación de Mia. Un dolor atravesó su pecho pero lo ignoro, sabía que no podía seguirla, sabía que no podía protegerla, sabía que no era suya.

Cuando los vio salir enterró el dolor que sentía y el pánico muy al fondo de su corazón, aún así, eso no evito que su  boca se secara y  un nudo en la garganta le dificultase respirar.

Sentía que las fuerzas lo abandonaban y el dolor lo recorría como cuchillas por su cuerpo. Eso no fue nada en comparación a lo que se desbordo de su interior cuando escucho que lo llamo. Ella lo llamó a él.

Su cuerpo respondió por sí solo, se acercó a ella, pero al ver como su familia la protegía y Dimitri alzaba su mano para detenerlo, no tuvo más remedio que aplastar la esperanza que albergaba.

Se quedo estático, observando como sus ojos rojos se cerraban y aquella imagen se gravo como fuego en su memoria. Una imagen que no tendría porque ocurrir si él hubiese cuidado de ella, su dolor sería  la pena por su error, por siempre.

Comenzó a caminar hasta el único lugar donde estaría solo y alejado de todo.
Cada paso era una estaca sobre su corazón, cada segundo en el que ella se alejaba era un dolor sordo sobre su cuerpo entumecido.
Cuando por fin pudo llegar a su pequeño paraíso, la intensidad de su agonía recorría por su cuerpo como una corriente tortuosa, hasta que estallo y fue incapaz de sostenerse en pie.

Simplemente dejo que todo saliera, que el desconsuelo lo invadirá para poder dejar que fluyera hacia afuera. Aun así su pesar nunca mitigo, si Mia no estaba a su lado tendría que aprender a vivir con aquel tormento, ella era la única que podía consolar su corazón, era la única...siempre seria su único amor. Y darse cuenta de que había dejado ir su amor lo atormentaría por siempre.

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Meses después

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-Alana...tengo hambre- Se quejo Mia caminando hacia su cocina. El aroma había alcanzado su estudio de arte y había bajado para ver que estaría cocinando su amiga.

-Debes esperar a que termine de cocinar- Replico esta sonriente.

-¿Un poquito?-

Pero Alana era firme por lo que no se salió con la suya.

-¿Dónde está Naim?- Pregunto curiosa al no verlo montar guardia a su lado.

-Salió a la embajada- Dijo Alana reticente.

-Entiendo...veré televisión- Dijo como si nada, pero realmente no podía evitar preguntarse qué es lo que estaba haciendo.

-No te preocupes, solo tenía que enviar una carta- Le explico Alana desde la cocina.

-Ajam-

Alana evito decirle que la carta era una invitación, no quería que Mia se entusiasmara, no después de que por fin después de medio año comenzaba a recuperarse.

Aun recordaba los primeros días después de que regresaron de Alemania.

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Hace cuatro meses atrás

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Dimitri se revolvía el pelo mientras hablaba con su madre

SOLO MIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora