Capitulo undécimo

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Cuando Mia contemplo sus obras una furia comenzó a emerger desde su interior.

¿Cómo era posible? ¿Cómo se atrevían a hacerle eso?

Varias de esas obras las dono para caridad, y otras las dejó como exhibición en su galería personal, también habían algunas que ella había dicho que debían venderse a menor precio, y todas tenían una maldita etiqueta, ¡Los precios eran desbordante ¡Que aberración! ¡Su propia galería le robaba!

Sentía mucho dolor, este no era el tipo de arte que quería mostrar al mundo, no era la forma, quería que su arte fuese única, quería que las personas mirasen sus obras y se maravillaran, no que vieran sus pinturas como mera mercancía, quería, quería gritar y despedir a todo el mundo, quería desquitarse, pero no podía sin desenmascararse y eso la llenaba de ira y de una tristeza profunda.

-¿Estas bien?- Una voz ronroneante la saco de su ensimismamiento -¿Necesitas algo?- Vio en sus ojos una preocupación tan real, que no pudo evitar derramar un par de lágrimas.

-Lo siento- Se excusó Mia intentando ver algún lugar donde escapar

-No tienes porque- La joven, sin duda menor que ella, enjugo sus lágrimas con un paño con una delicadeza digna de un hada y luego le sonrió tan alegremente que Mia no pudo resistirse a sonreír con ella-.

-Lo siento- Repitió avergonzada

-Enserio, no tienes porque, o me harás sentir mal, porque al verte llorar me ha alegrado el día- Sonrió más abiertamente la dulce joven.

-Me alegra que mis lagrimas te hagan feliz- Rio con sorna Mia, no estaba de ánimos para burlas.

-No me malentiendas, es que hace mucho tiempo no veía una reacción tan sincera al ver una de estas pinturas-

-Oh, eso...-Mia observo la pintura que tenía enfrente, a lo lejos el mar embravecido, como una súper tormenta y en primer plano un risco donde una mujer llora desconsolada. Era mejor hacerle creer que lloraba por la pintura

-Al principio siempre era así, las galerías se llenaban de lágrimas, sonrisas, risitas disimulas y frases de asombro, daba gusto trabajar e interactuar con las personas que admiraban tanta belleza-

-¿Qué paso?- Pregunto Mia demasiado interesada y al ver como la joven dudaba sonrió. -No se lo contare a nadie, soy Mia-

-Soy Rebecca, pero mis amigos me dicen Becca- Se estrecharon las manos y luego comenzaron a pasear en el pasillo donde las pinturas se exponían.

-Cuéntame Becca, ¿porque la inauguración parece tan fría?, parece un desfile de pavos reales en un gallinero- Sentencio Mia al ver todo el lugar.

-Jaja, no lo pude haber dicho mejor. Trabajo desde hace mucho tiempo con el arte, he sido representante de algunos artistas hasta que se lanzan al estrellato, pero debo decir que no descubrí a este que hoy se homenajea, sino que fue mi jefa, aunque ella nunca le ha visto siempre se ha jactado de su relación, y aunque muchos crean que es caprichoso, la verdad es que tiene un mal representante- Dijo con cierta tristeza en su voz

- Aunque muchos artistas la prefieren porque es verdad que se hacen ricos, ella sabe cómo mover dinero, pero poco a poco ha estado matando la verdadera esencia del artista- Comento con cierta renuencia.

-Los precios son demasiado, nadie podría comprar algo así a menos que fuese rico- Aclaro Mia decepcionada.

-Pues claro, eso es lo que lo hace tan exclusivo, aunque a veces no tiene necesidad porque su arte habla por sí solo de su talento, y yo siempre ansió ver más de sus obras, me gustaría poder decirle que hay otras forma de volverse exclusivo-

SOLO MIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora