Coliseo (parte 1).

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El torneo del Caribe.

Levanto la mirada y observo un gran número de peleadores a mí alrededor, pero solo una chica, pelirroja, capta toda mi atención. Está viendo con ojos de fascinación, al caballero de armadura dorada que está hablando con ella.

Su cara refleja orgullo por sus grandes hazañas, un chico joven, muy bien parecido, cabellos dorados y la mejor sonrisa, describen a este niño rico, cual porta una muy buena armadura que cubre gran parte de su cuerpo.

"Seguro que tiene pavor, a que alguien le haga el más mínimo rasguño", me burlo en mi mente.

Pero me siento celoso de que la chica que me ha gustado, desde los pocos años que estuve con ella en la escuela, esté "coqueteando" con el personaje más reluciente del lugar (aparte de ella, claro). Siempre he considerado que es, la más hermosa y modelada chica que haya existido en este mundo.

Con una altura promedio, acertada a su contextura atlética, buen escote y curvas que cualquier pista peligrosa le ha de envidiar, para mí y muchos hombres, seria la mujer perfecta. Toda una amazona en el buen sentido de la palabra. "Uff, amazonas", un repentino escalofrío recorre toda mi espalda al recordarlas.

Después de estudiar unos años en una escuela pública, conmigo, sus padres la llevaron a un mejor pueblo, para darle una buena educación en las artes de la guerra y la lucha. Mientras que yo fui a parar a un basurero, después de que el orfanato fue cerrado. Allí he vivido desde entonces, y sí, mi vida es una basura, literal.

Ahora quiero ver si sus estudios rindieron frutos, claro si estuviese en su bloque, lo cual por su número 24 y el color rojo de su identificación, algo me dice que si no vence en su contienda y no pasa a la final, no podré probar en carne propia de que es capaz.

"Pero no es hora de preocuparte por ella, Joel, tienes que concentrarte. Aquí hay muchas personas fuertes o al menos eso espero", una gran sonrisa de felicidad se dibuja en mi cara sabiendo que, entraremos 40 y solo saldrá uno por cada bloque.

—Oye tú —una voz ronca me saca de mis pensamientos y giro mi cabeza hacía ella.

—¿Te conozco? — le respondo al hombre de dos metros veinte, que está parado a mi lado, con cara de no haber cogido en par de meses.

—No, pero sé de dónde vienes —me mira con odio— ¡Asesino!

Todos voltean a vernos y el silencio se apoderó de la sala.

—Disculpa, pero creo que me has confundido con otra persona, así que....

—¡No! —Pisa fuerte y aprieta su puño—. Sé que eres uno de ellos, idiota, no te hagas el inocente con migó.

—Está bien, dime algo ¿Porque dices que soy un asesino? —me tomó de la túnica y me alza en el aire.

—No te hagas el listo niño, tu túnica es un emblema del clan de los asesinos.

—Ah, te refieres al tipo al que le robe la túnica, ese despistado la dejo tirada por alguna razón y como no tenía dine.... —no me dejo terminar la frase, cuando me golpeó en el estómago.

—Maldito mentiroso —antes de darme otro golpe, alguien detuvo su mano en el aire.

—El no miente, los miembros de este clan de asesinos nunca mentiría, aunque esté bajo amenaza de muerte, es parte de su código —con su otra mano hace que me baje—. No dejare que le hagas daño a este pobre chico, no al menos antes de que empiece su pelea.

—¿Y tú quién diablos crees que eres, para meterte en asuntos que no te incumben? Niño rico —ahora amenaza con su puño al "héroe de cuentos de hadas".

En eso, mi espada se acerca peligrosamente al cuello del bravucón.

—No te pedí ayuda niño bonito, puedo librar mis propias batallas —digo sin voltear la cara y mirando fijamente al grandote amenazador—. Y tu animal de selva prehistórica, ya te dije que me confundes con alguien más.

—Tu hijo de... ¿te atreves a amenazarme con un arma?

—¡Felicidades! Puedes ver, y ya que no eres ciego —señalo la identificación con el número 08 y color verde, que está en mi túnica—, porque no miras y te das cuenta de que estamos en el mismo bloque.

El mira su identificación con el número 34 y color verde.

—No, tú no llegarás a la arena con vida —responde con voz amenazante.

Se dispone atacarme, cuando unos hombres, que llevaban el mismo atuendo que él, le frenaron y le señalaron a un supervisor, el cual tenía órdenes de mantener el orden en la sala y si alguien empezaba una riña, lo sacarían del torneo sin titubear.

De mala gana, el bravucón decidió dar media vuelta, no sin antes dedicarme una canción.

—Estás muerto niño —luego señaló al caballero y dijo—. Tú también llevarás un poco, por metiche —y se marchó a una esquina con los que supongo sus amigos, a esperar a que comenzara el combate.

Guarde mi espada y mire al caballero, pero antes de hablar una voz muy femenina y dulce me interrumpe.

—¿Te encuentras bien? —pregunta Denisha, giro mi cabeza con rapidez sorprendido por su presencia, la cual no había notado que estaba tan cerca de mí y luego de sonrojarme por su preocupación, inhalo profundo, inflo el pecho y con la voz más profunda de macho-varonil, respondo.

—Sí, no te preocupes, yo...

—Si preciosa, solo que me encanta ayudar a los más débiles —el niño rico responde a la pregunta que en algún momento pensé se dirigía a mí.

"Trágame tierra", y pienso en correr e irme a vivir donde las vacas den chocolate caliente para consolarme.

—Oye amigo —la odiosa voz del caballero me saca de mis pensamientos—, te sugiero que te deshagas de esta túnica, si es que no quieres más malentendidos, ¿entendéis?

—Nadie pidió tu consejo —respondo despreciando su amabilidad.

—¡Oye! no seas tan mal agradecido —responde Denisha, con un tono de reproche—. No ves que estarías descalificado si no fuese por él.

Por un momento quise ponerme firme, pero por más que me costara aceptarlo, ella tenía razón.

—Y por eso seré amable con él, cuando nos enfrentemos. —dije con una gran sonrisa llena de sarcasmo y señalando su identificación, con el número 09 y color verde.

—¡Tú! ¿Amable conmigo? —dijo en un tono burlón—. Que sea un trato pordiosero, veamos de qué estás hecho —y riendo se alejó con Denisha en brazo.

No solo seguía celoso de que el niño rico estuviese con mi amada (en secreto), también estaba avergonzado por lo patético que me debí de ver ante ese grandulón, más furioso con el niño rico por la forma que me trato y... ¿Saben qué? Es mejor que les demuestre a todos y todas de lo que soy capaz. Ah y miren eso, justo a tiempo. Porque la contienda acaba de empezar.

Tres EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora