Y nos volvemos a ver (parte 4): No debiste cortar mis manos.

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Pequeño mensaje antes de iniciar: si ya sé que me tarde un par de días en subirlo, pero tengo mis razones. Este es un capitulo bastante largo, yo diría un dos por uno (hace mucho que no escribo uno tan largo), pero eso es porque la próxima semana no subiré cap. Me he empeñado mucho en hacer este, así que espero que lo disfruten. Reproducir vídeo cuando se les indique.

"¡Arnaldo es un mal nacido, él sabía desde un inicio, pero no hizo nada!", En mis pensamientos solo estaba la palabra venganza, y se repetía una y otra vez. "Era verdad que yo había desatado unos cuantos demonio hace unas semanas, pero joder, fueron prácticamente un puto accidente", había abandonado el edificio y me había internado en la ciudad. Ni siquiera sabía para dónde iba, solo caminaba y caminaba, buscando que se me presentará una sola oportunidad para descargar mi furia, cuando de la nada, algo chocó contra mí.

—Disculpe señor, yo... —era un niño, uno de 12 años a lo mucho.

—¡Te tengo ladronzuelo! —el niño fue apresado del brazo por un hombre obeso, de barba poblada y turbante en la cabeza—. Hasta que por fin te agarro.

—¡No, por favor! Déjeme ir, yo no hice nada —imploró el niño muerto del miedo.

—¡No te hagas el inocente ahora! Sabes lo que les pasa a los ladrones en esta ciudad —al escuchar estas palabras el niño forcejeó con desesperación, mientras que gritaba para que lo soltaran.

El mocoso estaba sucio de pie a cabeza, tenía una ropa muy vieja encima, la piel la tenía pegada a sus huesos y se notaba que su alimentación era pésima. Sentí compasión por el niño, ya que ni siquiera yo en mis peores días había pasado por tanto.

—Un segundo amigo, vamos a calmarnos —tome el brazo del hombre para liberar al muchacho—. No importa que se robó, yo lo pago.

—Lo siento pero lo que él se robó no es nada, el problema es que si no damos el ejemplo y cumplimos con la ley, estás alimañas se reproducirán como los ratones y de la nada, tendremos a más ladrones en las calles de lo que podremos controlar —el hombre se dirigió con firmeza al chico, que ahora estaba siendo retenido por mi mano.

—¿Y cuál es ese dichoso castigo? —exigí saber.

—Contarle una mano —sentenció con crudeza el comerciante. El chico esta vez intento salir corriendo de mi agarre pero no lo deje.

—¡¿Espera, qué?!

—¡Por favor déjeme ir! —balbuceó entre llantos el pequeño ladrón.

—Tranquilo, yo resuelvo esto —le guiño el ojo, para luego volverme hacia el hombre robusto.

—¿Y cómo se supone que sea eso? ¿No entiende que es la ley de la ciudad...? —el hombre me mira de pie a cabeza y enseñando su arma (un revólver de cañón muy largo), me amenaza— ¡¿...extranjero?!

—¿Que tal un cambio? Usted me castiga a mí por los actos de este chico y el sale libre.

—¡¿Estás demente?! ¿Quieres perder una mano por un ladrón? —la sorpresa del comerciante no fue poca y gracias a sus palabras, las personas a nuestro alrededor notaron la discusión y comenzaron aglomerarse a nuestro alrededor, listos para curiosear un poco.

—Ese es mi problema, dígame ¿Que decide? —las personas comenzaron a votar, unos gritaban "córtasela", otros decían que no, que mejor al chico quién era que se lo merecía.

Pronto casi todo el mercado estaba sobre nosotros esperando ver lo que sucedía. El hombre dudo un momento, pero al final tomo su decisión. Cortaría mi mano.

—Sin embargo, quiero que el chico vea cuando lo haga. A ver si así aprende de sus errores —dijo casi de mala gana y escupiendo en el suelo.

—Perfecto —asentí casi sonriendo. En cambio el chico seguía asustado, está vez porque no quería que yo perdiera mi mano por su culpa—. No cierres los ojos, niño —le ordene y para reafirmar mi confianza, le guiñe un ojo.

Tres EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora