El amor de mi vida.

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Un año más tarde, todo se había hecho una rutina: 5 de la mañana, calentamiento, dar 5 vueltas al basurero. Terminaba y de una vez hacer formas con las espadas (ya saben, balancear la espada mil veces en una sola dirección). Saltar montículos de basura en la tarde (objetivo, no tocar el suelo durante una hora, sin pasar más de 5 segundos en uno), un ejercicio bastante pesado, pero que a final de año pude dominar.

En la tarde le hacía toda clase de mandados al viejo, el principal era, entregar espadas a desconocidos y recibir plantas exóticas a cambio (algo estúpido si me preguntan a mi), porque al anciano le encantaban estas plantas. Y antes de acostarme tenía que dar otra vuelta al basurero, esta vez con las manos.

Si, ese era mí día a día, excepto por los domingos, donde lo único que cambiaba era que podía visitar las tumbas de mis hermanos y tenía 1 hora de libertad.

Me encontraba en el patio de la casa del viejo, lleno de flores y plantas exóticas. Estaba haciendo formas con la espada (como siempre) y sin perder la concentración digo.

—Viejo, sé que dije que haría todo lo que usted dijera, sin cuestionar nada, pero...

—¿Ya te quieres ir? Sabes que eres libre de irte cuando quieras.

—No es eso, es que —dejo de hacer las formas y me giro hacia el—. Míreme, ya tengo un año haciendo esto y sigo siendo flacucho.

—Te das cuenta de que solo tienes 12 años ¿verdad?

—Lo sé, pero... —Camino hasta una puerta y la abro para dejar ver cientos de pesas, todas con masas diferentes (10kg, 30kg, 100kg, etc.)— ¿Qué tal si hago unos cuantos levantamientos?

—¿Ya terminaste de las formas?

—Si —respondo de mala gana.

—Bien, ya puedes irte a saltar.

—¿En serio viejo? —cierro la puerta y me acerco a el—. Ya domino todos los entrenamientos. Necesito ganar músculos.

—Lo que necesitas es una nueva rutina —me golpea en la cabeza—. No me percaté de que dominaste todo en muy poco tiempo ¿Que comes chico? Un niño de tu edad no debería de hacer eso.

—Pues unos huevos hervidos con... ¡Un segundo! Y si un niño como yo no debería de estar haciendo esto ¿¡Por qué me obligo hacerlo!?

—¡He! ¿Qué te he dicho de las cosas obligatorias? —me reprocho cambiando de tema.

—Que nada es obligatorio, uno decide todo lo que nos pasa y si no controlamos nuestras decisiones, es porque somos muy débiles para oponernos a los deseos de los demás. El hombre más fuerte del mundo, es el más libre de todos.

—Bien dicho —Me felicita y luego me pregunta— ¿A que estas llamado tú?

—Hacer el hombre más libre de todos. Solo así podre cumplir mi verdadero deseo.

—Ahora, vete a saltar esos montículos y en lugar de ser 5 segundos, que sean 3 —intento quejarme, pero me golpea en la cabeza—. Mientras tanto, iré pensando en una nueva rutina para ti.

—¡Auch! Don chiche, usted siempre será más libre que yo.

—Se nota que eres joven y estúpido, muy estúpido —Ese era el viejo, duro, pero justo—. Ya vete.

Estaba saltando como siempre, pero con la nueva regla, la estancia era menor en cada montículo, para la media hora ya sentía que tenía 2h con la regla anterior. Y en un momento colapse, no pude saltar con fuerza para llegar al siguiente montículo y caí al suelo. Me golpee la cabeza tan fuerte como nunca antes y eso provoco una regresión de mis recuerdos traumáticos. Lo recordé todo, por más pequeño que estuviera en ese tiempo, todo quedo grabado en mi mente. Lo estaba repitiendo ahora como una película. Las amazonas, las muertes, mis padres.

Tres EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora