Coliseo (parte 2).

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—¡Damas y caballeros! Veteranos y novatos, y a todos los que nos están observado desde sus dispositivos electrónicos, llevado a ustedes gracias a "Telecomunicaciones Baiker y asociados". Bienvenidos al septuagésimo Torneo Campal del Caribe, con sede en la isla del Nuevo Mundo*, Cristóbal* —comentarista 1.

—Torneo que califica a los mejores guerreros de las islas del Caribe, para ir al torneo del Nuevo Mundo, con sede en la tierra de los nuevos dioses, Nueva Roma*. Allá tendrán la oportunidad de ser reclutados por una de dos familias aliadas —comentarista 2.

—La gran familia real, bendecida por los dioses antiguos, gobernante de medio mundo; procreadora de semidioses; creadora de todas las leyes que nos rigen, juez, jurado y verdugo de la justicia divina en la tierra ¡Los Leo! —comentarista 1.

—Y la familia naval, colonizador de continentes, bendecida por los nuevos dioses, administradora del nuevo mundo; poseedora de riquezas inimaginable y procreadora de héroes, ¡Los Narval! —comentarista 2.

—¡Yo soy Pedro! —revela el comentarista 1.

—¡Y yo Juan! —revela el comentarista 2.

—Y seremos sus afortunados narradores, durante el transcurso del torneo —pronuncian los dos hombres al unísono.

El público llena con sus gritos de euforia todo el coliseo. Todos están emocionados, esperando a que salgan los primeros guerreros del área de espera, donde me encuentro esperando a que abran las puertas para ingresar a la arena.

Luego de unos anuncios publicitarios y que los comentarista terminen de hablar de su día, saludos, referencias, presentación de los jueces y árbitros. Indican las reglas a los nuevos participantes y los novatos que ven por primera vez este torneo.

—Bien Pedro, recordemos unas cuantas reglas para la contienda, para que todos estén al tanto —en la sala de espera se escuchan las palabras de los narradores, gracias a unos altavoces que se encuentran dispersos por toda el lugar.

—Estoy de acuerdo, Juan.

—Primera regla, luchador que maté a más de 4 personas, será descalificado automáticamente.

—Segunda regla, si sales del área marcada y caes al agua, estás fuera.

—Tercer regla, todas las armas, drogas de refuerzo y trampas, están permitidas.

—¡Vaya, con esas reglas tendremos una gran batalla! ¿No es así Juan?

—Estas en lo correcto amigo, y ya es hora de demostrar nuestra lealtad a la realeza, entonando la canción oficial de la familia real —una música instrumental muy antigua, comienza a sonar y todos de pie, entonan a coro, la letra de la canción.

—Espero que estén viendo esto, donde sea que estén —una lágrima de felicidad, recorre mi mejilla, al observar una foto vieja y deteriorada de mi familia. Luego de guardarla, me levanto de mi asiento y me pongo en marcha para salir.

—¡Suerte! —exclamó una voz que se dirigía a mí.

—¿Eh? —con la mirada busco al caballero, pero me doy cuenta que fue el primero en salir— ¿Me hablas a mí? —le preguntó a Denisha.

—Sí, tonto —esboza una pequeña sonrisa.

Me sonrojó y rápidamente cambió mi cara de bobo enamorado a una de confundido.

—Es que... Pensé... Tú... —balbucee— ¿Te preocupas por mí?

—¿Qué? Ah no, no es eso —pone cara de divertida y juguetona—. Es que te me haces conocido, y algo me dice que no eres tan patético como te vi hace un momento.

Tres EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora