Confesiones

779 59 12
                                    

James quería dormir hace ya un buen rato, pero Remus, Peter y Sirius no dejaban de hablar.

Aún comentaban lo ocurrido la noche anterior, reconstituyéndole la noche a Remus, que reía a veces y otras negaba con la cabeza.

-No insistas en que dejemos de hacer esto- bufó Sirius, lanzando una almohada contra el rubio- Sabes que hace mucho dejamos de hacerlo por ti, Lunático.

-Lo hacemos por la adrenalina- rió Peter, asintiendo.

-Y por la diversión- agregó James, con voz adormilada- Pero es agotador. Además Madame Pomfrey me dio tantas pociones para el dolor, que necesito un año de sueño para recuperarme.

Sirius soltó un silbido.

-Por lo que vimos esta mañana estabas con mucha energía- bromeó, con sorna.
-Y durante el almuerzo- añadió Peter, con voz cantarina.

-Y por la tarde, junto al lago- agregó Remus, contando con los dedos.

-Y durante la cena- sumó Peter, entusiasmado.

-¡Y luego de la cena!- se burló en una risa Remus.

-¡Y no olvidemos, antes de subir a dormir!- añadió Sirius con sarcasmo.

Las risas reventaran en la habitación. James soltó un gruñido profundo, resoplando que quería dormir.

Entonces se oyó un suave golpecito en la puerta, como si alguien tocara, pidiendo permiso para entrar.

Los cuatro chicos se sentaron en sus camas, mirándose sorprendidos.

Fue Sirius quien se levantó, y con un gesto ordenó al resto a guardar silencio.

Escucharon un momento y nuevamente se oyó el golpeteo.

Sirius alzó una ceja, intercambiando una mirada con James que asintió, comprendiendo.

Sirius abrió la puerta y asomó la cabeza al pasillo.

-¿Qué rayos haces aquí?- murmuró fuerte, intentando no alzar la voz.

Se oyó un murmullo femenino de respuesta y los tres merodeadores aún acostados se miraron curiosos.

James tenía ambas cejas levantadas, y Remus negaba con la cabeza, divertido.

Se oyeron leves murmullos, y Sirius, sin dar mayores explicaciones, sacó el resto de su cuerpo de la habitación y cerró la puerta tras él.

Los otros tres saltaron de sus camas y pegaron los oídos a la puerta. No lograban distinguir lo que hablaban, más allá de un susurro masculino y uno femenino.

Unos minutos después la puerta volvió a abrirse y los tres chicos dieron un salto para alejarse.

Sirius entró y volvió a cerrar la puerta. Parecía nervioso y compungido.

-¿Qué ocurre?- preguntó James.

- Tenemos problemas- sentenció Sirius, sombrío.

...

Pronto se dio cuenta de la locura que estaba haciendo.

Allí, de pie, descalza en medio del pasillo de los cuartos de los chicos y completamente a obscuras notó que no había pensado en ponerse nada sobre el pijama más que un simple chaleco. Sus pies estaban descalzos- con la prisa no pensó si quiera en ponerse unas medias- y la madera fría le dolía bajo ellos.

Ni siquiera lograba recordar muy claramente en qué pensaba cuando decidió llegar hasta allí y golpear a la puerta de los merodeadores.

Bueno, las cosas no habían salido como ella esperaba, en todo caso.

MaraudersTimes: Desde el fin del principioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora