El ministro de magia

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-¡Estoy agotada!- bufó Alice, dejándose caer con fuerza en una de las sillitas del comedor.- ¡Sólo quiero que llegue pronto Frank para ir a casa!

Se hallaban en la sede de la orden, como casi todos los días desde el ataque en el Callejón Diagon.

Lily le sonrió, comprendiendo. Se sentía igual.

Habían estado todo el día trabajando en una enorme cantidad de pociones que Dumbledore les había encargado.

Desde que habían hablado con el Director y Moody, a todos se les asignaron a todos tareas: Sirius acompañaba a algún miembro encubierto al Ministerio, utilizando sus dotes de Animago y con la gracia de no hallarse registrado, lo que hacía imposible que lo identificaran.

Peter y Remus tenían misiones algo más complejas: el primero, pudiendo usar su forma de rata, lograba vigilar de cerca a magos sospechosos, que pudieran estar embrujados o voluntariamente en contacto con Mortífagos, a fin de obtener alguna información sobre Voldemort y sus planea; y el segundo, debía pasar grandes temporadas entre los que él llamaba despectivamente "los suyos", ya que habían recibido información de que violentos Licántropos se habían unido a las filas del señor Tenebroso.

James, por su parte, trabajaba codo a codo con distintos Aurores, apoyándolos en distintas -y secretas- misiones que Dumbledore o Moody les asignaban.

Lily, en cambio, por sus habilidades en pociones trabajaba principalmente en mantener un stock de las más necesarias  en la despensa de la orden: pociones curativas de distinto tipo, pociones multijugos y unas cuantas más complejas y de preparación mucho más lenta.

Alice le ayudaba en todo, principalmente en la manutención de ingredientes, ya que tenía grandes habilidades en el cuidado de ciertas plantas que ella misma había comenzado a producir en la casa que compartían con Frank.

Aquella jornada había sido especialmente agotadora, ya que habían dejado en preparación una serie de pociones que estarían lista en largo tiempo, además de algunas pociones curativas que necesitaba Jean, la medimaga del equipo, con urgencia.

Ya la noche había caído hacía un rato cuando las tres chicas habían decidido hacer una pausa para beber un té caliente y comer algún bocadillo.

-¡Sólo espero que estén bien!- dejó escapar Alice, bebiendo de su tazón humeante.- ¡Odio no tener noticias!

Lily prefirió no comentar. El trabajo en las pociones era lo único que la mantenía cuerda durante el tiempo que James estaba fuera, haciendo guardia en algún lugar o quizás en qué otra misión peligrosa.

El trabajo y claro, las constantes entradas y salidas de gente desde la sede.

La guarida de la orden era visitada por mucha gente durante todo el día: Albus Dumbledore se pasaba por allí de vez en cuando, Aurores, profesores de Hogwarts y una serie de otros magos que pertenecían a ella también, ya sea para un breve descaso, recortar alguna información o recibir nuevas instrucciones.

Lily había descubierto al poco tiempo que el selecto grupo que conformaba la orden tenía miembros de todo tipo y ubicados en trabajos u oficios de lo más peculiares y diversos.
Conocerlos y enterarse de lo que ocurría fuera resultaba interesante, y a la vez, sumamente aterrador.

Las cosas en el mundo mágico iban de mal en peor.
Voldemort se alzaba sobre ellos como una gigantesca sombra de terror y muerte.

El timbre eléctrico de la entrada falsa sonó dos veces,haciendo que Jean se levantara de su puesto en cuanto se hubo sentado.

Lily oyó como pasaba la primera puerta y la cerraba tras ella.

Alice y ella, sin poder evitarlo, se mantuvieron en silencio, observando la puerta por la que la joven había cruzado.

MaraudersTimes: Desde el fin del principioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora