Capítulo 28

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Lunes. Qué asco. Habían entrenamientos y tenía planeado hablar con Nico ese día. Me desperté relativamente temprano. Odiaba que los entrenamientos fueran a las seis de la mañana. Al llegar al campo de entrenamientos ya estaban casi todos allí. Todos estaban entrenando a sus respectivos grupos. Todos menos Nico. Traté de encontrarlo entre los estudiantes pero no estaba allí.

- ¿A quién buscas? - preguntó Percy, como siempre, metiéndose en donde no lo llaman.

- A nadie - dije dejando de estirar el cuello - Aparte, ¿a ti qué?

- Espero que no te hayas roto el cuello de tanto estirarlo - contestó riendo.

- No seas tonto - dije y caminé hacia mi lugar. Me detuve y me volteé hacia él - ¿Has visto a mi hermano?

- Dijo que no se sentía bien y que se quedaría en nuestra habitación - contestó él indiferente. Asentí con la cabeza y fui con Clarisse para avisarle que no podría estar en los entrenamientos.

- Clarisse. Tendrás que encargarte de los chicos sola - dije cuando estaba a su lado.

- ¿Qué? - preguntó ofendida.

- Por los dioses, Clarisse. No seas tan dramática. Será sólo por hoy.

- ¿Es en serio, Isadora? ¿Crees que voy a poder controlar a tantos estudiantes yo sola? - preguntó señalándolos. Casualmente me di cuenta de que Draco nos estaba mirando y no le quité la mirada de encima. Sabía que eso le recordaría que lo había visto en el callejón. Él solamente se sonrojó y se integró de nuevo a los estudiantes.

- No, claro que sé que no podrás tú sola pero no tengo otra opción - contesté.

- Me siento ofendida - dijo ella molesta.

- Ese era el punto - contesté y me alejé de ella.

Entré al castillo y fui directamente a la Sala Común de Gryffindor. Subí a las habitaciones y cuando llegué a la de Nico, toqué la puerta. Nadie abría así que empecé a aporrearla. Nico la abrió y al verme la volvió a cerrar. Antes de que hiciera eso, yo ya había puesto mi pie entre la pared y la puerta y tuvo que dejarme entrar.

Cuando ya estaba adentro, vi que Nico se había sentado en la cama. Tenía los ojos un tanto llorosos y sentí su tristeza. Estábamos un tanto distanciados pero aún era mi hermano. Sabía que no estaba bien.

- ¿Nico? - dije un tanto dudosa. No quería hacerlo sentir peor de lo que ya se estaba sintiendo.

- Déjame solo, Isadora - dijo señalando la puerta "echándome" - No quiero hablar de nada - caminé hasta él y me senté a su lado.

- Yo sé que no quieres hablar con nadie. Solo vine para recordarte el hecho de que somos hermanos. Sé que no te sientes bien - me sentía triste por él. Sabía que él ni siquiera sabía qué hacer.

- Ahora sí quieres que seamos hermanos, ¿no? - agregó sarcásticamente mientras se secaba la lágrima que acababa de caer sobre su mano.

- Siempre hemos sido hermanos. No siempre nos llevamos bien pero así es como funciona - contesté yo sin dejar de verlo - Y quiero saber cómo estás - agregué.

- Solo sé que estoy confundido - contestó él volteando a verme - No sé qué es lo que tengo que hacer ahora. Tú ya lo sabes todo.

Mi Razón de CambiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora