Capítulo 39

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A los dos días de que la pequeña esté en casa Sam viene a conocerla y se queda con nosotros un par de días, después mis padres vienen una semana, es agotador, pero me gusta estar con la familia. Cuando llegamos de llevar a mis padres al aeropuerto Dougie y yo nos acurrucamos en el sofá a ver una película mientras Sophie duerme y Antonio juega tranquilamente en su habitación.

Al cabo de un rato alguien llama a la puerta, así que me levanto y voy a abrir. Cuando abro la puerta el hombre que hay esperando detrás de ella me resulta familiar, pero no consigo saber por qué.

-Hola, ¿puedo ayudarle? -le pregunto amable.

-Si, ¿está Dougie Poynter? -pregunta él nervioso.

-Claro, le avisaré -le digo mientras vuelvo a cerrar la puerta por precaución y voy a avisar a Dougie-. Es un hombre, pregunta por ti -le digo cuando llego al salón.

-¿No sabes quién es? -pregunta extrañado.

-Su cara me suena de algo, pero no sé de qué -le explico.

-Está bien, iré a ver -dice levantándose y dirigiéndose hacia la puerta.

Yo me quedo en la puerta del salón observándole con la esperanza de descubrir quién es ese hombre.

-¿Qué haces aquí? -pregunta Dougie seco al abrir la puerta.

-Solo quiero disculparme y tratar de solucionar las cosas -escucho decir al hombre al otro lado de la puerta.

-No quiero tus disculpas, es demasiado tarde -dice Dougie cortante.

-Quiero recuperar a mi familia, conocer a mi nieta y -continúa diciendo pero Dougie le interrumpe.

-Te lo repito, es demasiado tarde, si quería tener una familia y conocer a tus nietos tenias que haberlo pensado antes de largarte cuando tenía quince años -le espeta Dougie y le cierra la puerta en la cara.

-Lo siento -oigo decir al hombre justo antes de que la puerta se cierre haciendo tanto ruido que Sophie se despierta y empieza a llorar.

Estoy a punto de ir a atender a la niña, pero cuando Dougie se gira veo que tiene los ojos rojos e hinchados, está empezando a llorar, así que me acerco a él y lo abrazo con fuerza, él me rodea con sus brazos y me aprieta contra su cuerpo.

-¿Era...? -le pregunto separándome un poco de él para mirarle a los ojos.

-Mi padre -contesta serio.

Lo vuelvo a abrazar y después vamos abrazados a atender al bebé. Cuando llegamos a la habitación Dougie coge a la niña y la acuna con cariño.

-Dijo que quería disculparse -me cuenta mirando a la pequeña con amor- que quería conocer a su nieta -añade-, como si yo fuese a permitir que ese cabrón entrase en la vida de mi hija o en la de Antonio, al que, por lo que parece, ni siquiera considera mi hijo.

-Estás mejor sin él -le digo acariciándole la espalda.

-Por supuesto que si, si quería formar parte de mi vida y de la de su nuera y sus nietos, que lo hubiera pensado hace veintidós años, antes de abandonarnos.

-Todavía no me explico cómo ha encontrado nuestra dirección -digo confusa.

-Mi madre se la dio -dice todavía serio sin dejar de mirar a la niña.

-¿Qué? -pregunto incrédula- ¿Cómo lo sabes? -añado.

-Me envió una carta cuando nació Sophie, tú todavía estabas en el hospital y no quise decirte nada porque no estabas en condiciones de preocuparte por mi. Le pregunté a mi madre si sabía cómo había conseguido mi dirección y me dijo que se la había dado ella, me enfadé y le grité diciéndole que no tenía derecho a dársela, entonces ella me contestó diciéndome que a lo que no tenía derecho era a quitarme la oportunidad de perdonarle, que eso tenía que decidirlo yo.

-En realidad, tenía razón -contesto mirándole.

-Lo se -dice levantando la vista para mirarme-, pero él también tenía que haberse dado cuenta de que no quería perdonarle cuando no le contesté a la carta, cuando le colgué el teléfono o cuando dejé de contestárselo. Él si que no tenía derecho a presentarse aquí a molestarnos.

-No te preocupes -le digo acercándome y abrazándolo-, le has cerrado en la puerta en la cara, supongo que le habrá quedado claro que no quieres saber nada de él, no creo que vuelva a aparecer.

-Eso espero -dice apretándome contra su cuerpo con el brazo que tiene libre.


Unos días más tarde estoy con los niños en el parque, mientras Dougie está en el estudio con los chicos preparando el nuevo CD de McFly. Antonio juega tranquilamente mientras yo acuno a Sophie, que duerme plácidamente en mis brazos. De repente alguien se sienta a mi lado, me giro para mirarle y veo que es el padre de Dougie.

-Ni se moleste en intentar acercarse a mi o a mis hijos -le digo antes de darle tiempo a abrir la boca-. Su hijo no quiere saber nada de usted, así que nosotros tampoco.

-Déjame, por lo menos, que te explique lo que pasó -dice.

-Sé lo que pasó, usted abandonó a su mujer y a sus dos hijos y tampoco es que fuera un gran padre antes de eso, así que no, no voy a dejarle explicar nada. Le voy a decir lo mismo que le dijo Dougie el otro día, si quería formar parte de la vida de sus hijos y de sus familias tenía que haberlo pensado antes de marcharse.

-Yo solo... -intenta volver a hablar, pero lo interrumpo.

-Le voy a dejar algo muy claro -empiezo a decirle seria-, Dougie es una de las mejores personas que he conocido nunca, los únicos a los que quiero más que a él son mis hijos, lo ha pasado muy mal en su vida, en parte por su culpa, ahora por fin es feliz y no pienso permitir que usted estropee eso, así que déjenos en paz o me veré obligada a tomar medidas.

Tras esto se levanta y se marcha. Yo llamo a Antonio y meto a Sophie en la silla para irnos a casa.

Cuando llegamos a casa Dougie ya está allí. Le da un beso a Antonio mientras este pasa corriendo, después me abraza y me besa con cariño.

-Tengo algo que contarte -le digo cuando nos separamos, mientras él se inclina para coger a Sophie, que se acaba de despertar.

-No me preocupes -dice incorporándose con la pequeña en brazos.

-Tu padre ha venido a hablar conmigo en el parque -digo cautelosa.

-Es una broma -afirma.

-Jamás bromearía con ese tema -le aseguro.

-No me lo puedo creer -dice enfadado.

-No te preocupes, no creo que vuelva a molestarnos, le he dejado todo muy claro -le digo para tranquilizarle.

-¿Estás segura? -pregunta mirándome serio.

-Si, lo amenacé con tomar medidas en su contra si no dejaba de molestarnos.

-Esa es mi chica -dice rodeándome la cintura con el brazo que tiene libre-, te quiero -me dice y me besa.

-Te quiero -susurro contra sus labios.

Te tengo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora