Capítulo 10

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Me bajo del taxi y me quedo delante de la puerta mirándola con indecisión, con miedo a llamar, porque no sé qué pasará cuando se abra esa puerta. Respiro hondo y llamo al timbre con las manos temblorosas.

-Elena -dice Dougie sorprendido cuando abre la puerta- ¿Qu-qué haces aquí? ¿Cómo has conseguido mi dirección? -añade confuso.

-Te recuerdo que te envié un regalo por tu cumpleaños -le digo fingiendo una sonrisa- Gi me la dio entonces.

-Cierto -responde sonriendo- ¿Qué haces aquí?

-Me ha dejado -solo consigo decirle eso antes de empezar a llorar desconsolada. Dougie me abraza sin hacer más preguntas y me guía dentro.

Me abraza dulcemente sin decir nada hasta que consigo recomponerme, simplemente me frota la espalda con cariño.

-¿Qué ha pasado? -me pregunta cuando al fin dejo de llorar y lo miro a los ojos.

-Me ha dejado, me levanté por la mañana y no estaba, dejó una nota en la cocina -le digo volviendo a sollozar.

-Oh, Dios mio -dice con voz triste- ¿Y el niño? ¿Qué ponía en la nota? -sigue preguntando.

-Decía que me quería pero no soportaba la situación, que sabía que entre tu y yo seguía habiendo sentimientos más allá de la amistad, que no podía hacerme feliz ni yo a él y que volvería porque quiere que su hijo y yo sigamos en su vida. Pero que nuestra relación se ha terminado -le cuento entre sollozos-. Al niño lo he dejado con mis padres.

-Lo siento mucho Elena me siento fatal... -susurra tristemente.

-No es tu culpa es mía... Siento haber venido así de golpe, sin avisar, pero me sentí tan sola al leer esa nota que ni lo pensé, no quería tener que explicarle a mi familia por qué se marchó, así que pensé que te tenía a ti... Aquel día me dijiste que siempre que te necesitase te tendría y... No te puedes imaginar como te necesitaba y te necesito ¿Te tengo? -le pregunto mirándole a los ojos suplicante.

-Siempre, -susurra- siempre me tendrás Elena.

-Gracias Dougie.

-No tienes por qué darlas.

En ese momento siento el impulso de besarle, así que me inclino acercándome a él, pero se aparta, haciéndome sentir completamente estúpida y avergonzada por lo que acabo de hacer, en cuestión de segundos me pongo colorada como un tomate.

-Lo siento -susurro separándome de él.

-No, no lo sientas, me encantaría besarte, pero creo que no estaría bien hacerlo ahora -me dice abrazándome- tu marido te ha abandonado y estás vulnerable, si te besase ahora me sentiría como si me estuviese aprovechando de la situación -trata de explicarse antes de darme un dulce beso en la cabeza-. Y, la verdad, si me besas quiero que estés segura de que quieres hacerlo, si me besas quiero que sea porque quieres estar conmigo, porque si vuelvo a tocar esos labios no pienso volver a dejarlos marchar.

-Lo siento Dougie, no sé por qué lo he hecho -le digo todavía avergonzada por mi comportamiento.

-No tienes por qué disculparte Elena -me dice con cariño-, lo has hecho porque te sientes sola, vulnerable y estás triste. Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites, cuando hayas pensado bien las cosas, si quieres estar conmigo o estar sola un tiempo, qué quieres hacer ahora con tu vida y todas esas cosas yo estaré ahí para apoyarte y ayudarte en lo que pueda.

-Muchísimas gracias Doug, no se que haría ahora mismo sin ti -le digo abrazándole.

Dougie me ayuda a instalarme en su habitación de invitados, sé que no me quedaré mucho tiempo porque ya hecho de menos a mi hijo, pero debo aprovechar bien el tiempo aquí para plantearme mi vida ahora que me he quedado sola con un niño de poco más de un año a mi cargo.

Todavía no le hemos dicho a los demás que estoy en Inglaterra, así que esa noche Dougie y yo cenamos solos en su casa como dos buenos amigos charlando y recordando viejos tiempos. Lo cierto es que nuestra relación apenas duró dos semanas, pero fueron dos semanas increíbles y en vínculo que se creo entre nosotros es tan fuerte como si hubiera durado años.

Esa noche cuando me meto en la cama la cabeza me va a mil por hora, todas las preocupaciones del día, uno de los más duros de mi vida, y todas las cosas que tengo que plantearme a partir de ahora vuelan por mi mente sin dejarme dormir, así que me pongo los auriculares y pongo McFly, a un volumen lo suficientemente alto como para oírlo bien pero no tanto como para que no me deje dormir, y justo antes de quedarme dormida me vuelvo a sentir como cuando tenía 17 años y vine por primera vez a Inglaterra, cosa bastante habitual en mi vida desde que los chicos volvieron a ella.  

Te tengo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora