Capítulo 27

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Cuando nos damos cuenta el día de la boda ya ha llegado. Dougie se ha ido a dormir a casa de uno de mis amigos e iremos en dos barcos distintos a las islas, ya que dicen que da maña suerte que los novios se vean antes de la boda.

Como en casa de mis padres, con toda mi familia y después cogemos el primer barco hacia Cíes, dónde ya están los floristas y los decoradores preparando todo desde esta mañana para que esté listo a las nueve y media de la tarde que será cuando se celebre la ceremonia.

Nada más llegar a las islas me voy corriendo a mi habitación, pues Dougie llegará pronto y no quiero que me vea, además no quiero ver cómo está la decoración, quiero que sea una sorpresa, en la medida de lo posible. En la habitación me tumbo a descansar un rato hasta que llegan la peluquera, la maquilladora y uno de los fotógrafos, ya que también sacarán fotos mientras los novios nos preparamos. Tanto el peinado como el maquillaje son muy sencillos, el peinado es un recogido bajo con unas pequeñas flores blancas, de las que saldrá el velo, y el maquillaje es muy natural, todo con colores nude a juego con mi ramo de flores que está hecho con peonías blancas, rosas y en color melocotón.

Una vez estoy lista y ya queda poco para la ceremonia, así que las chicas me ayudan a vestirme, el vestido es muy sencillo, acorde con el resto de la ceremonia, es blanco, tiene asas finas, con casi toda la espalda al descubierto, el escote en pico y la cintura ancha y ajustada, desde la que sale la falda que llega hasta los pies y que tiene una pequeña cola y es poco voluminosa. Como es una boda en la playa iré descalza, me pondré unas alpargatas blancas cuando la arena empiece a estar demasiado fría, pero de momento solo llevaré una pequeña pulsera dorada en el tobillo. Cuando estoy vestida la peluquera me coloca con cuidado el velo y ya está, estoy lista para salir a casarme con el hombre de mi vida. Las chicas se van todas acoger sitio para ver la ceremonia así que me quedo sola.

Al cabo de unos minutos mi padre llama a la puerta, lo cual significa que ha llegado la hora, debo caminar por el pasillo hacia el altar en el que Dougie me estará esperando, lo más curioso es que no estoy nerviosa para nada, sé que debería estarlo, pero estoy muy serena, supongo que porque sé que esta vez será para siempre, quiero a Dougie y se que él me quiere a mi, es imposible que esto salga mal.

-Prométeme que esta va a ser la última vez que te lleve al altar -dice mi padre cuando estamos saliendo del hotel.

-Te lo prometo, en la próxima boda se lo pido a otro -le digo riéndome.

Bajamos a la arena por las escaleras y ya puedo ver en la mitad de la playa a todo el mundo sentado y a Dougie esperándome bajo una preciosa estructura de madera recubierta de pequeñas luces. A los lados del pasillo por el que desfilo cogida del brazo de mi padre hay pequeños faroles blancos con velas y las sillas en las que se sientan los invitados son blancas y están decoradas con pequeñas peonías, a juego con mi ramo. Todo está precioso y es perfecto. Conforme me acerco puedo ver mejor a Dougie, lleva un traje color crema y una camisa blanca, sin corbata, y va calzado con unos zapatos blancos de tela muy elegantes, en el hojal de la chaqueta lleva, al igual que mi padre, un minúsculo ramo de flores iguales que las que yo llevo en el pelo. Mientras me acerco por el arenal mi primo toca el Canon de Pachelbel al piano y en cuanto llego al principio el pasillo cambia, empieza a tocar La marcha nupcial y todo el mundo se pone en pie para verme acercarme hacia el altar. Dougie está guapísimo y verle allí junto al altar, con mi hijo al lado cogido de la mano, esperando para casarse conmigo hace que me emocione. Cuando llegamos a su altura mi padre me abraza, me besa en la mejilla y le entrega mi mano a mi futuro marido.

-Te quiero -vocaliza Dougie, sin voz, tras levantarme el velo, a lo cual yo respondo haciendo lo mismo.


-¿Dougie Lee Poynter, tomas a Elena Rivas Fernández como tu legítima esposa y prometes serle fiel, amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, todos los días de tu vida?

-Si quiero -dice él sin dejar de sonreír ni de mirarme a los ojos un solo segundo.

-¿Elena Rivas Fernández, tomas a Dougie Lee Poynter como tu legítimo esposo y prometes serle fiel, amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, todos los días de tu vida?

-Si quiero -susurro casi sin voz por la emoción sin tampoco apartar mis ojos de los suyos.

-Yo os declaro marido y mujer, puedes besar a la novia -dice el juez de paz. Dougie me coge por la cintura y me besa y en cuanto nuestros labios se tocan sé que ya está hecho, por fin nos hemos casado y no podría ser más feliz.

En cuanto nos separamos lo primero que hacemos los dos es agacharnos a abrazar a Antonio, que se ha portado de maravilla de pie al lado de Dougie toda la ceremonia sin decir ni mu. Todo el mundo se levanta y sale de la zona de las sillas para esperarnos al final del pasillo. Después de hacer algunas fotos Dougie coge al niño en brazos, me coge de la mano y nos encaminamos hacia donde nos están esperando los invitados para tirarnos el clásico arroz y pétalos de rosas.

Una vez se les ha acabado la "munición" pasamos a la zona del banquete. Las mesas están colocadas bajo una estructura de madera cubierta con pequeñas luces, igual que el altar, los manteles sonrosa claro y los centros de mesa van a juego con mi ramo de peonías y un farolillo con una vela dentro iguales que los que hay a los lados del pasillo que lleva al altar, las sillas son iguales que las de la zona de la ceremonia y en cada una hay un par de alpargatas blancas para que los invitados se las pongan si quieren, la zona para bailar y el escenario para la orquesta están en un lateral, todo es precioso. El menú es el típico de cualquier boda en Galicia:

Entrantes:

Empanada gallega.

Pulpo

Jamón ibérico.

Croquetas

Tortilla


Primer Plato:

Marisco:

Langostinos.

Nécoras.

Cigalas.

Camarones.


Segundo plato:

Solomillo de ternera.

Bacalao al pilpil.


Postre:

Tarta nupcial.


La tradición es que cuando los novios entran en la zona del banquete brinden con champán y lo beban entrecruzando los brazos y nosotros no faltamos a esa tradición, tan solo que en lugar de hacerlo con champán lo hacemos con, nuestro ya habitual, zumo de naranja.

Te tengo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora