UN PUEBLO AZOTADO
(Narra: Borislav)El sol ya se ocultaba, y me dirigía al atardecer. El viento tibio y la húmeda brisa fresca de las montañas rozaba mi piel. Se sentía bien poder sentirme así otra vez. No podía dejar de atribuir esta fortuna a aquellos a los que, en mi desesperación, ataqué y robé. Sólo intentaba ayudar a mi dragón, pero no podía dejar de sentirme... Culpable. Quizás esto que sentía era el arrepentimiento, que empecé a sentir después de que me curaron y ayudaron. Otros simplemente me habrían dejado a mi suerte y no habría salido con vida de aquella cueva; que ahora había dejado atrás. Sin duda, estaba en completa deuda con ellos y en verdad estaba dispuesto a saldarla. Mi gente es una raza fiel cuando de alianzas se trata; ya sea amistado o deuda. Somos de confianza.
Tenía que alejar mi mente de esos pensamientos. No me traería nada bueno el mortificarme por algo que ya no podría cambiar. Sólo podía esperar a que el destino me permitiera saldar mi deuda.
El sol comenzó a ponerse desde antes de que emprendiera el vuelo, y quizás lo mejor no había sido el dejar la cueva, pues era un excelente refugio. Fresco por las noches y cálido por las mañanas, además de siempre estar aislado. Ya no servía de nada pensar en ello, era demasiado tarde para volver. Quizás la cueva ya tendría algún otro visitante, y mi dragón y yo aún no estábamos en disposición de luchar nuevamente. Estábamos agotados.
El tiempo no perdonaba, y el sol continuaba ocultándose tras las lejanas montañas. La noche se avecinaba, y yo necesitaba un lugar donde quedarme.
Mi dragón y yo comenzamos a viajar por tierra. Algunos pueblos atacaban a los dragones que sobrevolaban sus tierras. Mi raza no era de las más apreciadas entre los asentamientos de ninguna raza.
Luego de caer la noche, la tranquilidad comenzaba a delatar nuestro andar. Era momento de buscar un refugio para ambos. Entre campos y espesas zonas boscosas, dimos con una arboleda, lo suficientemente grande como para albergar a un dragón en ella. Oculta y seca. Perfecta para que pudiera descansar esa noche. El sitio sólo era lo suficientemente grande para que el dragón se quedara ahí. Yo tendría que buscar otro sitio.
-Descansa aquí por hoy. Vendré mañana por ti y te traeré algo de comida-
Partí, dejando atrás a mi compañero. Viajar sólo era mejor para ambos. Así evitaríamos que cualquiera tratara de acabar con nosotros.
Me alejaba cada vez más del lugar de reposo del dragón. A lo lejos podía ver unas tenues luces... Un pueblo, no muy apartado.
Podía sentir un leve olor a leña y paja quemada, acompañado del olor a estiércol típico de un rebaño de ovejas... quizás vacas. Era claro: me acercaba a un asentamiento humano.
Quizás mi suerte comenzaba a mejorar un poco. Los humanos eran, raras veces, seres humildes y amistosos, dispuestos a ayudar a alguien que lo necesita... Aunque la mayor parte del tiempo, son una de las razas más problemáticas y bélicas que hay, dispuestos a pelear por cualquier cosa. Se decían que son casi tan agresivos cómo mi raza... No sabía si tomar eso como un insulto, o una seria advertencia.
Finalmente me acercaba la entrada del pueblo. Un portón de madera sostenido por un pobre intento de muralla, hecho de troncos húmedos. Me adentré sin demora al lugar. Podía percibirse cierta... Tristeza en el ambiente. Los cielos negros, la tenue luz de la luna, la débil llama de las lámparas en las casas y el silencioso sonido del viento al pasar, no le beneficiaban mucho al entorno. El sitio me daba mala espina, y mis sentidos parecían gritarme que tuviera extremo cuidado.
Llegué a una posada. Las luces seguían encendidas y parecía no haber demasiado movimiento dentro del lugar. Crucé la puerta con cautela, como un animal adentrándose en territorio ajeno.

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Moira
FantasyAllá en tierras lejanas, una batalla perdida en el tiempo, se libró. Los cinco grandes reinos: Magos, Nigromantes, Domadragones, Hadas y Elfos. Tontamente lucharon en una guerra por poder. Cuando todo parecía estar destinado a terminar mal, el desti...