Capítulo 37

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LA CURA DUELE TANTO COMO EL MAL(Narra: Royce)

Es increíble la enorme cantidad de problemas que puedes tener tras confiarte un segundo y bajar la guardia mientras te encuentras en combate... Pero, a mi parecer, es más increíble aún la enorme fuerza que puede llegar a tener un dragón de guerra, que ni siquiera era el más grande de su tipo. Un solo golpe de su cola fue lo suficientemente fuerte para lanzarme por los aires y dejarme fuera de combate. Con un hueso roto, mis actuales acompañantes me llevaron hasta la posada de la mujer que nos había recibido, y que resultaba ser una especie de amiga para el mago.

El dolor que podía sentir era horriblemente tedioso. Más que incapacitante, se tornaba incómodo de tratar. Era desesperante sentir ese horrible dolor punzante incluso al respirar profundo.

Dentro del sitio, fui postrada sobre una silla junto a una de las mesas de madera. No quería moverme demasiado.

-Espera aquí. Pronto te vamos a ayudar- Dijo el domador, que me había ayudado a llegar hasta el sitio, mientras se alejaba para salir y traer al hada, que se encontraba aún más malherida.

Después de un par de minutos, Borislav entró nuevamente por la puerta, con el hada en los brazos. Él se mantuvo unos segundos junto a la puerta, como si esperara a que alguien le indicase que hacer. Tras él, Lyuben cruzó la puerta y se acercó a mí.

-¿Te duele mucho?- Preguntó con vos suave.

-Es un hueso roto. ¿Tú qué opinas?- Sonreí irónica.

Sin responder, se giró para mirar al Domador con seriedad.

-¿Qué haces?- Preguntó el elfo, con cierto tono de molestia.

-Bueno... Intento averiguar dónde diablos voy a recostar a esta pequeña hada sin causarle daño al hacerlo- Respondió el Domador, con ese tono tan desinteresado, que ya comenzaba a ser típico de él.

-Puedes ponerlo en la última habitación... La número diez. Pasa, te abriré la puerta de la habitación- La anciana entraba tras el Domador, uniéndose a nuestra pequeña reunión.

Haciendo caso a las palabras de la mujer, Borislav se retiró hacia las habitaciones de la posada, con Millan en sus brazos. Después de un momento, la anciana volvió con nosotras.

-Bien. Primero vamos a sanarte a ti, jovencita- Dijo, mientras se acercaba a mí y comenzaba revisar mi hombro y parte de mi pecho.

-... Parece ser que tienes sólo un hueso roto. Es un alivio, y una sorpresa. Después de todo, lo que recibiste fue el golpe de un dragón adulto. Muchos terminarían en el estado del Hada... Eres una mujer bastante fuerte, déjame decírtelo.

La anciana se puso en pie y caminó hacia la puerta principal del establecimiento y cerró la puerta con llave, luego volvió y cerró de la misma forma la puerta trasera, por la que habíamos entrado todos.

-Bien. Aprovechemos que el Domador se quedará cuidando al hada, y el mago aún sigue fuera. Jovencita, necesito que te quites esas prendas de encima, y me dejes ver tu torso, para cerciorarme de que no posees más heridas.

Mi expresión y la del elfo cambiaron al instante. Lyuben lucía claramente extrañada ante dicha petición, al igual que yo.

-No tomes a mal mi petición. Estoy segura que no tienes nada que ni esta joven elfa, ni yo, tengamos... o hayamos tenido- Dijo la anciana, con una sonrisa compasiva. Trataba de limpiar un poco lo raro de su petición.

Con rostro lleno de dudas, y un gesto de poco deseo de hacer caso a la petición, comencé a abrir mis ropajes, dejando ver la piel hinchada que en mi hombro había provocado la lesión, al igual que arañazos rojizos en mi piel... Pero al parecer había algo más... Algo que, sin duda alguna, ni la anciana ni el elfo poseían, y su asombro se reflejaba en sus rostros de extrañeza... Una extraña marca, grabada en mí abdomen, como si de una fuerte quemadura se tratara; y tan perfectamente marcada, que pareciera que fue marcada con hierro caliente como al ganado. Al verla, la anciana centró totalmente su atención en ella.

MoiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora