Capítulo 23

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LA SUERTE DEL DOMADOR
(Narra: Borislav)

Estaba dispuesto a combatir a esos malditos Orcos. No iba a permitir que siguiera atormentando al pueblo. Era necesario que alguien les pusiera un alto. Salí de la posada y me encaminé hacia el centro del pueblo. No tenía un plan ni nada pensado. Sólo iba a improvisar. Me dirigí al centro de la ciudad con cautela. No quería que me descubrieran antes de que pudiera acércame. Quizás podría tomarlos por sorpresa y atacar su centro antes de que pudieran hacer algo. El pueblo estaba cada vez más deshabitado conforme avanzaba al centro, y el hedor de los Orcos se hacía cada vez más insoportable. A varias calles del centro del pueblo, se encontraba una enorme iglesia, con una torre central y un campanario en su punto más alto; el lugar perfecto para poder observar detenidamente el asentamiento que habían levantado y tal vez poder planear algo. Esquivé un par de guardias y llegué hasta el sitio. Los muros de la iglesia eran perfectos para poder observar el lugar sin ser visto. El asentamiento era enorme. Un cálculo rápido me llevo a pensar que no podrían ser menos de doscientos de ellos. Continuando con mi observación, pude ver que poseían un armamento más que decente... Me costaba decirlo, pero quizás serían demasiado para uno sólo. Quizás en cuestión de fuerza no eran una gran amenaza, ni demandaban gran fuerza; por lo menos para un domador. Pero en cuestión de número eran claramente superiores... Quizás iba a necesitar más que sólo mi espada y mis puños para poder librarme de ellos. En verdad se habían asentado y habían hecho un gran puesto de avanzada en el pueblo. Se notaba que hacía años que ellos habían llegado al lugar. Probablemente mi dragón nivelaría un poco la balanza, pero no estaba del todo seguro. No sabía si la presencia de un dragón alertaría a las personas del pueblo y terminarían atacándome a mí. Tendría que pensarlo un poco y volver con un plan. Mis instintos me gritaban que hacerlo sólo era casi un completo y seguro suicidio. Me escabullí lo más silenciosamente posible y logré alejarme del lugar.

"Debo volver a las puertas del pueblo y encontrar a mi dragón" Pensaba. Era lo más conveniente en mi situación. Caminé a las puertas del pueblo. Pero mi caminata fue interrumpida cuando me tomé con la anciana mujer de antes.

-Joven, joven. ¿Está bien? ¿Le hicieron algo?- La mujer reflejaba una gran preocupación en su rostro y sus palabras.

-Estoy bien. No se preocupe por mí. No me enfrenté a ellos.

-¡Ah! Qué alivio. No tiene idea de lo preocupada que me sentía al saber que usted sólo lucharía contra ellos. Me alegra que haya cambiado de idea.

-No se equivoque, mi señora- La corregí –He decidido no luchar, pero sólo por ahora. Iré a buscar la ayuda de mí... Mis aliados- No podía mencionarle al dragón. No sabía cómo reaccionaría la anciana ante eso.

-Por favor, joven. No importa cuántos de ustedes vayan a la batalla. No podrán contra esos horribles orcos. Muchos hombres ya lo han intentado y ninguno vuelve con vida.

-Nosotros seremos la excepción, mi señora. Se lo prometo.

La mujer mi miro con tristeza. Estoy seguro de que no podía hacer otra cosa que sentirse impotente al ver que no podría cambiar mi propósito. Estaba decidido a hacerlo.

-Bien... Si quieres de verdad hacerlo, estoy segura de que debes de tener tus propios motivos y estar seguro de sus capacidades... Confiaré en tu criterio, joven viajero. Sólo... prométeme una cosa.

-¿Qué desea?

-Antes de ir a la batalla, permíteme conocer a esos aliados tuyos. Quiero mirarles, y saber si realmente son tan capaces. Sé que podré saberlo con sólo mirarlos.

No supe que responder. ¿Cómo que quería conocerlos? ¿Qué demonios iba a hacer ahora?

-Lo siento, mi señora... No creo que eso sea posible. Es mejor para todos el mantener discreción.

MoiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora