Capítulo 20

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Veinte minutos. Ese fue el tiempo que desvíe mis pensamientos de la locura que estaba viviendo; veinte minutos que evoqué un pasado con Dylan que odiaba pues aquel sujeto al que le había confiado mi cuerpo era un mentiroso. Había reído e incluso jugado con él. No podía perdonar o justificar sus actos. Solo esperaba que estuviera bien después de la golpiza que le dio George.

Después de ese tiempo,  y sin poder dormir, pase las siguientes dos horas pensando en las consecuencias de salir y buscar a Nicolás Moore para decirle lo que había pasado y exigir una explicación a tanto odio irracional. Sería técnicamente fácil, sin embargo, tres cosas me lo impidieron.

Primera: las represalias. Es decir, sí sin haber hecho nada ya era odiada y amenazada, si hablaba todo empeoraría. Y como se lo había dicho a Cristopher: yo realmente tenía la intensión de graduarme ahí. Cosa que me llevaba al segundo obstáculo: mi padre. Graduarme en ese lugar era una orden no dicha del teniente y si por algún motivo era expulsada de ese lugar me mataría. Además nunca me haría caso si pidiera un cambio. Los planes y decisiones del teniente Cooper Sherwood eran irreversibles y firmes, como él.

El último obstáculo se mezclaba con el segundo y eran las palabras de Sarah, ya que prácticamente fueron una amenaza y una postura. Pasara lo que pasara, era ellos contra mí. Nadie me ayudaría y estaban dispuestos a mentir para protegerse. Así que hablar solo causaría un revuelo en vano.Y si por algún motivo los problemas que tenía ahí llegaba a oídos de mi padre, él no lo creería. Nadie lo haría, la verdad. Ese internado era de élite, formaba a los futuros mejores en todo, ¿por qué perder tiempo en alguien como yo? Me culparía de todo; de no aportar lo suficiente de mi parte para llevar una relación sólida, de ser fría e impersonal. Y hasta cierto punto tendría razón, diría todo eso con bases y fundamentos ya que nunca había conocido a ningún amigo mío pero ¿acaso no se daba cuenta que era por él? Por la formación y trato tanto física como mental que me había dado. Siendo muy sincera conmigo, en los pocos días que tuve para asimilar la noticia del cambio de ciudad y escuela, nunca se me paso por la cabeza tener amigos, llevarme bien con alguien o algo parecido, al contrario, tenía decidido no molestar a nadie, ignorar a todos y ser invisible como lo había hecho toda mi vida. Yo no tenía la culpa de que con solo poner un pie dentro se desatara el caos y las agresiones a mi persona. Sin embargo él no lo entendería. No me escucharía ni me permitiría explicarme.

Entonces, por mi bien, tenía que graduarme ahí. Solo tenía que soportar ese último curso escolar para terminar con el maltrato y tortura que había sufrido por años; desde mi padre, hasta un grupo de adolescente. Había soportado tantos años a mi padre ¿Por qué no podría soportar solo uno más? Además, comparado con los castigos de Cooper Sherwood, las agresiones que había sufrido ahí eran simples bromas de muy mal gusto.

Podía soportarlo, no, combatir contra ello. No me dejaría doblegar por alguien más que no fuera mi padre, él me había enseñado eso: de una manera inconsciente pero lo había hecho. A partir de ese momento sobrellevaría la situación, lo haría como una Sherwood.

Al momento de pisar Massachusetts prometí dejar atrás mis recuerdos, no permitir que nadie supiera nada más de lo que yo estuviera dispuesta a contar; lo cual no era mucho. No había sido enviada a Achievers para socializar ni mucho menos, así que simplemente pensé que podría pasar desapercibida como en mi interior escuela. Estaba equivocada y fui muy ilusa.

No estaba dispuesta a romper esa promesa (no hablar de mi vida personal) pero nada me impedía actuar como mi padre; no de esa manera tan cruel que me enfermaba, solo lo suficiente para que no quisieran meterse conmigo. Jugaría con las cartas, el dolor y la experiencia a mi favor. Le dejaría en claro a todo miembro de Achievers lo que significaba mi apellido. El dolor que conllevaba.

Al Límite [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora