No subí a mi habitación, no podía estar encerrada con todos esos acontecimientos rodando a mi alrededor así que decidí ir a nadar; a quemar energía y deshacerme de esas sensaciones despiadadas y crueles que se clavaban como cuchillos en mi mente y me arrastraban a ahogarme en mis emociones. Si no lo hacía estallaría en mil pedazos, que con gusto, serían pisoteados una y otra vez por todos los que me rodeaban. Y que me condenaran si lo permitía.
Me dirigí al salón anexo donde se impartía esta clase y me alivié al comprobar que estaba abierto. Quité mis ropas y me zambullí sin importar que mi ropa interior se mojara. Necesitaba un alivio inmediato a mis pensamientos ¿qué tanto podía cambiar la vida de alguien en apenas unas cuantas semanas? ¿Qué tanto podía descubrir de sí misma y de todo lo que la rodea? ¿Y qué tanto podía aguantar sin desmoronarse y caer al precipicio? ¿Cuál era su límite? Yo estaba cerca de descubrirlo.
Nadé, aguanté la respiración, jale de mis brazos y piernas, exigí a mi cuerpo a obligarme dejar de pensar. A concentrarse en algo físico que me calmara el malestar emocional al que había sido condena a pasar desde antes de nacer.
No supe cuánto tiempo estuve ahí, sin embargo salí con las yemas de mis dedos arrugados y mi piel paralizada por el frío del agua. Me apoyé en la base de un lateral de la piscina y respiré aire constantemente mientras observaba el salón de techos alto. Las paredes estaban pintadas de gris perla con franjas azul fuerte y ciertos detalles como olas o peces en la parte baja de esta. La entrada era ancha y a los lados estaban las entradas a los vestidores, después había bancas largas y tres gradas rodeando a la piscina principal. Yo estaba en una de las otra dos anexas. Si, había tres piscinas enormes, y aún el espacio suficiente para caminar sin caer al agua. El lugar era enorme.
Y estaba sola. O por lo menos eso creí.
Salí del agua y comencé a colocarme mi ropa sobre mi cuerpo húmedo ya que no había llevado una toalla o en defecto las llaves de mi cubículo que tenía en ese lugar y donde albergaba entre otras cosas básicas para esa materia, mi uniforme. En el momento en que abrochaba el botón de mi jean un ruido me sobresaltó. Dejé el zipper abierto y me cubrí la parte de arriba de mi cuerpo con rapidez.
Iba a hablar, a preguntar si había alguien ahí, pero su voz gruesa y ronca me detuvo.
—Felicidades —dijo—, lo haces muy bien. Cada día me sorprende más tu resistencia.
Me gire a una grada y mi corazón se saltó un latido al ver a Nicolás Moore observándome. Estaba sentado, con los codos apoyados un escalón más arriba y los tobillos cruzados uno más abajo. Busqué algún signo de debilidad en él, de golpes o incluso algo más que demostrara que Cristopher le había hecho algo, pero no encontré nada, nada aparte de sus ojos dilatados. Me había equivocado, Cristopher no era el golpeador.
Me coloque rápidamente mi blusa.
— ¿Esta bien? —pregunté de todas maneras, negándome a creer que Cristopher era la víctima, acercándome a Moore. El agua se escurría por mi piel, de mi cabello a mi cuello y espalda y el frío me abrumaba.
Quería irme pero estaba completamente segura de que los sonidos y lamentos que había escuchado antes eran del director. Que Dios me perdonara si me equivocaba, pero a pesar de haber visto los golpes en Cristopher me negaba a pensar que aquí él era la víctima. Simplemente no podía creerlo.
Nicolás rio con ganas y soberbia, lo hizo por unos segundos hasta que una tos seca se apodero de él. Se levantó del lugar donde estaba y mientras se acercaba a mí bebió de una botella que no había visto, una de plástico, como la que había llevado durante el último recorrido al bosque.
Recordé que ese día había desaparecido por un largo rato, y cuando apareció se burló descaradamente de Cristopher, y poco después ambos desaparecieron; incluso Cristopher dejó que hablaran sobre él al desaparecer de esa forma repentina, achacándolo a que tenía miedo de perder. Pero no, estaban lejos de la verdad, él era competitivo y orgulloso, su ausencia debió de haberlo provocado otra cosa, y yo ya la sabia. Los «problemas» que se le presentaban a Cristopher tenían nombre y apellido; Nicolás Moore.
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Al Límite [En Edición]
General FictionJuliette ha crecido bajo la autoridad, castigos y normas del teniente Cooper Sherwood; un hombre rudo, machista y con poco tacto. Y con George, su hermano mayor. A pesar de lo diferente y cruel que es su vida ella lo acepta, pero una decisión camb...