Capítulo 37

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¡Sorpresa! El capítulo de ayer obtuvo una muy buena respuesta por parte de ustedes. Así que ¡gracias! Y continúen leyendo.

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Hasta cierto punto todo me parecía irreal y lejano. No podía creer que todo eso me estuviera pasando a mí; que hubiera nacido para sufrir y ser de hierro aún cuando mi piel se rasgaba, la sangre brotaba y las lágrimas se presentaban. Mi entorno y el dolor me dejaban en una línea muy delgada y angosta en medio de un abismo y cualquier golpe certero me haría caer sin retorno.

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Mas tarde, cuando desperté en medio de respiraciones agitadas y ojos llorosos, tras una nueva pesadilla que causaba el remordimiento y los recuerdos por lo ocurrido con mi madre, con mi familia, estaba sola. La habitación estaba en penumbras y el único sonido aparte de mi agitación era el molesto tictac del reloj.

Vi las camas completamente tendidas y arregladas de Eva y Khris y no supe si debería preocuparme o no por ellas. Después de la primera salida en la que me había negado a ir y al enterarse de lo que le había hecho a Lanie, nuestra relación fue fría. Me tenían miedo, creían que podía hacerles lo mismo, y aunque tuvieran razón, me descolocaba y enojaba que pensaran que yo pudiera hacer algo así sin motivo. Y ninguna de las dos me había dado uno y no creía que eso pasara. Pero quién sabe, Achievers y su gente te sorprendía.

Eva no volvió a insistir en darme el atrapasueño, aunque ella tenía por lo menos tres colgandos sobre su cama. Me constaba que yo no era la única teniendo pesadillas. Una vez me había atrevido a preguntarle sobre eso y ella me ignoró y dejó de hablar por un par de días. Eva era callada, voluble y desesperante. Y yo no soportaba sus cambios de humor. Me irritaban. Pero claro, la prefería a ella como compañera de cuarto antes que a la perra de Lanie.

Su presencia ahí no me ayudado en nada, como lo pensé cuando pedí el cambio. Ella cerraba la boca tan pronto los nombre de Cristopher o Abraham salían a colación.

Intenté seguir con mi rutina. Salí a correr aunque mi energía no era la de siempre y el tiempo de ejercicio fue mucho más corto de lo normal. Por un momento imaginé que la puerta principal estaría cerrada pero Sarah me conocía lo suficiente para saber que pasara lo que pasara yo me aferraría a realizar actividad física, ya que esto era un método de desahogo en mí.

Regresé a mi habitación tras un breve periodo y decidí darme un baño. Dudé por unos segundos pero, tomando una gran respiración, quite toda mi ropa y me pare frente al espejo. No quería hacerlo pero tenía que ver mi apariencia, y no por vanidad, si no para ser consiente de cuán dañada me veía, cuán mal me encontraba y como podía superarlo, o por lo menos, ocultarlo.

Lo primero que pensé y tratando de aplazar un poco la cruel verdad, fue que mi cabello estaba largo. Me llegaba a los hombros y me rozaba la piel creándome molestia. Regularmente acompañaba a mi padre cada mes a la peluquería. Cada treinta días mi cabello sufría un corte y tenía cerca de tres meses sin uno, así que se notaba la diferencia y tenía que arreglarlo. No estaba cómoda y al Teniente no le gustaría.

Suspirando pasé mis ojos por mi rostro y gemí llevando una mano a mi labio morado e hinchado cortesía de Abraham y sus mordidas, de sus ganas de demostrar que tenía el poder. Debió de ser una mordida muy fuerte ya que después de varios días no desaparecía. Lo siguiente fueron mis ojos; estaban hinchados y aún así las ojeras estaban presentes. Mis pómulos y clavícula estaban más marcados por la delgadez pronunciada en mí cuerpo. Mis brazos estaban llenos de hematomas color purpura y café, al igual mis piernas y muslos y en el pecho y abdomen se veían claramente el fantasma de dos figuras rectangulares. Marcas del desfibrilador por el RCP que recibí y que me confirmaban que realmente estuve cerca de morir.

Al Límite [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora