Todos comenzamos al mismo tiempo, detrás del director y rodeados de profesores. Los mayores íbamos al frente y los más pequeños, atrás.
Los primeros cuatro kilómetros fueron relativamente tranquilos exceptuando las miradas de odio que recibía, los inoportunos roces que tenía con mis compañeros o los accidentales empujones que casi me hacían caer.
Cristopher y Abraham iban a la par de Nicolás Moore que, para tener la edad que aparentaba, tenía una muy buena condición física al igual que los dos alumnos que parecían querer demostrar que para ellos ese castigo no era nada, que no les afectaba ni estaban sufriendo lo que muchos a mí alrededor o detrás de mí, sí.
Me había permitido voltear un par de veces y los más pequeños parecían no poder más, sin embargo, los prefectos o profesores más cercanos los animaban para seguir. Ellos, los adultos, llevaban mochilas en la espalda con agua y tal vez algún botiquín. Aunque el castigo había sido para los alumnos los profesores también lo estaban pagando ya que no todos tenían la condición de Nicolás Moore y unos ya se habían quedado atrás.
Me di cuenta, también, de que entre ese puñado de docentes y autoridades no se encontraban Iván, Sarah ni Jessica. Sólo comprendía la ausencia de esta última por su problema al caminar, pero la de el otro par, no.
Personalmente me esforcé para ir a la par del grupo de mi edad pero no me hice notar. Estrategia que había decido usar para sobrevivir en ese lugar; no haría nada que me hiciera destacar o que los demás me miraran. Los primeros pasos habían sido vestir las faldas de Khris y rehusarme a quitarme el suéter.
Sin embargo, antes de terminar el quinto kilometro, el terreno se volvió un poco más descuidado y rocoso, provocando que los alumnos se dispersaran y los mayores perdieran el control que llevaban. Algunos árboles y ramas bajas se cruzaban en nuestro camino e impedían ir a un ritmo continuo. Pero eso no era un problema para mí, aún no.
El primer golpe me dio en la costilla baja derecha y casi me hizo caer. Los pocos alumnos que podía ver me estaban atacando con rocas. El sudor me impedía distinguir a alguno en especial. Paré e intenté cubrirme pero poco después me di cuenta de que había sido una muy mala idea ya que sentía los golpes más certeros y precisos. Limpié mi frente y comencé una nueva carrera; una casi de supervivencia. Algunos golpes me habían dado con demasiado fuerza sobre otros golpes. El dolor ya se expandía sobre mi cuerpo, pero no importaba cuánto corriera, no podía detener los golpes porque todo alumno que encontraba hacía lo mismo: incluyendo a los niños pequeños.
Divisé a lo lejos las tres figuras de Nicolás, Cristopher y Abraham y comprendí que ese par estaban ahí, al frente, para distraer al director y no crear sospecha. Todo estaba planeado. Traté de alcanzarlos pero Lanie, mi compañera de cuarto, prácticamente me tacleó. Se abalanzó sobre mí y derribó sobre la tierra, arena y piedras. Sentí como mi sudadera se levantaba por el derrape y cientos de piedras se clavaron en mi espalda baja. Jadeé. Ella se colocó encima de mí. Llevaba su cabello negro recogido en una coleta y el fleco le cubría sus ojos. Intenté respirar profundo. El dolor era intenso. La gravilla se enterraba con fuerza.
—Como no comprendiste las advertencias, que quede claro que esto es un amenaza. Fuera del internado no estás segura —amenazó—. Cristopher no está nada contento por todo el revuelo que has causado. Ni él, ni Abraham y mucho menos yo.
—No me importa su opinión —me defendí. La agitación no me dejaba respirar bien y la ira e indignación no ayudaban.
Lanie rio con soberbia.
—Debería. Tú no sabes con quién estas tratando, pero ahora mismo trataré de que lo entiendas —acotó y tuvo el atrevimiento de golpear mi mejilla izquierda. Eso fue todo. El colmo.
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Al Límite [En Edición]
Ficción GeneralJuliette ha crecido bajo la autoridad, castigos y normas del teniente Cooper Sherwood; un hombre rudo, machista y con poco tacto. Y con George, su hermano mayor. A pesar de lo diferente y cruel que es su vida ella lo acepta, pero una decisión camb...