Capítulo 32

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Cristopher me estaba evitando.

Habían pasado tres semanas desde aquel domingo lleno de emociones y descubrimientos; tres semanas en las cuales no se había aparecido durante mis carreras matutinas para acompañarme, o molestarme, como lo hacía. Tres semanas en las cuales ni siquiera había recibido alguna agresión… tres semanas en las cuales Lanie había sido motivo de burlas. 

Aquel domingo y después de los acontecimientos con el director de Achievers, no hice nada, me deslicé a mi habitación y me acurruqué entre las sabanas. Los alumnos habían llegado cerca de las siete de la noche y soporté el bullicio de la euforia del otro lado de mi puerta.

Mis compañeras habían decido bien al no aparecerse por ahí hasta que de verdad estuve dormida.

Cuando desperté solo estaba Khris dormida y por el estado de la cama de Eva; intacta, supe que ella no había dormido ahí.

Ese mismo día, sin esperar otro más, me planteé frente a Lanie. La intercepté antes de que llegara al comedor a la hora de la cena. Me había asegurado de que estuviéramos solas y le cobre cada dólar que me había robado.

La empujé contra la pared tan pronto como la vi. Su rostro contra la piedra y su manos tras sus espalda. Jadeó.

—Te lo advertí Lanie, te dije que no te metieras conmigo —dije con enojo, con frustración e ira queriendo dejar en claro mi postura.

—Suéltame —pidió y me insultó, pero no lo hice. La apreté más contra la pared y sosteniéndola con una mano, saqué unas tijeras y comencé a cortar su cabello negro, que ella lo tuviera trenzado me ayudó mucho— ¿Qué haces? ¡Suéltame! —siguió gritando mientras yo la ignoraba.

No tenía la intención de cortar su cabello de forma tan dramática; este le llegaba debajo de la cintura y yo planeaba dejárselo a media espalda, pero sus movimientos oscos hicieron que quedara poco más abajo de los hombros y de una manera muy irregular, por lo que, cuando se lo arregló, le quedo cortísimo; justo a la altura de la barbilla.

Cuando la solté estaba llorando, incrédula de que me hubiera atrevido a tanti. Me miró con furia antes de darse la vuelta para irse pero la detuve.

—Quiero de vuelta lo que me quitaste, cada dólar o te irá peor—pedí. Ella se negó pero para el fin de semana siguiente me dio, de mala manera, doscientos dólares.

No hablaba conmigo y yo no había dicho lo que le había hecho, pero de alguna manera todos sabían que su radical cambio de imagen era gracias a mí. Y aunque Thomas, Eva y Khris se mostraron incrédulos, terminaron mostrándome respeto y Thomas se alegró por mi acción y consecuencias.

—Se lo merecía por perra —dijo y aunque el rumor me ayudó a que los demás dejaran de lanzarme miradas llenas de odio y de propinarme empujones «accidentales», también ayudó para que el odio que sentían por mi Iván y Abraham incrementara. Aunque, sorprendentemente, no me habían hecho nada apartarte de mirarme con odio.  Pero no debí confiarme.

Alexander Cambell me visitó en mi habitación tan pronto como se enteró y encontrándome sola, me felicitó y brindó un poco más de información. Él, sin darse cuenta (o quién sabe), era mi mayor fuente de está más confiable y constante.

Cuando tocó a la puerta y abrí se coló en mi habitación y se acostó «casualmente» en la cama de Khris.

—Creo que ahora si vale el mote de Thomas, «reina» —se mofó para después soltar una carcajada.

—No molestes —contesté y me senté en mi cama—, además, ¿cómo se enteraron? —inquirí.

—Lanie, tan pronto como la interceptaste, fue con Cristopher ¡te acuso con él! —contestó riendo—. Éste, a su vez, le preguntó qué porqué habías hecho algo así y ella confesó que te había robado… —su risa cesó y me miró duramente y con curiosidad—. Y él te defendió —abrí mi boca para negar, eso no era posible, pero Alexander no me dejó hablar—. Le dijo que se lo merecía; y si, esa cara que tú tienes, fue la misma de Abraham, que estaba presente. Supongo que fue él mismo, Cristopher, quién difundió el rumor —terminó encogiéndose de hombros y sin apartar la mirada de mí. Estaba buscando alguna reacción que explicara porque el hijo de puta de Cristopher… en ese momento me di cuenta de que no conocía el apellido de él. Y eso fue muy extraño, ya que, regularmente, los profesores se referirán a los alumnos por sus apellidos… ¿por qué él era la excepción?

Al Límite [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora