Cap. 4

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La segunda vez que despertó se quedó callada, con los ojos cerrados, escuchando si había alguien más en la habitación. Estaba sola. Entonces se concentró en ella, como estaba su cuerpo. No sentía dolor, pero había algo raro en sus manos… no raro… era algo que había sentido antes solo que no en esa parte del cuerpo. Estaba amarrada de las muñecas, como antes había estado del tobillo. Sus piernas también estaban atrapadas. No podía moverse. Abrió los ojos y miró alrededor. No tenía ni idea de donde estaba. Todo era blanco, maquinas extrañas hacían ruidos divertidos, tenía un camisón y agujas en los brazos.

-          Sea donde sea… tengo que volver o Benjamín y Miguel van a enojarse… - Se dijo en voz baja y sintió como la garganta seca le impedía hablar con normalidad. Aún recordaba la última vez que se habían enojado con ella. No había comido por una semana entera y había recibido golpizas y mordidas diarias… y había tenido muchos más “encuentros románticos”, como los llamaba Miguel, con ambos hombres. Normalmente eran cuatro veces diarias, dos con cada uno… durante ese tiempo habían aumentado a diez, algunos días incluso doce… seguidas, sin darle tiempo de respirar y de que el dolor pasara. Pero ella había sido una niña mala y había pedido más comida. Ella no tenía derecho a pedir más comida. Lo habían hecho porque la amaban… esas habían sido las palabras de Miguel, la estaban educando.

Fue entonces cuando la mujer vestida de blanco entró y la miró sorprendida. Sintió miedo… ¿Dónde estaba? ¿Qué le estaban haciendo? ¿Quién era esa mujer?

Lucia Hale había reunido a todo el personal del hospital y les había dado instrucciones claras. A menos que ella no ordenara, no entrarían a la habitación de Sofía… y si no era necesario no entraría más de uno. No tenían que llamar a un supervisor inmediatamente, primero tenían que asegurarse de que la chica estuviera bien, tratar de hacerla hablar, de hacerla entender que estaba a salvo, de hacerla sentir segura.

Respiró profundo y sonrió de manera dulce. Tenía que ser fuerte por esta niña… esta niña que ya estaba grande. Se acercó lentamente y notó como la mirada de Sofía se iba transformando en una de miedo. Suspiro y se detuvo.

-          Mi nombre es Melissa Paz, soy enfermera, ayudo a que las personas heridas y enfermas se curen y se sientan mejor. – Trató de que su voz fuera pausada y dulce, que fuera capaz de tranquilizar a la niña en la cama. – Estas en un hospital… vamos a cuidarte para que ya nada te duela y puedas recuperarte por completo. – Los ojos de Sofía no se despegaban de ella, parecían estudiar si le estaba diciendo la verdad o no. – Tengo que leer lo que dice ese papel… - Le señalo con el dedo un papel que colgaba de una de las maquinas. – Me dirá si ya estás mejorando… ¿Puedo acercarme y verlo? – Espero la respuesta pero la niña parecía confundida. – Me tengo que acercar a ti… ¿Puedo hacerlo? – Luego de unos minutos Sofía asintió. Melissa sonrió pero igual tuvo cuidado de no acercarse demasiado a la cama. – Has estado mucho tiempo dormida.

No hablaron, Sofía solo la miraba de vez en cuando y observaba con suma atención como Melissa caminaba y revisaba cada una de las maquinas. Finalmente, la enfermera terminó de revisarlo todo y volteo a ver a la joven que estaba cruelmente, en su opinión, atada a la cama del hospital. Sofía desvió la mirada inmediatamente y la fijo en la puerta que tenía enfrente. Sonrojada como si hubiese sido atrapada haciendo algo malo.

-          Debes de tener hambre, te traeré comida. – Sofía la volteo a ver y Melissa le dedicó una sonrisa tranquilizadora.

Sofía se quedo en silencio viendo como Melissa se retiraba de la habitación e iba a buscarle algo de comer. Tenía hambre, no se había dado cuenta de que su estomago estaba haciendo ruido. Trato de mirar por la ventana. Tenía que regresar… tenía que volver con Benjamín y con Miguel antes de que uno  de ellos se diera cuenta que estaba perdida.

-          Van a enojarse. – Se dijo a sí misma y lo repitió una y dos y tres y cuatro veces más y luego volvió a repetirlo. Sentía como su estomago se contraía ante el pensamiento de que estaba llegando tarde y que se enojarían con ella.

Pero Benjamín tendría que saber ¿cierto? Había sido él quien la había llevado de paseo después de todo, había sido él quien la había sacado del auto. Pero, ¿por qué? ¿Por qué Benjamín la había bajado del auto y dejado en esa calle?

-          Quiere que Miguel se enoje conmigo. – Pensó en voz alta y sintió las lágrimas caer por sus mejillas. Estaba en problemas realmente serios.

Cuando Melissa regresó con un carrito de comida, la mayor cantidad de comida que Sofía había visto junta, la joven no pudo evitar recordar un pequeño detalle que no había pensado… ella ya no estaba con Benjamín y Miguel, ni siquiera sabía cómo regresar… y los otros… los otros estaban solos… todos los otros niños que ella cuidaba… estaban solos con el monstruo que se metía en sus camitas por la noche.

-          No te preocupes, estarás sana en muy poco tiempo y podrás irte. – La sonrisa que Melissa le dedicó era tan sincera que no pudo evitar sonreírle de vuelta… pero no estaba segura de poder salir de ahí a tiempo para cuidar a los demás. 

El Síndrome de Estocolmo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora