Cap. 34

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Josh no era muy religioso, pero en esos últimos cinco minutos había hecho tantas plegarias que seguramente ya se había ganado un puesto en el cielo. Justo después de haber visto a su invitada especial había hecho la llamada más terrible que había hecho en su vida. Ruidos provenientes de abajo lo habían hecho colgar antes de terminar de hablar. Había agarrado a la muchacha y la había metido debajo del mostrador, con un movimiento de manos le había pedido que guardara silencio. Abrió un cajón oculto y acarició la culata del arma que tenía ahí.

Mario, el hombre que había alquilado la habitación que daba al sótano, acababa de subir las interminables escaleras y lo miraba fijamente.

-          Buenas tardes, Josh. – Josh asintió con la cabeza y trató de sonreírle de manera convincente.

-          ¿E n qué puedo ayudarte, Mario? – Preguntó y se felicitó mentalmente por la jovialidad con la que su voz había sonado.

-          ¿No escuchaste en las noticias? – Josh lo miró curioso. – Hablan de una chica que se volvió loca y salió corriendo desnuda… dicen que fue por acá… gritaba que era Camille Walker, ya sabes la hermana de ese doctor en el caso de Sofía.

-          No escuche nada sobre eso…

-          Es terrible, imagínate la pobre entrara en este mismo instante y comenzara a gritar sus incongruencias. – Josh se fijó en cómo le hombre que tenía frente a él jugaba violentamente con su el borde de la manga de su camisa. Se estaba cubriendo los brazos con esas mangas largas… ¿tenía algo que ocultar?

-          Sería bastante problemático…

-          Los padres de la chica dicen que tiene problemas de esquizofrenia y no sé qué más. – Josh sintió como la mujer que estaba a sus pies se removía asustada, quiso calmarla pero no aún… no con Mario frente a él. – Espero que la encuentren pronto… en fin, voy a dar una vuelta. Nos vemos más tarde, Josh.

Josh observó como el hombre se iba y suspiró pesadamente, escuchó a la mujer comenzar a sollozar el segundo la puerta se había cerrado. Se agachó y la miró.

-          No le estoy mintiendo, realmente soy Camille, ese hombre me ha tenido ahí encerrada… por favor, tiene que creerme. – La niña lo miraba asustada, estaba llena de cortes y moretones, su cabello había sido cortado de mala manera, su tobillo estaba hinchado y de un color nada agradable. Le tomó las manos con delicadeza, ella se encogió asustada.

-          Te creo, Camille, te creo y voy a ayudarte. – La joven lo miró esperanzada. – La ayuda viene en camino, lo prometo.

El Síndrome de Estocolmo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora