Cap. 9

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Miguel lo odiaba. Lo odiaba con todo su corazón… ese hombre estaba pasando tiempo con su Sofía, se la estaba robando y no solo eso, se la quería llevar a una casa donde estaría completamente aislada y entonces Miguel no podría rescatarla. La perdería para siempre.

Esa noche investigó al doctor. Daniel Walker, psiquiatra, especialista en casos que nadie más se atrevía a tratar, decía el artículo del periódico que había encontrado. Investigó un poco sobre su vida familiar y entonces encontró una foto de él con su hermana menor. La hermosa Camille. Estudiante de Medicina. Tenía el cabello largo hasta la cintura, completamente negro y sus ojos color café eran profundos y hermosos. Miguel la miró unos minutos, casi como si hubiera visto un fantasma… Se parecía a Sofía, la misma sonrisa perdida, como si su mente estuviera en otro lado, la misma mirada seria, la misma delicadeza en las facciones. Miguel no pudo evitar quererla.

No le tomo mucho tiempo encontrarla en una red social y luego con un poco de trabajo y unas cuantas horas menos de sueño y había logrado entrar como ella, la muy ingenua no tenía buena seguridad. Pero Miguel no era tonto y había entrado a la cuenta desde un cibercafé que estaba del otro lado de la ciudad. No iba a caer tan fácilmente. También le había pagado a un chico para que lo saludara bajo el nombre de “Joseph” frente al dueño del lugar. No lo iban a rastrear. Incluso se había disfrazado para la ocasión, con unos enormes lentes cuadrados y una peluca de color café.

Benjamín lo había educado bien, era algo que tenía que admitir. Estando en línea observó las conversaciones de la mujer y leyó parte por parte hasta que encontró lo que buscaba.

Camille: Nos vemos en el bar!

Era una ilusa.

Llevarla hasta el apartamento no había sido difícil, le había puesto una droga en su bebida y boom, pan comido. La había dejado dormir a pesar de las ganas que tenía de jugar con su nuevo juguete, su juguete que era Sofía. La amarró a la silla pegada al calentador que estaba en la pared y subió para tomar una pequeña siesta.

Dos horas después bajo desabrochándose el pantalón. Miguel necesitaba diversión y ese vestido corto lo había estado volviendo loco desde que la había visto en el bar. Podía imaginarse mordiéndola y golpeándola y simplemente… disfrutándola.

-          Sofía. – Susurro antes de que ella lo viera.

El Síndrome de Estocolmo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora