Cap. 22

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Cuando ya había pasado una semana desde el traslado, Sofía recibió una noticia que la hizo encerrarse en su habitación y desaparecer. Se había negado a ver a Daniel y solo recibía a los enfermeros cuando le llevaban comida. Melissa se acercó con temor a la puerta.

-          Sabes que hoy es mi último día aquí, ¿verdad? – No obtuvo respuesta. – Sé que quieres que me quede, pero tengo que volver al hospital, aquí estarás a salvo y con amigos que te quieren.

-          No tengo amigos, te tenía a ti.

-          El doctor Daniel se preocupa por ti, creo que quiere ser tu amigo. – Una carcajada sarcástica fue su respuesta.

-          El doctor Daniel no es mi amigo. – Estaba llorando, Melissa podía escucharlo. - ¿Tienes que irte?

-          Sí, no puedo evitarlo. – Silencio fue su respuesta. - ¿Irás a almorzar conmigo? – De nuevo silencio, hasta que la puerta se abrió despacio y una Sofía con los ojos rojos e hinchados se asomó nerviosa. – Vamos. – Dijo Melissa tomándole la mano y llevándola hacía el comedor.

Estaban sentadas, mirándose como quien mira a su amigo que a para la guerra, hablando de como Sofía tenía que volver a hablar con Daniel y de los hermosos jardines en los que podría pasear y disfrutar del sol. Incluso podría salir a dibujar los alrededores, Daniel seguiría ahí para ella y Melissa prometió que iría a visitarla por lo menos una vez a la semana. Fue entonces cuando una enorme mujer de unos 40 años se acercó con una sonrisa encantadora. Sofía se tensó al momento y Melissa tomó su mano.

-          Mi nombre es June, esquizofrénica, he estado viviendo aquí desde hace tres años. – La voz calmada y los ojos alegres de la mujer parecieron calmar un poco a Sofía. – El doctor Daniel me llevó de compras para ver que materiales de dibujo te gustarían. – Melissa la volteo a ver curiosa y June le sonrió abiertamente. – Era profesora de pintura, cuando estaba afuera, es mi pasión.

-          Amo dibujar y pintar. – Fue un susurro, y tanto Melissa como June voltearon a ver a Sofía sorprendidas. – Siempre me ha gustado.

-          Entonces espero que disfrutes de los materiales. – Sofía sonrío y asintió completamente emocionada. – Hablaba con el dr. D. y él me mencionaba que consideraba que fuera bueno si yo pudiera enseñarte un poco de pintura.

-          Me encantaría. Siempre lo he hecho como pasatiempo pero si alguien me enseñara… - Sofía se puso de pie y comenzó a saltar tomando las manos de Melissa, quien solo le devolvía la sonrisa. – Te haré un cuadro, para que pongas en tu casa, sobre la chimenea, en mi hogar teníamos uno, de diferentes lobos que jugaban en el bosque. A Mig… a mi amigo le gustaban mucho los lobos, igual que a mí.

-          Entonces podríamos comenzar dibujando unos lobos. – Dijo June con una sonrisa igual de radiante. Melissa no dejó de sonreír pero centro su mirada en Sofía, había dicho un nombre… en voz muy baja y luego se había corregido.

Esa noche, después de la cena, Melissa se había despedido de una Sofía que dejaba las lágrimas caer por sus mejillas. Y justo antes de irse había susurrado el nombre en el oído de Daniel. Quién inmediatamente lo había escrito y se lo había mandado en un mensaje a Matt. 

El Síndrome de Estocolmo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora