Cuando finalmente los Valderrama pudieron hablar con el doctor Daniel Walker en privado no tenían idea de lo que iban a escuchar. No esperaban que les dijeran que su bebita estaba bien, que la recuperación sería rápida y que sería una joven adulta normal en poco tiempo… no esperaban nada de eso… pero tampoco habían perdido la fe de que su hija podría vivir una vida relativamente normal. Pero no parecía ser posible.
- El desarrollo, no solo físico, sino también psicológico, mental, de su hija se vio truncado, retrasado y, por decirlo de una forma sencilla…, averiado. – Les había dicho el doctor. – No sé en qué etapa se encontrará su hija, pero es posible que nunca haya superado la infancia y que no vaya hacerlo en un momento cercano. No sabemos si recibió educación o algo por el estilo, lo cual va a dificultar significativamente su “vida normal”. – Los miro con sus ojos grises llenos de tristeza, Isabel apretó la mano de Ricardo y cerró los ojos con fuerza. – El caso de Sofía es muy delicado, no sé con qué podría estar luchando ni todo lo que ha podido sufrir y como eso la ha transformado en quien es hoy… ni siquiera sé en quien se ha transformado durante este tiempo. Pero puedo ofrecerles mis servicios, si lo consideran oportuno, trabajaré con ella aquí y… - En ese momento hizo una pausa y los miro más serio de lo que había estado antes. – cuando le den de alta… mi consejo profesional es no llevarla a casa… de hecho creo que ustedes deberían de mantener distancia… por el momento, su presencia podría alterarla, por eso también les ofrezco la casa de asilo para la que trabajo. Hay muchos pacientes de diferente tipo de violencia, todos están recuperándose y tienen posibilidades de salir de ahí. No habrían cargos por… las extremas circunstancias bajo las que Sofía sufrió lo que sufrió.
Después de escuchar al doctor Walker, siguió la doctora Lucia Hale. La mujer de mirada dulce y facciones delicadas les sonrió, se le notaba cansada, como si no hubiera parado de moverse de un lado a otro por horas y horas, cosa que probablemente fuera cierto y por la cual ambos Valderrama no se sentían culpables, para nada. La doctora les comenzó a hablar de las diferentes heridas que habían encontrado en la joven con el examen pre eliminar y más tarde, con el examen exhaustivo los descubrimientos fueron menos agradables.
- Al principio notamos las marcas de mordidas, al analizarlas más detenidamente nos dimos cuenta que algunas de ellas tienen no semanas, sino años de antigüedad. Por otra parte… las constantes violaciones sexuales a las que se ha enfrentado han causado bastantes daños en sus órganos reproductivos. – Ricardo sentía asco y ganas de vomitar con seguir escuchando lo que le decían. – En la espalda también encontramos cicatrices… y… bueno… - Ella no los miró a la cara. – Creo que son producto de una tortura con látigos o cinchos. Una de las heridas más visibles es la del tobillo; como si la hubieran tenido encadenada a algo. Su piel está extremadamente pálida, esto puede deberse a la poca exposición al sol, tiene desnutrición y aún faltan algunas pruebas para ver cómo están sus huesos y sus órganos internos. – Isabel miraba hacía el frente con los ojos llenos de lágrimas y sin dirigir su mirada a la doctora, a su lado, Ricardo miraba el suelo. Sostenían la mano del otro como si de eso dependiera su vida. – Pensamos que podíamos entregar muestras de la mordida del atacante… para que lo pudieran atrapar más rápido pero fue imposible sacar algo… tiene… mordidas sobre las cicatrices de mordidas que están sobre las cicatrices más viejas. – Isabel se levantó y caminó hacia el baño. a los pocos segundos escucharon como vomitaba. Lucia mandó a una enfermera para que la ayudara. Y luego centro su mirada en Ricardo. – Hay algo más que quiero decirle pero hay que esperar a su esposa, este asunto es más delicado.
La enfermera también les mostró una de las habitaciones reservadas para los familiares de los pacientes más graves. Tenía hileras e hileras de camas. Había mujeres llorando abrazadas a sus esposos, mujeres ahogando gemidos en las almohadas, ocultando sus lágrimas y sus pesares. Incluso hombres que veían al vacío como si no dieran cuenta de las gotas que rodaban por sus mejillas, también estaban los que escondían el rostro entre las manos. Aquellos que hablaban lo hacían en susurros como viviendo en sus propias burbujas, tan angustiados por lo que sucedía que no se daban cuenta del resto de personas que estaba ahí. Los Valderrama no fueron la excepción; se sentaron uno frente al otro en una de las camas. Isabel se miraba las manos y Ricardo la miraba a ella, ninguno dijo nada por un tiempo, estuvieron ahí en completo silencio. Isabel se preguntó cuánto tiempo faltaría para que todas esas personas se dieran cuenta de quienes eran ellos. Decidió que no le importaba y que a ellos tampoco les importaría… en esa sala era solo otra madre preocupada, otro familiar que sufría por lo que no podía controlar.
Después de que Isabel Valderrama y Ricardo Valderrama se habían divorciado cada uno había seguido con su vida. Isabel, deprimida y enfrentando la muerte de su hija sin ser capaz de enterrar el cuerpo y decir un último adiós, había decidido que escribiría sus memorias, que le contaría al mundo su experiencia y que aconsejaría a las madres que no se dieran por vencidas, también se dedico a ayudar a Denise en la búsqueda de su hija, o del cuerpo de su hija. Ricardo por otro lado, había querido alejarse, comenzar una nueva vida. Nunca se había dado por vencido con la búsqueda de su hija y había seguido mandando dinero para financiarla, incluso había comprado el libro de Isabel y había llorado con cada palabra. Pero se había casado de nuevo, con una joven mujer que estaba llena de vida y que entendía que dos veces al año él volviera a casa de Isabel y pasara ahí todo el día. El cumpleaños de Sofía y el aniversario del secuestro. Pero su vida había sido tocada por otra alegría, una segunda hija. Hermosa de cabellos negros como la noche y ojos profundos y de color chocolate que lo hacían ceder ante todo lo que ella quisiera. No la llamaba princesita ni bebe. Esa era Sofía… ella era su muñequita y su nena. Ahora la niña tenía cinco años y sabía la historia de su hermana y, a pesar de su corta edad, se mostraba comprensiva e incluso había insistido en escribirle una carta a Sofía para su cumpleaños. Ricardo se la había enseñado a Isabel y juntos habían llorado, ahora la tenían guardada en la pequeña cajita con recuerdos de su princesa.
- Tenemos que tomar una decisión. – Dijo finalmente Ricardo, su garganta estaba completamente seca.
- Creo que lo que el doctor Walker sugirió es nuestra mejor opción… incluso si me gustaría tenerla en casa, lo más probable es...es que… - Su voz se quebró y se mordió el labio con fuerza para contener las lágrimas. No funcionó. Termino llorando y con sangre en el labio. – no nos reconozca o nos tenga miedo.
Volvieron a quedarse en silencio. Ricardo volvió a tomarla de la mano y la apretó… ella lo miró a los ojos.
- ¿Crees que… que sea un niño? ¿una niña? – Isabel le sostuvo la mirada y entonces ambos volvieron a llorar en los brazos del otro como hacía 12 años cuando Denise había llegado a decirles que había encontrado la bicicleta pero no a la niña.
- Creo… creo que es más importante saber si fue un parto o un aborto lo que dejó esas marcas. – Concluyó Isabel apretada contra el pecho de su ex esposo. – O si fueron más de uno. – Lo último fue un susurro, Ricardo fingió no oírlo porque era un tema demasiado doloroso para discutirlo.
Pasaron toda la noche en esa misma posición, sin poder cerrar los ojos. Las otras familias siguieron su ejemplo, pronto la sala estuvo completamente callada, todos esperaban que la puerta se abriera de golpe y alguien les dijera algo de sus seres queridos, al mismo tiempo esperaban que permaneciera cerrada… así no traería malas noticias.