Cap. 12

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No era la llamada que había estado esperando pero no podía ignorarla simplemente y algo dentro de él, quizá lo rápido que su corazón palpitaba, le decía que tampoco quería ignorarlo. Saltó una de las bancas del hospital con una agilidad que él mismo desconocía que poseía. Se deslizó un poco al tratar de girar para llegar a la habitación pero aun así le fue posible mantener el equilibrio. Escuchaba los gritos y los golpes violentos y las enfermeras dando órdenes a los demás pacientes de que se retiraran. Finalmente vio alrededor de 15 personas apretadas contra la puerta de Sofía. Denise lo alcanzó en ese momento.

-          ¿Qué demonios está pasando aquí? – Daniel se preguntaba lo mismo… - Abran espacio para que pase el doctor. – La gente volteaba a verla sorprendidos y comenzaron a apartarse dejando que Daniel entrara completamente serio.

-          Oh, Daniel, gracias a Dios estás aquí. – Melissa lo miraba suplicante. – No sé qué sucedió, vine a ofrecerle un paseo por los jardines y se puso nerviosa, se encerró en el baño y comenzó a gritar… lleva ahí 10 minutos y no logramos hacer que salga.

En efecto los gritos eran ensordecedores y hacían que a Daniel le costará respirar, estaban llenos de temor y de dolor y de quien sabe que cosas más. No podía asegurar que era lo que había detrás de todo ese sufrimiento. Se acercó a la puerta del baño y colocó su mano contra la puerta, todos fueron quedándose callados y pronto solo se escuchaban golpes y gritos que salían violentamente del baño. Hasta que estos también se detuvieron y solo quedaron callados sollozos de una niña asustada.

-          Sofía, - Daniel se sorprendió de la suavidad de su voz, estaba más calmada de lo que había pensado. – soy yo… Daniel. – Nada. – Solo quería saber si estás bien. – Era una pregunta estúpida, por supuesto que no estaba bien. Respiró profundo y volvió a intentarlo. – Sofía… abre la puerta, déjame entrar y podremos hablar.

-          No quiero hablar. – Fue solo un susurro, Daniel dudaba que alguien más lo hubiera escuchado.

Cuando Daniel era pequeño y lo dejaban cuidando a Camille solían tener ese tipo de discusiones en los que ella se encerraba y lloraba a gritos hasta que él se acercaba y pedía disculpas. En ese momento, frente a la puerta del baño de la habitación de Sofía, se sentía como aquel Daniel que tenía que rogarle a su hermana para que lo dejara entrar y pedir disculpas por cosas que sabía no tenían importancia alguna.

-          Tú no,… yo… yo necesito hablar. Necesito que me escuches. – Hacer que la otra persona se sintiera importante y necesaria, nunca había sido un fan de poner sus preocupaciones en sus pacientes, pero estaba desesperado, necesitaba entrar a hablar con ella. Una vez más solo hubo silencio. – Por favor, Sofía, déjame entrar y hablemos un poco. – Está vez escucho ruidos, pasos que se acercaban. Repentinamente escuchó como alguien se apoyaba contra la puerta. – Sofía… por favor…

La puerta se abrió con brusquedad, unas delicadas manos lo tomaron de la camisa y lo atrajeron hacia adentro, la puerta volvió a cerrarse a sus espaldas y  entonces las manos lo soltaron con delicadeza. Y frente a él se encontraba una hermosa mujer con los ojos llenos de lágrimas, los nudillos rojos de golpear la puerta y las mejillas sonrosadas.

-          Gracias por dejarme entrar. – Ella colocó su dedo índice en los labios del doctor y lo miró con los ojos llorosos.

-          Es mi turno de hablar. – Daniel la miró sorprendido, en ese momento se percató de lo que había sucedido, no estaba frente a una niña de siete años, estaba frente a una joven mujer que estaba dispuesta a contar lo que le había pasado.

El Síndrome de Estocolmo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora