Una pequeña nota antes de comenzar. Finalmente pude volver a subir un capítulo. Sé que ha pasado bastante tiempo y me disculpo. Trataré de subir más seguido. Gracias a todos los que siguen leyendo esta historia. Disfruten.
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Decir que estaba sorprendido era dejar las cosas muy cortas, en estado de shock quizá fuera mejor. No estaba contento, ni feliz, estaba extasiado, se sentía en completa plenitud. Había logrado justo lo que había querido. Sofía se estaba abriendo con su hermana menor. En ese preciso instante veía como ambas estaban sentadas. Iris en el suelo y Sofía en una silla, detrás de ella, pasándole un cepillo por el oscuro cabello, con una paciencia infinita, mientras escuchaba a la niña contándole de su padre.
- Y entonces me regaló una muñeca, era una princesa pero ahora es una jugadora de fútbol porque es mi deporte favorito. Mamá le hizo el traje y todo. – Sofía se había visto confundida cuando la niña le había explicado que su madre y la de ella no eran la misma mujer, pero ahora parecía contenta solo con estar en presencia de la menor.
- Cuando yo era más pequeña, recuerdo que mi amigo me regalaba muchos lobos. Me gustan. Especialmente los negros, me recuerdan a él.
- ¿Lo dices en serio? – Sofía dejó escapar un pequeño ruido afirmativo y su hermana menor volteó a verla con una enorme sonrisa en el rostro. – A mí también me gustan mucho los lobos, pero prefiero los blancos.
Y como si fuese lo más normal del mundo, ambas se enfrascaron en una conversación sobre los lobos. Era interesante ver a la niña siendo más madura que la adulta en muchas ocasiones, pero también había momentos en los que Sofía se convertía en la hermana mayor. Cómo cuando la araña había aparecido e Iris había gritado asustada. Sofía la había tomado con delicadeza y sacado de la habitación.
- En mi antiguo cuarto habían muchas, todos los días sacaba dos o tres. También habían gusanos y otros insectos. – Daniel se había preocupado al escucharla hablar tan tranquilamente, el lugar dónde la habían tenido no era un lugar adecuado para mantener a una persona.
La tarde pasó completamente tranquila hasta que al final Iris hizo algo que nadie se esperaba. Daniel no sabía cómo debía de intervenir en la situación, por eso era que le desagradaba tener que trabajar con niños, incluso cuando eran necesarios para resolver casos complicados como el de Sofía. Miró a ambas niñas y entonces se percató de algo. Iris no solo era una niña que iba en su desarrollo adecuado y esperado, sino que también era una niña que había escuchado la historia de su hermana más de una vez, una niña que se había transformado en adulta en el momento en el que él le había pedido ayuda con el caso, una niña que sabía lo que estaba haciendo porque había aprendido a manejar a Sofía en una tarde. Después de todo… entre las mismas edades era más fácil comprenderse, incluso cuando las edades biológicas eran tan diferentes, las edades mentales eran bastante similares.
- ¿Por qué te gustaba estar en ese lugar tan feo? – Sofía se quedó callada unos segundos.
- Me querían, me sentía amada.
- Te golpeaban, papi dice que no está bien que te golpeen.
- Me amaban.
- ¿Quién?
- Mis amigos.
- ¿Quiénes son tus amigos? ¿Dónde están?
- Miguel… Miguel es mi amigo, Benjamín es su papá… Estoy segura de que Miguel está buscándome
- Si estuviera buscándote… Ya estuviera aquí, a tu lado. Yo no lo veo.
- No lo entiendes, él no puede venir por mí. No lo dejan. Pero él me ama, siempre lo ha hecho. – Sofía se veía desesperada y Daniel comenzó a acercarse.
- Papá e Isabel te aman, te extrañan, tú no quieres verlos… ellos pueden ser tus amigos y enseñarte lo qué es el amor.
- ¿Qué es el amor?
- Amar es cuando papi se come lo que yo ya no quiero porque sabe que mami se esforzó en cocinarlo. O cuando mami se queda conmigo porque estoy enferma. Amar es cuando soñaba que tenía una hermana mayor que cuidaba de mí.
- Yo puedo cuidar de ti. – Sofía miró a su hermanita, estaba más calmada, de hecho, Daniel casi podía ver a la adulta en la mirada.
- Claro que no, si viene Miguel a llevarte… tú te irás con él y yo me quedaré aquí, sola, como en un principio. – Iris se puso a llorar y Sofía se quedó viéndola sorprendida. La menor volteó a ver a Daniel, su mirada seria y llena de lágrimas. – Quiero irme a casa, doctor.
Daniel se llevó a Iris y Sofía se quedó en la oficina, sentada en una silla baja, con una mirada perturbada en su rostro. Iris tenía razón. Si Miguel regresaba por ella… tendría que irse; pero, ¿Miguel la estaba buscando? Realmente la estaba buscando, él la amaba y no la dejaría abandonada ¿cierto?