Él no era idiota, había estado pendiente de las noticias, su cara no había aparecido todavía pero eso no quería decir que estaba a salvo. Y el idiota de Miguel los había condenado secuestrando a la hermana del doctor ese… Benjamín tenía que encontrarlo y matarlo por estúpido. Los había condenado, era obvio que lo iban a buscar. Suspiró pesadamente, Peter Hunt llevaba bastantes días sin aparecer y seguramente no aparecería, estaba seguro de que Denise Andrade estaba luchando por mantener todo proceso en secreto para no alertar a nadie. Esa mujer había prometido atraparlos.
Estacionó la camioneta en el parqueo del motel donde se estaba quedando esa noche y suspiró, el dueño del motel era un viejo parcialmente ciego y su hijo era estúpido. Estaba a salvo. Tomó la bolsa de las compras y caminó hasta la habitación que había alquilado. No había nadie que pudiera verlo, nadie que pudiera reconocerlo. Se estaba volviendo paranoico, quizá como resultado de no hablar con nadie durante días.
Encendió la televisión y se dejó caer en el sofá. Había cerrado con llave y el arma que siempre cargaba consigo estaba en la mesa de al lado. Una vez más no había nada bueno que ver… solo reportajes de cosas idiotas que a nadie le importaban… Dejó uno que hablaba sobre cómo se construían los rascacielos y lo miró sin prestarle atención, estaba ocupado pensando en cómo jugaba con sus niños, los extrañaba… pero fuera idiota llevarse a uno en esos momentos, se delataría. Había pensado en contratar a una prostituta pero no era lo mismo… no era como tener la carita inocente de un niño y el cuerpo era demasiado grande para su gusto… Necesitaba un niño pequeño… Lo extrañaba.
Comenzó a recordar cuando Miguel era un niño, tan dulce e inocente, tan perfecto, definitivamente había sido su favorito, por eso lo había dejado vivir… por eso lo había entrenado y le había enseñado bien… o eso creía él… pero el muy idiota se había encariñado demasiado con Sofía y lo había arruinado todo. Sacó una cerveza de la bolsa y se la tomó casi de un solo trago. Idiota Miguel. Sacó otra y también se la tomó a gran velocidad. Miro la televisión y sus ojos comenzaron a cerrarse, se sentía cansado.
No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado cuando se despertó, la luna seguía iluminando la habitación desde la ventana pero las luces rojas y azules opacaban su belleza. El ruido de los gritos a través del megáfono lo había despertado, lo estaban llamando… Maldijo mentalmente y se asomó con cuidado a la ventana… cinco carros de policías, lo tenían rodeado.
- Esto es tu culpa, Miguel… - Suspiró, tomó la pistola y se acercó a la puerta. La abrió y disparó.
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