Cap. 17

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Miguel se estaba abrochando el pantalón, mirando el desnudo cuerpo de la mujer que lloraba en silencio, la mujer que escondía el rostro en la almohada… era hermosa. Casi tan hermosa como la verdadera Sofía, pero aún habían cosas que le hacían recordar que ella no era su pequeña niña. La miró un poco más… y entonces se dio cuenta… el color negro del cabello no era el correcto… Era muy pálido, no era brillante y hermoso como el de Sofía. Se sintió asqueado. La tomó por la fuerza del brazo y la obligo a sentarse.

-          Por favor… no otra vez… - Le decía con la voz quebrada, como si él la fuera a tocar otra vez con ese cabello horrendo que le colgaba casi llegándole a la baja espalda. Pero cuando se hubiese encargado de eso, disfrutarían de la quinta ronda del día. Miró el reloj… aún no era la hora del almuerzo, tenía tiempo.

La dejó caer y ponerse en posición fetal. Salió del sótano y fue en busca de los instrumentos que iba a necesitar.

Se miró en el espejo del baño, despeinado, con el ceño fruncido, los ojos oscuros de cólera. Todo era culpa de Benjamín, si él no hubiese decidido que era inteligente y “sabía” que hacer, si no hubiese decidido de la noche a la mañana que lo mejor era sacar a Sofía de la casa, nada de esto estaría sucediendo. Él podría estar en cama disfrutando de la suave piel de Sofía, tan delicada, tan… apetecible, tan fina y femenina, tan infantil.

No como esa mujer que estaba abajo, esa mujer que no era nadie, que no tenía ningún valor, era solo un juguete para mientras pensaba como recuperar a Sofía.

Volvió a bajar, la mujer seguía en la misma posición como la había dejado. Volvió a levantarla y se colocó muy cerca de su rostro, respirándole en la oreja y sintiéndola temblar bajo su peso, estaba asustada.

-          Escúchame, te vas a quedar muy quieta o puedo lastimarte. ¿Entendido? – La radio estaba encendida, no quería que nadie escuchara el ruido de la máquina, ella asintió con los ojos rojos e hinchados.

Se pasó hacia atrás de ella y tomó las tijeras y un mechón de sucio cabello negro… el negro equivocado. Lo cortó. Lo dejo caer frente a ella y tomó otro mechón y luego otro y otro. Todos fueron a parar a sus pies, ella lloraba nuevamente. Cuando terminó con los mechones más largos, conectó la máquina y el sonido hizo que la mujer se diera la vuelta y lo mirara sorprendida, rogándole con la mirada que se detuviera.

Camille miró lo que el hombre sostenía en sus manos, quería vomitar, no podía ser cierto. Se echó a llorar sin poderse contener, él sonrió viéndole los ojos. Sabía lo que le estaba haciendo y como eso la estaba afectando. Maldito desgraciado, pensó con temor, no le daría el gusto. Volvió a sentarse lo más recta posible y a respirar profundo. Fue en ese momento cuando la música terminó y la voz de Peter Hunt volvió a sonar.

-          Lamentamos interrumpir este programa, pero las autoridades han informado que el hospital dará de alta a Sofía Valderrama, sin embargo, la joven no irá a su casa sino a una casa de retiro perteneciente a su actual psiquiatra, el doctor Daniel Walker, quien tomará la custodia de Sofía por el momento. Un juez ya ha firmado todos los papeles que le dan poderío al doctor Walker. Los padres de Sofía Valderrama aún no han dicho nada a la prensa.

Camille sabía que Peter Hunt seguía hablando, pero ya no podía escucharlo, no podía escucharlo sobre el ruido de carne golpeando carne. De cada puñetazo que Miguel le daba, cada uno de los cuales impactaba con algún lugar de su desnudo cuerpo. Las piernas, los brazos, el rostro, el estómago, el pecho, la espalda… todo estaba siendo golpeado con fuerza.

-          Esto es todo culpa del idiota de tu hermano ¿Lo sabes? – Ella comenzó a llorar sin poderse contener. – Todo es culpa de tu hermano. – Se levantó y de su chaqueta, que estaba en el suelo, sacó una pistola.

Camille iba a morir, lo sabía, lo veía en los ojos brillantes y oscuros del hombre que estaba parado frente a ella, no la apuntaba, pero no era necesario que lo hiciera. Ella sabía lo que se aproximaba. Morir sería mejor que seguir encerrada en ese infierno. Cerró los ojos y pensó en su hermano, seguramente la estaba buscando por todos lados.

Y pronto todo se volvió negro, ya no había más pensamientos.

El Síndrome de Estocolmo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora