NARRA EVA.
El miedo invadía mi cuerpo, estaba a escasos minutos de reencontrarme con mis hijos, los recuerdos de los momentos felices junto a ellos, es lo único que me habían sostenido de pie durante estos años, varias veces estuve a punto de caer en una depresión y puedo asegurar sin exagerar que sin ellos no ha existido ningún momento que fuese feliz. Había una cosa que era lo que más me preocupaba, su reacción, yo los quería, los amaba más que a nada en este mundo, eran dos criaturitas buenas e inocentes y no se merecían pasar por tantas penas y calamidades, nos fuimos a Londres a buscar su bienestar, pero ellos no podían venir, no sabíamos si íbamos a tener casa donde cobijarnos o comida para alimentarnos, ellos estarían mejor en un internado, con todo el dolor de mi corazón los tuve que dejar allí, lloré mucho, imploré porque encontráramos un trabajo aquí que nos permitiera quedarnos, pero fue imposible, el miedo a que nos quitaran la casa donde vivíamos por las numerosas deudas y no poder darles un bienestar a nuestros hijos hicieron el resto, Juan Carlos, nuestro hijo mayor, era nuestro traductor en Londres, con un poco de suerte una empresa española nos contrató, dándonos una casa para vivir. Cuando quisimos recuperar a los gemelos era imposible, el internado cambió de dueños y no nos dejaron recuperarlos, puesto que ellos ya tenían la guarda y custodia de ellos.
Los años pasaron como siglos, el dolor por no tenerlos a nuestro lado era inmenso, el remordimiento por haberlos dejado en ese sitio nos visitaba cada segundo de nuestras vidas, ellos por suerte, no se dieron cuenta de nuestra situación, ellos solo tenían 7 años y no se enteraban de nada, eso era lo único que nos reconfortaba, pero cuando pensaba el odio que nos tendrían por dejarlos allí, la pena era aún mayor, el dolor de mi corazón se acrecentaba cada instante y momento que no había podido pasar con ellos. Siempre quise volver y explicárselo todo... pero el pánico a su rechazo no dejaba que lo hiciese. Siempre pensé en ellos, nunca los olvidé, tenía empapelada mi casa con sus fotos las de cuando éramos una familia feliz...
Aún recuerdo sus caritas al nacer, todo me cogió de improviso, ya tenía a Juan Carlos, con 9 años, el cada día ponía dos velitas para que le trajeran un hermanito, no había un solo segundo que no pidiese uno, y al final le mandaron dos... me di cuenta tarde, durante el embarazo no había tenido síntomas y solo noté que estaba bastante hinchada, al ir al médico me dieron la sorpresa que no esperaba, gemelos, al principio lo tomé como una broma, mi marido y yo no lo creíamos, pero al hacerme la ecografía nos dimos cuenta que todo era verdad, estaba casi de 5 meses y esperaba dos niños que cambiarían nuestra vida... a partir de ahí las cosas sucedieron demasiado rápido, apenas tres meses después los gemelos nacieron, los tuvieron que incubar puesto que ese tipo de embarazos no suelen coger el peso indicado, no teníamos ni siquiera los nombres elegidos... al verlos intubados y metidos en una urna de cristal, algo dentro de mí se removió, al primero lo decidimos llamar a Jesús porque era muy tranquilo, muy pacifico y se dejaba coger y acariciar, sin embargo Daniel era todo lo contrario, no paraba quieto y cuando el doctor lo cogió protestó, nos acordamos de los dibujos de Daniel el travieso y ese fue el nombre indicado... poco a poco el tiempo fue pasando, la alegría nos invadía, ellos se iban haciendo grandes, Jesús seguía siendo un pequeño muñequito adorable y Daniel un trasto, que con sus travesuras se ganaba el cariño de todos, solo con un palo era feliz, creía que construía un fuerte, de hecho para diferenciarlos cogía un palo y preguntaba quien lo quería, seguramente habré dado dos biberones al mismo y reñido a uno siendo el otro, pero eran mis hijos, mis pequeñas criaturitas adorables... éramos felices y nada podía cambiarlo, o eso creía... hasta que la vida nos dio ese revés. El último recuerdo que tengo de ellos es trágico, cogidos de la manita de una profesora, llorando por nosotros, eso jamás se irá de mi mente.
Y ahora aquí estoy, incapaz de pulsar el timbre, delante de nuestra casa, en la que ahora viven mis hijos, todo eso no hubiese sido posible sin Álvaro, él me dio la fuerza para venir, me animo y me sugirió que les pidiese perdón, creo que si él no me hubiese asegurado que lo comprenderían todo nunca estaría aquí, él me ha informado de todo lo que en estos años le han acontecido a mis hijos y cuando me contó todo lo que vivieron en el internado quise morir, hubiese preferido mil veces pasarlo yo antes que ellos. Pero ahora sé que han encontrado amigos y novia, y hasta hijos... también me he perdido ser abuela, pero si ellos deciden darme una oportunidad disfrutaré de ellos como si fuesen mis hijos, cuando me lo conté me emocioné, supongo que se parecerán a ellos y me gustaría intentar enmendar mis errores con mis nietos, y amarlos tanto o más, como lo hice con sus padres...
ESTÁS LEYENDO
RUN II : no te alejes de mí (gemeliers)
أدب الهواةSEGUNDA TEMPORADA DE RUN NO MIRES ATRAS.... LEE PRIMERO ESA SINO NO ENTENDERÁS NADA.... Después de lo ocurrido nada volverá a ser lo mismo, Daniel volverá a unos malos actos que sino sale a tiempo lo llevaran al abismo. Calum vivirá algo que no...