Trying not to love you | Nickelback.
Guillermo no lo podía cree, y se intento ocultar aún más si era posible. Tenía un muro de frente, que evitaba ser visto inviscuyensdose en asuntos que no era de su incumbencia.
Su gesto se endureció, lo vio en su mirada. Lo poco que escucho lo dejo sin palabras. Y aunque finga que no le afecta, sin duda ocurría lo contrario. Llevo su mano a la boca, procurando en vano retener el escozor de su garganta, que le ardía.
Su pecho le molestaba. Nunca le había importado lo que dijeran de él, ni lo que murmuran a sus espaldas. Pero al único que creyó incapaz de hacer tales cosas. Lo tenía ahí, sonrisa sacorrona, y consumiendo su último aliento de esperanza.
Sí hablamos de quién se trata, y el revoltijo que le causa al mismo tiempo. Y como se queda con su mirada clavada en suspenso. Observando todos aquellos rumores que le achacan.
Se podría ver a él, a Samuel, de sonrisa calida, semblante seductor, su propio mejor amigo. Apuñalandolo por la espalda. O eso es lo que cree, pero apostaría que así es.
Por como ríen, por como se le escapa esa mirada maliciosa que desde que lo conoce nunca se había percatado que existía. O cierto es, que nunca se había fijado, puede ser que siempre haya estado ahí. Y el mismo se engañaba.
-Ya sabes como es él, es un niñato imbecil. No se como lo sigues soportando, y no te lo has follado de una puta vez.
-Necesitaba que primero confiara en mi...-se detuvo, procurando ser lo más creíble. No podía delatar sus verdaderas intenciones. Ante el idiota que tiene como amigo.
Él sabia un pequeño detalle, por lo que actuaba tan casual como le era posible. Y esperaba que no le resultara en un arma de doble filo.
-Desaste lo más pronto de él. En serio, ya no aguanto otro minuto de sus niñerias.-se despido de un gesto. Samuel se quedo y respondió mientras que el otro se alejaba.
-No lo dudes. Me voy a hacer cargo de él.- actuaba como ha sido siempre. Pero por esta ocasión un fuerte agarre sujetaba el interior de su pecho.
El salón se quedo en silencio, y pudo ser capaz de escuchar un leve sollozo, del otro lado de la pared. Lamentó todo lo que había dicho, desde el instante en el que cruzó palabras con el insoportable que se hacía llamar amigo suyo. Y justo en ese preciso momento, el menos oportuno, cuando estaba a segundos de confesarle todo eso y más a su mejor amigo.
De un respiro se atrevió a abrir la puerta que lo separaba del pasillo. Y ahí estaba él, contraído en su sitio en el suelo. Con un tenue temblor que le delata lo dolido que se encontraba.
Se acercó poco a poco, hasta estar a su altura. Y le hablo cerca de su oído.
-Que te he dicho de no espiar las conversaciones ajenas.-intento acariciar su brazo. Pero como forma de defensa se alejo de su toque.
Sin embargo, Samuel no desistió. Y en una maniobra sencilla lo cargo en su espalda. Durante el trayecto, aún desconocido para el menor. El contrario insistió para que lo escuchara, pero mientras Guillermo más se revolcaba en su hombro, Samuel más disfrutaba de hacerlo enfadar en los juegos infantiles que provocaba.
Cuando lo dejo finalmente en el suelo, seguido de fulminar con su mirada: su en torno, la situación y al tipo que lo observaba con descaro. Se dispueso a escuchar lo que pretendía decir.
Pudieron pasar minutos solo contemplando el uno al otro. Guillermo hizo intento de abrir la boca. Y reclamarle por las intenciones que le hizo acercarse hasta él. El reto absurdo que conllevó a llegar al punto de considerarlo su mejor amigo.
Tantas ideas locas desbordaron su mente, llena de unos cuantos escenarios en los que terminaba llorando como una nena a costa de su roto corazón. O por su intento de golpe en el que el más perjudicado sería su mano. De cualquier modo, en todos los casos terminaría con lágrimas rodando por sus mejillas. Como el afeminado que se supone que es, o es así, como siempre lo han tildado los demás.
Pero en cambio cualquier acción que iba a realizar se ve mermada. Por los brazos que lo acercan al cuerpo ajeno. Y los labios que se encierran en los suyos.
Aunque fue tan solo un toque. No puede ser para menos, el deseo que hace no mucho sintió por aquel tímido roce. Y que por las circunstancias tuvo que rechazar.La impresión del momento lo dejo atónito. Pero aún más, la seria de palabras que la boca de Samuel expulsó.
Y ahí estaba la medida justa de ambiente, cercanía, y seducción. Que muchas veces imaginó escuchar. Pero se concentró en las palabras hirientes que anteriormente había escuchado.
Se echo hacia atrás, reacio a continuar cayendo en la trampa y el engaño que Samuel seguía haciendo.
Le continuaba repitiendo las mismas palabras, una y otra vez. Samuel sabía que debía pedirle las disculpas correspondientes por todo lo que hizo y por lo que no llego a hacer. Por el error que cometió al involucrarse en ese estupido reto. Pero que consiguió a pesar de todo llenarlo de valentía y volverse cercano al chico que siempre miraba desde lejos, pero que no se atrevía a cruzar palabra.
Hasta que lo conoció, y le pareció el ser más perfecto que pudo llegar a existir, sin importar nada se propuso conquistarlo, y dejar de lado la tonta treta que sus amigos habían planeado, como pasatiempo y lo que conseguirían unicamente sería aumentar la burla que ya de por sí sufría su chico.
Desde ese momento olvido todo aquel absurdo engaño, de una verdad que el intentaba dejar a flote con su cariño desmedido y su protección gigantesca que poseía hacía el menor.
Hasta ahora su declaración directa había sido rechazada. Pero continuaba con la muestra de afecto más pura que podía realizar y la confesión más sincera que a través de los -Te amo- podía demostrar. Porque sabía como llegar al punto de flexión, en donde Guillermo cedería.
Y ahí estaba en las comisuras de la sonrisa que los picos en su boca provocaba. El último fue un beso más profundo, que al menos, él no creía que correspondería, pero lo tenía a su merced. Con su mano acariciando su castaño cabello, y con la otra bajando desde su hombro hasta el pectoral.
Samuel sabía como revolver todo su mundo. Y en esta ocasión no sería diferente. Aunque el resultado les causara gracia, aún había cosas que ahondar en su repentina relación. Y estos nuevos sentimientos, que sin duda en conjunto poseían.
-En serio, lo que vosotros queríais de mi...era ya sabes...eso.-sin mucha explicación, Samuel comprendió lo que Guillermo quiso dar a entender.
-No me hace falta follarte ahora, cuando vamos a estar juntos el resto de nuestras vidas. -lo miro sonrojado. Típico de lo avergonzado y de lo que unas cuantas palabras podían ocasionar. El mayor rodeo al menor por sus hombros.
Después de ser el centro de atención de todos lo presentes, incluyendo a sus supuestos amigos. Se adentraron al edificio, no sin antes escuchar los chillidos y las gritos que dejaban tras de sí. Samuel les enseño como respuesta un gesto para nada amigable con su dedo medio, a lo que se remitía a lo jodidamente poco que le importaba sus opiniones.