Recuérdame | Carlos Rivera.
Comenzaba a nevar en Madrid. Un año atrás sin mucha suerte no lograron coincidir; sin embargo, lo intentarían nuevamente este. Estaba aguardando en el aeropuerto a su llegada que, cabe decir, el vuelo se había atrasado. Por más que esperaba que el clima de Nueva York no fuera un impedimento, la verdad era que a estas alturas estaba perdiendo la esperanza.
Estaba tan ilusionado porque seria la primera navidad que pasarían juntos, pero tal parece que podían esperar un año más. Sin embargo, cuando ya se iba a marchar el peso que recayó en su espalda lo sorprendió y encendió su interior. Una risa conocida se escuchaba en toda la terminal, lo cual imitó repleto de entusiasmo por tener a Guillermo ahí junto a él.
Le dio vueltas al menor aún enganchado como un niño sobre él. Hasta que salieron del aeropuerto con una sensación refrescante de estar juntos y no se apartaron ni un segundo. Sus brazos se rozaban constantemente, hablaban y se miraban como si todos estos meses separados, las veces que intercambiaron vídeo-llamadas no existiera. Se extrañaban como nunca antes. Aunque hayan estado separados en otras ocasiones, nunca ha sido por tanto tiempo como esta vez.
En el trasporte, Guillermo no pudo evitar quedarse dormido luego del largo viaje, y Samuel tampoco parar de mirarlo al descansar y esparcir delicadas caricias durante el camino a casa. No puede resistir al tenerlo ahí, calmado y con la abrumadora sensación que él mismo le causa, y que aunque le gustaría cambiar todo su entorno nunca seria capaz de arruinar el ahora y lo que son. Tampoco encuentra las palabras para decirle todo lo que ha guardado por tantos años.
Y comprende que no le será posible, porque lo mira y es tan perfecto. Que no sabría que hacer si lo rechaza, aún cuando lo tiene tan despistado y a punto de caer dormido de nuevo. Sigue siendo muy hermoso para sus ojos, y a cada segundo que pasa se pierde en sus movimientos, en sus sonrisas, en sus palabras, en su manera de mirar. Podría replantearse la posibilidad, aunque sea mínima de que el resplandor de sus brillantes ojos sea a causa de su reflejo.
Pero el punto es que va a estar ahí, de nuevo en el departamento que han compartido durante estos últimos años. Y aunque sea una visita fugaz, esta feliz de volver a verlo como de costumbre. Cuando aun estaba metido en su propia ensoñación y no esta tan consciente de su entorno, no logra captar al receptor de sus miradas y suspiros, contemplarlo entretenido y compartiendo sus mismos sentimientos, pensamientos y sensaciones.
Esta seguro que podría estar haciendo más frío del que jamás ha sentido. Leve gotas de escarcha resbalan por el parabrisas cuando desciende del auto. Estrecha a Guillermo en sus brazos y le sonríe como siempre, como le hacía falta. Al abrir la puerta y respirar lo familiar que le trasmite aquellas paredes y aquel hombre a su lado, que aún no se separa podría decir al fin no hay ningún lugar como el hogar junto a Guillermo.
Se despegan pero no tardan en acomodarse y acoplarse en el sillón, el calefactor hace su función y sus brazos lo rodean, se pierden al observar la nevada que cae en el exterior. Esta será una navidad especial, porque se entrelazará una historia particular, torpe y única. Samuel no le despega su mirada al menor, mientras de su boca se desprende palabras que tan solo cruzan por su cabeza, y cuando compruebe lo que ha dicho no existirá retroceso y quizás solo eso es lo que hacía falta para encajar y completar sus vidas. Un error que los comprometerá de por vida.
"Me gustas".