Me declaraste guerra

687 30 0
                                    

El amanecer recibía a Emma con brazos abiertos en su nuevo hogar, Londres. Las aves volaban entre los árboles, su canto melodioso; las nubes parecían algodón de azúcar entre un mar azul. La luz del sol entraba sin invitación a la habitación de Emma, y esta recostada hecha un desastre de sabanas y pelo y pijama. Abrió los ojos y ya despierta se acerco al baño dándose una ducha y luego vistiéndose. Bajo los escalones y fue a la isla de la cocina, sentándose en una butaca.

—Buenos días, mama.

—Buen día— respondió su madre con una sonrisa mientras hacia el desayuno.

— ¿Qué hay para desayunar?

—Huevos revueltos y tostadas.

Se sirvieron y desayunaron. Mientras lo hacían, Emma miro a su madre con una pregunta saliendo de su boca— ¿sabes si llego la correspondencia?

Lucy asintió—. Si, llego. Quería decirte... llego de la universidad.

Emma se sintió ansiosa y excitada—, ¿Y...? ¿Estoy dentro?

El rostro de Lucy era triste, con una mueca y Emma se hizo a la idea de lo que significaba. No había entrado. Asintió y resoplo, triste. Pero Lucy sonrió y grito emocionada— ¡Si entraste! De hecho, también obtuviste la beca...

Emma la miro sin saber que decir, una sonrisa se extendió en su rostro. Estaba feliz, por un momento, pensó que no lo había logrado. Que todo el esfuerzo no había valido la pena. Lucy se acerco a ella y la abrazo—. No digas nada, es la mejor universidad de Londres, y eres la mejor hija. Mereces esto, y sé que serás grande. Lo siento y creo que así será.

—Mama... gracias.

Los días pasaron rápido, volando. Y Emma estaba emocionada. Ya estaba lista para irse. Bajo las escaleras y miro a su madre en la puerta esperándola—, ¿lista?— Emma asintió—, está bien, si te pierdes me llamas, ¿entendido?

Emma asintió recordando la de veces que Lucy se lo había repetido. Salió a la calle y vio como era su vecindario –no se había percatado de nada más que de su propia casa, que, pensaba ella, era como un castillo– las casas eran como mansiones y habían muchos edificios altos. Miro al cielo y se sintió agradecida por todo lo que le estaba ocurriendo, porque, por fin, podía empezar de nuevo. Con personas nuevas, en un lugar nuevo.

Mientras se acercaba a la universidad, casi se le caen los ojos al ver cómo era, gigantesca; la estructura era antigua, como de piedra caliza con mármol y cristales.

Las personas que pasaban la miraban, preguntándose quien era ella. Se sintió molesta e incómoda.

Paso al lado de una chica que hablaba en susurros a su amigo—, ¿Quién es ella?

—No lo sé, pero es hermosa— le contestó el chico con su acento ingles. La chica le respondió con un cejo fruncido y una mirada fulminante.

Fue a la dirección para buscar sus papeles y el número de casillero. Luego, se dirigió a su respectiva clase pero en su camino choco con alguien, una persona que más adelante se convertiría en alguien significativo en su vida. Alguien importante.

Cayo de bruces al suelo, sus cuadernos en el suelo y sus libros. El joven, apenado la ayudo a levantarse y ella lo miro con una mirada fulminante y despectiva—, perdóname, no te vi.

—Siempre dicen eso, cuando planean pisotearte a propósito— susurro ella en cambio.

—¿Perdón?

Ella negó y se alejo de el caminando por el pasillo. El corrió y se puso a su lado caminando con ella—. Soy Joshua. Supongo que eres nueva.

Ella lo miro con sarcasmo, sorprendida— ¡Enserio! ¡No lo sabía!— Joshua la miro indiferente y luego, sonrió.

— ¿Cómo te llamas?

—No te interesa. O, — cerro los ojos un segundo y luego lo miro, ojos azules la miraban— no debería interesarte.

— ¿Por qué?

—Porque... soy nueva.

El la miro desconcertado—. Eso no tiene sentido.

—Lo sé. Adiós— camino más rápido, dejando a Joshua plantado allí solo en el pasillo.

— ¡Espera!— grito y corrió alcanzándola—. ¿Cómo te llamas?

Emma suspiro, cansada del circulo repetitivo del cómo te llamas. Y le respondió finalmente—. Soy Emma, ¿Crees que, por fin, satisfice tu pregunta?

Joshua asintió—. ¿Quieres que te acompañe a tu clase?

Ella negó— no es necesario.

El dio la vuelta y le grito alegre un ¡Nos vemos luego, Chica Nueva!

Entro al salón y noto como cada par de ojos la miraba. Sintiéndose incomoda se acerco hacia el profesor, quien le hacía señas de que caminara hacia el frente de la clase.— señorita Roses. Venga, venga— le sonrió amablemente—. Soy el profesor Steiner, espero podamos llevarnos bien con usted y pueda dar su mejor desempeño— dijo con acento Alemán. Quizás, pensó ella, lo era—, Y... ¿de dónde es señorita? Me parece que viene de las islas del Caribe, por su rostro. Aunque... su color contradice un poco.

—Soy dominicana, me crie en Estados Unidos. Se debe a eso.

—A nadie nos importa de dónde vienes, mulata— dijo una chica con aire orgulloso y burlón, miraba a Emma como si fuese su próximo show de tortura, pero, pensó Emma; ella no iba a permitir que eso ocurriera. El resto de la clase soltó una risa ante eso pero Emma no se inmuto. Se acerco a una butaca al final de la fila que tenía frente a ella sin esperar a que el profesor Steiner dijera nada. Este dejo a la clase un momento para buscar su libro para impartir las clases, dejando a sus alumnos solos.

La chica de pelo rubio, casi blanco se volteo hacia Emma con ganas de molestarla—, ¿así que eres una ratita de biblioteca, Mulata? Qué raro, pareces estúpida. Vino una voz de la dirección diciendo que obtuviste una beca, pero, quien sabe... chicas como tu tienen sus ases bajo la manga. Seguro le hiciste un favorcito al director de la carrera.

Emma la miro, con una sonrisa condescendiente—. Sabes, no me interesa en lo mas mínimo lo que pienses, Rubia. Solo eres una más del paquete de las típicas que se creen mejor y que se sienten que no son nada por dentro. Te burlas de mí para que tu autoestima aumente, pero luego te darás cuenta de que eres un cero a la izquierda. Piensa mejor antes de actuar, no vaya a ser que te dañes a ti misma por tu incompetencia e inmadurez.

El resto de la clase permaneció en silencio, mirando a Emma y luego a la chica rubia que, sentía a morir. Estaba roja como un tomate, avergonzada y apenada. Emma le sonrió con pena y luego miro hacia su cuaderno, dibujando.

Ellos pensaron que Emma era todo menos una chica que sabe defenderse cuando le declaran guerra. Porque le declararon guerra. Solo que... no fue esa chica, sino alguien más. 

Catch my breath.- Max Irons (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora