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Durante la noche la tormenta había cesado y lo único que se escuchaba eran los ronquidos de los que dormían y uno que otro llanto de algún bebé. Me revolví en el saco, no podía dormir. No sabía cuánto tiempo llevaba despierto, pero a penas noté que una leve claridad comenzaba a asomarse por la entrada de la cueva, me levanté y salí a tomar aire fresco.

Todo seguía estando oscuro, una gélida brisa me congeló hasta los huesos, me estremecí. Cuando mi vista se acostumbró a la oscuridad del alba ví unas siluetas en el valle... eran animales, no sé cuales, parecían una mezcla entre un ciervo, un caballo, una llama y un camello. Habían por lo menos unos cincuenta pastando a los pies de las montañas.

-¡Shank! ¿¡Qué mierteras criaturas son esas!?- exclamé para mi.

-Son guanacos- a mis espaldas, una voz masculina que nunca en mi vida había escuchado, respondió a mi pregunta.

Me voltee y ví a un chico como de 17 años allí parado observando a los animales que el nombró como guanacos. Tenía el pelo castaño rojizo, medio largo y algo ondulado, piel exageradamente blanca y ojos caribe. Lo que más me llamó la atención es que estaba demasiado abrigado, utilizaba su saco de dormir como una manta y llevaba un grueso pañuelo en el cuello.

-¿Quién eres tú?- pregunté curioso, pero creo que no sonó así, si no que más bien sonó acusador.

-Howard, y se que tu eres Minho, un placer- me tendió la mano y yo se la estreché.

Shuck, a pesar de toda la ropa, este larcho tenía las manos como hielo.

-Así que guanacos- murmuré- ¿se comen?- dije pensando en que desde hace tiempo no comía carne. Cuando cruzamos la transplana, en la cabaña habían unas cuantas provisiones, pan, frutos secos, galletas, agua y ese tipo de cosas, las cuales sacamos antes de quemar la cabaña. Luego tuvimos que reconstruirla para hacer de ella la casa de reuniones. Las provisiones ya se nos estaban agotando, y lo único que habíamos encontrado en los bosques eran algunos frutos, pero hasta el momento nada de carne. Se me hizo agua la boca.

-Si, se comen, pero antes hay que cazarlos, el problema es que, a parte de unas cuantas pistolas que algunos se trajeron, no tenemos más armas... y además, los guanacos siempre tienen a uno vigilando por si viene algún depredador.

-¿Y tú cómo sabes tanto acerca de guanacos? ¿Eres alguna especie de fan o algo así? Howard, el admirador de guanacos- reí.

-Ja, muy gracioso...- suspiró- nací en el sur de Chile... durante las llamaradas estuve allí... mis padres eran estadounidenses, pero se enamoraron de esas tierras... allí había guanacos, aprendimos a cazarlos para sobrevivir... No sé dónde estaremos, patagonia argentina o chilena... Quizás sea una isla... algo así como Tierra del fuego... no lo sé...

-Y... ¿qué sucedió con tus padres?

"¿Nadie te ha enseñado que hay preguntas que uno se debe ahorrar?" Newt me golpeó el estómago.

-Perdón... no debí preguntar eso...- dije avergonzado.

-Tranquilo, no pasa nada... Mis padres... -su mirada estaba perdida en algún lugar, buscando memorias, suspiró- cuando se extendió la Llamarada, mis padres no tardaron en contagiarse, enloquecieron, yo huí con un tío, el era piloto, aún no estaba contagiado... Como no sabíamos cómo estaban otras partes del mundo, pensamos que Estados Unidos sería un buen lugar para ir, así que apenas llegamos a un aeródromo mi tío se robó una avioneta y volamos a Estados Unidos... Gran error... el país se encontraba peor, la enfermedad estaba mucho más avanzada, pero mi tío encontró refugio en CRUEL... El era experto en aviones, así que lo contrataron... A mi me mantuvo escondido, sabía que si CRUEL me encontraba me usarían para las pruebas, y él no quería eso... Iba todas las semanas a verme, yo estaba en una cabaña abandonada... era pequeño... solo allí en el bosque de Alaska... Mi tío murió en La Purga... CRUEL me encontró, y bueno... ahora estoy aquí...

"Un lugar para los sobrevivientes"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora