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Desperté con todo el cuerpo adolorido. Me levanté y estiré, pero cuando iba a abrir la tienda noté, por la luz y la sombra, que la nieve cubría al menos la mitad de la carpa.

-Thomas, tenemos un problema- murmuré, pero como no se despertó, exclamé- ¡¡¡Thomas, shank, si no te despiertas de una miertera vez juro por Mi que te cortaré el miembro que te vuelve hombre!!!

-Déjame dormir- balbuceó removiendose en el saco.

-No me dejas alternativa- susurré sádicamente.

Rebusqué en mi mochila una navaja y la posicioné sobre su miembro.

-Última oportunidad, contaré hasta tres.... Uno...

Nada.

-Dos...- dije un poco más fuerte- Y...

-¿¡Pero qué demonios!?- Thomas, espantado se alejó de mi- ¡Minho!

-Bien, te despertaste- me encogí de hombros, despreocupado- la nieve casi nos entierra vivos. Supuse que debía decirte.

-¿¡Qué!?- sus ojos se abrieron de par en par- hay que salir inmediatamente, comer algo, empezar la marcha... ¡o no! ¿¡qué hora es!? ¿¡sabes qué hora es!? ¿¡crees que alguien sepa qué hora es!? ¡Necesito saber qué miertera hora es!

-Tranquilizate shank- dije y Thomas asintió.

Salimos como pudimos, la nieve nos llegaba a las rodillas, eso iba a enlentecer la marcha, así que decidimos desayunar durante la caminata. El cielo estaba despejado y las blancas montañas se veían imponentes, contrastando con el cielo azul. Volvimos a dirigirnos a la costa, no había rastro de los elefantes marinos pero, en su lugar, habían millones de pingüinos graznando y tambaleándose por toda la playa.

-Ahora sí que estoy casi seguro de que esto es Tierra del Fuego- anunció Howard mirando divertido a los pingüinos.

-Llevas diciendo eso desde que cruzamos la transplana- lo reprendió Shasta con desesperación.- ¡ya quedó claro que estamos en Tierra del Fuego! ¿¡Qué otro lugar va a ser!? ¿¡Hawaii!?

Howard le lanzó una mirada molesta pero no dijo nada. Seguimos avanzando en silencio hasta que llegamos a una parte de terreno llano, la nieve era una fina capa en ese lugar, pequeños hierbajos se asomaban entre la blanca manta helada. Thomas se detuvo dubitativo. Suspiró y comenzó a trotar, lo seguimos y de a poco fuimos acelerando el trote. El suelo era perfecto para correr, además, así podríamos recorrer más terreno en menos tiempo. Comenzamos a hacernos carrera riendo como niños, aunque nosotros no teníamos una meta, sólo corríamos hasta donde se pudiese. Yo iba a la delantera, Thomas me seguía de cerca y, por el rabillo del ojo, divisé a delgada figura de Pan que, a pesar de tener un brazo en un cabestrillo, me estaba alcanzando. Pan pasó velozmente por mi lado y tomó el primer puesto, aceleré aún más intentando alcanzarla, la chica era rápida, debo admitirlo. Pan se movía con agilidad y destreza, no parecía cansada, cómo iba a estarlo, no hace mucho que debía haber estado corriendo por el laberinto, en donde si te cansas estás muerto.

Newt era rápido, antes de tener la renguera era muy rápido, incluso más rápido que yo, bueno, era más alto, por lo que tenía las piernas más largas... Estúpido orgullo... Y si es más rápido ¿¡qué!? No me voy a morir porque alguien sea más rápido que yo, no va a acabarse el mundo... o quizás si... Enfoqué todas mis fuerzas en mis piernas y llegué al lado de Pan, adelanté a Pan y seguí corriendo, como si un penitente o cranks me estuviesen persiguiendo.

Tras unos minutos más de carrera me detuve a descansar. Observé a mis espaldas, los chicos corrían a lo lejos, Pan fue la primera en llegar junto a mi y se sentó a mi lado. No parecía muy cansada, tenía el pelo negro algo alborotado y no había sudado nada, el frío no lo permitía. Tomó una gran bocanada de aire, movió el hombro del brazo herido para acomodarse y comenzó a admirar el paisaje.

"Un lugar para los sobrevivientes"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora