Especial *Tim*

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Ni el calor infernal proporcionado por las llamaradas pudo con el invierno en Rusia, la nieve caía en forma de tormenta y ya comenzaba a generar una gruesa capa blanca sobre las calles. Sonreí y dejé de observar la tormenta de nieve para volver a ingresar a mi casa. Mi madre, mi tío y el gato se encontraban en la mesa bebiendo vodka y el gato leche caliente. Me senté junto al gato.

-Sasha, cariño ¿puedes ir a buscar a tus hermanas?- mi madre no despegó su mirada del vaso de vodka.

Asentí y subí las escaleras hasta llegar al cuarto de Kisa, mi gemela y Pasha, la bebé. Ambas dormían una pegada a la otra, abrazadas, dándose calor.

-Kisa, mamá me mandó a llamarlas- dije mientras la agitaba un poco. Despertó y con Pasha en mis brazos comenzamos a bajar con cuidado las escaleras.

Nuestra vida era simple, mi madre tenía una gran despensa en el sótano, ya que antes era dueña de un pequeño almacén, ahora los productos eran sólo para nosotros, no había necesidad de salir a la calle, por lo que tampoco había razón para toparse con los locos. Mi tío salía de vez en cuando para buscar agua y remedios, mi madre no salía y el gato salía cuando le daba la gana.

Cuando llegamos a la mesa nos sentamos frente a los mayores, con el gato entremedio. Mi tío nos miraba con una extraña expresión en su rostro, lástima, quizás, mi madre, en cambio, no despegaba su mirada del vaso, ya vacío, de vodka.

-Sasha, Kisa ¿quieren servirse un poco?- nos preguntó mirándonos al fin.

-Pero ma, tú dijiste que debemos cumplir por lo menos 10 años para probar, recién cumplimos los 7- protestó Kisa.

-Está bien, tienes razón mi niña- suspiró y dejó en la mesa la botella de vodka que había tomado- quiero que sepan que los amamos mucho y que todo lo que hacemos es para darles la mejor vida posible. Mañana vendrán unos hombres a llevárselos- sus ojos se empañaron y lágrimas comenzaron a caer de ellos, pero no se detuvo- no son gente mala, los mantendrán a salvo de los locos, pero ustedes deberán portarse bien ¿si?

-¿¡Por qué!?- pregunté molesto- ¡yo me quiero quedar aquí! ¿por qué esos hombres no los llevan a ustedes también? También deberían protegerlos de los locos, son nuestra familia.

-Mi niño, estoy enfermando y su tío igual, no los podemos dejar solos. Ahora iremos a dormir, por esta noche dormirán conmigo ¿está bien? Así podré cantarles una canción para que duerman más tranquilos- sonrió, pero su sonrisa era triste.

No volvimos a hablar durante ese día, en silencio nos fuimos a dormir y en silencio escuchamos a nuestra madre cantarnos, por última vez, esa canción de cuna que tanto nos gustaba.

A la mañana siguiente tampoco dijimos nada, el hogar se había vuelto tan silencioso que ni el gato se atrevía a maullar, pero el silencio no duró mucho, ya que cuando los hombres llegaron, todos comenzamos a llorar, gritabamos que no nos separasen de nuestra madre y ella nos gritaba perdón, pero aquellos hombres no escuchaban y en menos de lo que creí, ya nos tenían en los asientos traseros de un coche que iba a quién sabe dónde.

Kisa se apegó a mi y juntos abrazamos a Pasha, si nos habían separado de nuestra madre ¿acaso serían capaces de separarnos entre nosotros?

***

Tim.

Algo no me gustaba de mi nombre, quizás el acento, quizás el lugar del que provenía, no lograba saberlo, pero algo en mi me decía que aquel nombre no tenía nada que ver conmigo, pero aún así era el único nombre que recordaba tener.

Había pasado bastante tiempo desde que me separaron de mi madre y mis hermanas, no sabía cuánto, nunca fui bueno contando los días, pero aún así sabía que había pasado más de un mes.

"Un lugar para los sobrevivientes"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora