40 Capítulo Final

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El frío azotaba las tiendas del Valle y el viento se colaba por la entrada de la cueva, silbando por los pasadizos de piedra, no podía dormir, el frío y el ruido no me dejaban. Habíamos llegado hace unos días a Tierra del Fuego y nos habíamos vuelto a instalar en la cueva. El crepitar de las llamas y el silbido del viento me volvían loco, realmente necesitaba silencio. Decidí salir a la boca de la cueva.

La noche era clara, con una luna llena bien alta en el cielo repleto de estrellas, no había nubes, el viento se las había llevado, los pequeños y escualidos árboles se agitaban en la oscuridad y los insectos cantaban junto con algún que otro pájaro. A lo lejos, si uno prestaba atención, se podían llegar a escuchar las olas del mar, bueno, eso parecían, pero la verdad, ya no estaba seguro de nada.

Suspiré y, justo antes de volver a ingresar a la caverna, divisé una silueta solitaria en el Valle, bajé con velocidad y caminé hacia ella, el viento me empujaba hacia un lado, pero seguí avanzando cubriendome los ojos con el brazo, intentando cortar el aire.

Era Shasta. Su largo cabello rojo estaba alborotado y lanzaba latigazos por el viento, no llevaba mucho abrigo, unos simples pantalones y una polera sin mangas, iba descalza.

-¿¡Shuck, qué haces aquí!? Te vas a congelar- exclamé al llegar a su lado.

Observó el cielo- Nunca había visto una noche tan estrellada- se volteó para mirarme a la cara, estaba llorando- ¿me odias?- preguntó de pronto.

Guardé silencio, no sabía que responder, no sabía si la odiaba, la había odiado, pero nunca me detuve a pensar si lo seguía haciendo. Shasta sonrió tristemente y unas cuantas lágrimas más cayeron de sus ojos.

-Me lo merezco...

-No, no, no, espera, no he respondido- tartamudeé, pero no fui capaz de decir nada más.

-Tranquilo, no tienes que responder, fue una pregunta tonta, yo también me odiaría. Ahora volvamos a la cueva, o el frío nos terminará matando.

Caminamos en silencio a la cueva, luchando contra el viento hasta que ingresamos y nos dirigimos al sector donde dormíamos. Shasta se fue a su manta y yo a la mía. Me acosté mirando el techo de la cueva, estaba levemente iluminado por la fogata, por lo que tenía un color marrón rojizo lleno de pequeñas grietas y piedrecillas, por un momento dejé de ver el techo de la cueva y lo que había ante mis ojos eran los muros del Laberinto, grises y enormes, con grietas y piedrecillas... Me sentí atrapado.

Cerré los ojos para dejar de ver las paredes, intenté imaginarme el mar, su azul potente y sus salvajes olas, gaviotas se lanzaban a las aguas y salían con peces en la boca, los larchos jugaban en la playa, arrojandose arena y riendo. Logré calmarme con esa imagen mental, era relajante y alegre, algo que nunca iba a ocurrir, pero aún así me tranquilizaba. Newt estaba ahí, también Tim y Chuck y todos los que perdimos. Al final, me dormí.

-Despierta, tenemos que salir de expedición- Hank me agitaba fuertemente hasta que abrí los ojos- Pensé que te habías muerto, duermes como un tronco, Thomas quiere que mapeemos lo que hay al otro lado de la montaña, será un viaje largo, quizás poco más de una semana. Max viene con nosotros, pero necesitamos más gente, Thomas dijo que al menos debemos ser cinco.

-Que vengan Karlos y Gretel- murmuré poniéndome de pie y alisandome los pantalones- de seguro van a querer ir para cuidar a Max. También puede ir Pan.

Hank asintió y corrió a buscar a los nombrados, yo me dediqué a preparar mi mochila para mi expedición, mientras salía de la cueva me encontré con Howard y Shasta.

-Chicos, vamos de expedición por una semana ¿les interesa?- ofrecí- vamos a mapear la zona del otro lado de la montaña, hacia los glaciares.

-Suena divertido, pero creo que me quedaré, tengo la impresión de que Thomas prefiere tenerme vigilada- Shasta sonrió tenuemente.

"Un lugar para los sobrevivientes"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora