"Un lugar para los sobrevivientes"

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Caminamos hasta la costa, íbamos a recorrer la orilla para ver si el territorio era una isla o era un continente. Una brisa salada cubría el aire y nos alborotaba el cabello. A medida de que nos acercamos el olor a sal y peces se intensificaba. En la playa unas masas enormes de color marrón descansaban, eran un montón de focas obesas durmiendo en la arena. Cuando nos acercamos más pude ver con espanto que algunas de esas focas tenían una enorme nariz colgante. ¿¡Es que acaso en este lugar solo hay animales raros!? Llamas escuálidas, focas con trompa.

-Elefantes marinos- exclamó Howard. Parecía extrañado, pero también parecía feliz.

-¿¡Elefantes marinos!? Estaba seguro de que los elefantes eran de África y que no vivían en el mar... y que no eran focas- dije con falso asombro.

Howard me lanzó una mirada asesina pero su sonrisa me dió a saber que le hizo gracia mi comentario.

-Si cazamos de esos tendremos comida, grasa y piel por varios días- Shasta parecía emocionada.

-¿Y cómo piensas mantener toda esa carne en buen estado por tanto tiempo?- preguntó Sartén curioso.

-Pues, hay sal... he oido que con eso mantienen la carne, se deja secar en sal... también la podemos conservar en nieve. Sólo mira el cielo y el clima, está claro que nieva seguido, y por como se agrupan las nubes en el cielo, no creo que tarde mucho en empezar a caer nieve.

Miré el cielo, nunca había visto nevar, enormes nubes gordas cubrían todo, se sentía el frío en el aire. Me estremecí. Inmediatamente, sin necesidad de que alguien de la orden, comenzamos a cubrirnos con más capas de ropa para soportar el frío.

Manteniendo la distancia con los elefantes marinos, ya que se veían agresivos, continuamos la marcha, alejándonos un poco de la costa. El mar se agitaba violento, como el agua en la bañera cuando uno jugaba a moverse para adelante y para atrás, se levantaban enormes masas de agua que azotaban la orilla, y luego se devolvían al mar con la misma fuerza. Los elefantes marinos parecieron notarlo y comenzaron a arrastrarse tierra adentro.

Una figura se detuvo frente a nosotros. Un zorro. Curioso, olfateó el aire. Era pequeño, de un color colorado, y con tonalidades plateadas. Agachó las orejas de manera sumisa. Habíamos detenido la marcha al ver al animalito, el cual caminaba hacia nosotros para luego alejarse y volver a acercarse, repitiendo eso una y otra vez. La cabeza gacha y los ojos fijos en nosotros, movía la cola de un lado a otro, sacudiendo la tierra, nervioso.

-Me lo quiero quedar, es una ternura- Shasta me susurró, o al menos eso pensé, porque fue Howard quien le respondió.

-No te lo puedes quedar, es un zorro, un animal salvaje, el cual al parecer nunca a visto humanos, lo que me hace pensar- se detuvo un momento- ¿En que lugar del mundo estamos que no hay humanos en las cercanías? Estoy casi seguro de que es Tierra del Fuego, cuando vivía por aquí, recuerdo haber escuchado que la iban a desalojar por orden del gobierno... no lo sé... Era sólo un rumor... Pero esa es la única explicación que se me ocurre para que los animales no conozcan a los humanos...

-Sea el lugar que sea, debemos seguir, porque, por si no se dieron cuenta, el zorro ya se fue- Thomas parecía algo molesto.

Miré el lugar donde antes se encontraba el zorro y era cierto, había desaparecido. Suspiré decepcionado, creo que en el fondo yo también quería quedarmelo. Era un animal salvaje, si, pero me había parecido asombrosa la idea de tener un zorro de mascota. Shasta sacó un trozo de pan del bolsillo y comenzó a molerlo y dejar miguitas en el camino mientras andábamos. La miré interesado.

-Por si tiene hambre y cambia de idea sobre nosotros, ojalá decida quedarse esta vez- me sonrió y supe que se refería al zorro.

Caminamos lentamente entremedio de matorrales, Thomas iba abriendo el camino con un machete que alguien se había traído de CRUEL.